Jornada 18, día de la Esperanza: Polimnia ilumina Nervión
Sevilla - Atlético de Madrid | Contracrónica
El Sevilla, mermadísimo por las bajas, superó al vigente campeón de Liga en una comunión memorable de su capacidad de resistencia, su fe y su afición
Los jugadores del Sevilla, uno a uno
"El que haya visto el partido aquí habrá flipado". Lo dijo Rakitic aún con la voz entrecortada por la emoción y el esfuerzo. Ciertamente fue flipante el triunfo del Sevilla sobre el Atlético de Madrid, por varios factores, aunque al que se refería el capitán sevillista era al de la energía que emanó de la grada en los momentos duros, en los momentos de dudas, usando la frase con la que Julen Lopetegui agradeció el apoyo de la afición sevillista.
En el cuaderno de bitácora del marino de Asteasu, después de casi encallar el barco en el bello puerto balear de Andratx, podría anotarse este capítulo épico con un título rimbombante: Jornada 18, día de la Esperanza: Polimnia ilumina Nervión.
Pocas veces ha estallado de júbilo el Ramón Sánchez-Pizjuán como lo hizo en el minuto 89 con ese empalme a la red de Ocampos. Hoy habrá voces afónicas en los hogares sevillistas, en esta resaca dulcísima del día de la Esperanza, una fecha señaladísima en el calendario hispalense en la que las imágenes marianas más populares se posan sobre la Tierra para recibir el cariño de sus fieles. En la Macarena, en Pureza... También en la Trinidad, la O, San Roque, San Martín. La Esperanza tiene muchos rincones en Sevilla y en Triana y en Nervión se vistió de casta y coraje.
Rakitic comenzó a cimentar un monumento a la identidad del Sevilla con un obús a la escuadra desde 25 metros, tras un balón peleado por Rekik, un titán inesperado en la alineación. No tanto como Iván Romero en la punta del ataque: eso sí que fue para flipar, ¡un canterano en el once de Lopetegui! El delantero albaceteño le dio brío al inicio sevillista: carreras, hostigamiento, robos... Fue el primero que pisó el área de Oblak. Pero todo llegaría allende la frontera de ese territorio sagrado para los atléticos que solía ser su área. El golazo ya hizo crujir los pilares del Ramón Sánchez-Pizjuán, pero la emoción verdadera llegaría en la segunda parte.
Conforme se iban uniendo lesionados a la enfermería sevillista más se agarraba a su espíritu combativo el Sevilla, ya en clara comunión con la grada. Hasta seis bajas tenía Lopetegui antes del partido: Jesús Navas, Suso, Lamela, Óliver Torres y En-Nesyri, cinco bajas por lesión, más Fernando, por sanción. A posteriori, el técnico guipuzcoano, llevado por la emoción, actualizó el parte de bajas: la nueva de Montiel, la imposibilidad de que Acuña ayudara y el golpe en la cabeza al final de Ocampos hacían ascender hasta nueve el balance. Contó diez.
De diez fue la forma en la que equipo y afición se agarraron a un partido que parecía empeñado en sacar la épica de las tripas del Sevilla. Primero con el infortunio de Montiel en la llave de judo que le hizo a Carrasco, justo después de un manotazo de Mario Hermoso a Ocampos que obvió De Burgos Bengoetxea: empezaron a sonar más fuerte los himnos sevillistas. Y luego con Acuña, que salió vestido de esperanza, pero el bizarro y talentoso lateral argentino aún estaba demasiado renqueante para una batalla de tal enjundia ante el Atlético de Simeone.
Con el Sevilla sin recursos para salir de la cueva en la segunda mitad, Koundé enarboló el estandarte de la rebeldía desde la derecha. Allí se encontró con otro rebelde habitual para buscar el filón de la esperanza. Con Ocampos realizando tímidas incursiones, el Sevilla supo esperar, y esperar, compitiendo y sufriendo. Desdoblando esfuerzos para defender su área: eso sí que es un territorio sagrado. El menos goleado de la Liga y el segundo menos goleado de las grandes ligas de Europa no se iba a rendir ante la panoplia ofensiva del potentado madrileño.
Simeone desplegó esa panoplia para amedrentar a su mermado rival: de partida, Correa y Luis Suárez; en la segunda parte, Joao Félix y Cunha. Vaya cuatro delanterazos. Hay comparaciones que ofenden, aun con Griezmann de baja para compensar la ausencia en el Sevilla de su máximo goleador, En-Nesyri.
En el banquillo ya casi ni había recursos. Más por pundonor que por fútbol, el equipo de Lopetegui siguió agarrado al partido. No era día para debates, ni para silbidos ante los balones retrasados desde un saque de banda en el córner contrario hasta los predios de Bono...
El árbitro del encuentro tiró de corporativismo vasco. Inconscientemente, con sus sibilinas decisiones, contribuyó a calentar a una grada nervionense que no necesitaba muchos estímulos ante el ogro atlético para terminar de encender la mecha. Y Polimnia compareció sobre el oscuro techo del coliseo sevillista.
La musa de los himnos sagrados hiló su haz de luz desde Gol Norte. El eco creció con las cabalgadas de Ocampos o Koundé, con los demarrajes de Delaney y los intentos aislados de Rafa Mir. Con el disparo de Rakitic al lateral de la red tras la perseverancia, la fe y la fuerza de Rekik ante De Paul en la línea de fondo. Los huys, escasísimos, con cuentagotas, servían para darle brío a la banda sonora bajo la dirección de Gol Norte. Cada córner a favor, también escaso, era celebrado como una liberación.
"A veces pensar menos es mejor y más en una situación así", dijo Rakitic sobre su golazo. Y eso fue lo que hicieron el Sevilla y su afición. ¿Quién piensa cuando canta? Los de Lopetegui lograron estirarse en los minutos finales ante un Atlético ya casi rendido ante la capacidad de resistencia de los blancos. Y ahí encontraron el premio: un córner, Nervión suspira de alivio mientras se deja inspirar por Polimnia. Rakitic, Delaney, Koundé y por fin Ocampos hicieron estallar el júbilo.
El partido aún tendría momentos guasones. El disparo de Joao Félix de vaselina en el minuto 94, el último del alargue con Ocampos doliéndose de un golpe en la cabeza, se fue arriba del larguero. Habría desdibujado el "cuadro de diez" que definió Lopetegui. De Burgos pitó en el minuto 98: habían atendido a Ocampos durante tres minutos, sobraba uno de alargue. Sólo fue un guiño de la guasona emoción.
El gol hizo temblar los luceros. Y el pitido final dio paso al aleluya coral. En la jornada 18, el día 18 de diciembre de 2021, día de la Esperanza, se cerró en Nervión con un atronador grito de esperanzadora comunión. Está anotado en el cuaderno de bitácora del marino Lopetegui. Tendrá más o menos fútbol, pero lo que es indudable es que este Sevilla es fidelísimo a su propia esencia histórica. Sí, es verdad lo que dicen sus himnos, este es el equipo de la casta y el coraje, del que dicen que nunca se rinde.
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