Bryan Gil, el problema es el discurso
Sevilla FC | Opinión
En este fútbol de resultadismo y negocio en el que el Sevilla es el rey de los pobres, a su grey le chirría que sigan vendiéndole la cantera como elemento identificador
En el actual contexto de crisis al que no es ajeno el fútbol, el gran traspaso de Bryan Gil al Tottenham Hotspur por unos 40 millones de euros, valorando el pase de Erik Lamela al Sevilla en unos 15 y sin contar ingresos añadidos por bonus del barbateño, responde a una lógica irrefutable. En un contexto más amplio del tratamiento que el Sevilla da a la cantera, ya empiezan a surgir dudas e incertidumbres, e incluso posturas dialécticas contrarias y radicales.
Cuando el traspaso no era ni embrionario, un tuitero hizo una advertencia satírica difícilmente olvidable y de gran éxito entre los que no terminan de entender el uso mercantilista que da a su cacareada cantera un club que funciona como una compañía -así lo definen sus gestores cuando hablan de su gestión económica y hasta deportiva-. Dijo el dolido aficionado algo así como que si Bryan Gil no tenía sitio en el Sevilla era hora de ir montando un Primark en la carretera de Utrera.
Con el mercado varado, la oferta por el prometedor barbateño llegó a las oficinas de Nervión como un maná en el desierto. Y rápidamente se gestionó el traspaso, entre otras cosas porque Monchi sabe de primera mano que su perfil de encarador zurdo e individualista no encaja en el rol que gusta a Lopetegui, un colectivista del fútbol: dos años lo tuvo y dos años acabó cedido. Pero el trasfondo que molesta al sevillismo protestón es el discurso del club sobre su cantera. En su subconsciente colectivo oye como la voz incómoda de Pepito Grillo el lema de "Aquí se forjan campeones del mundo" que da la bienvenida en la ciudad deportiva, una especie de grandilocuente réplica a aquella frase inefable de Lopera de que no criaba pollitos para el disfrute de otros.
En este fútbol de resultadismo y negocio en el que el Sevilla es el rey de los pobres, su grey quiere también un poco de identificación romántica. O por lo menos que no le vendan la cantera como un elemento identificador del club.
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