Jesús Alba
Cuando el reloj se pare
Sevilla FC
En El Pireo, en el mismo lugar donde se jugará la Supercopa de Europa aunque en un estadio que fue demolido y reconstruido para los Juegos Olímpicos de Atenas 2004, consumó el Sevilla uno de sus milagros más celebrados por una hinchada por entonces nada acostumbrada al éxito continental.
Aquel golazo de falta de Davor Suker, en el minuto 110 de la prórroga, clasificó al equipo entonces entrenado por Juan Carlos Álvarez a los octavos de final de la UEFA. Fue el 31 de octubre de 1995 y los jugadores sevillistas fueron recibidos como héroes, ya de madrugada, en el aeropuerto de San Pablo. Hoy hace el camino inverso, del aeropuerto a El Pireo, un equipo que busca otro éxito continental. Y necesita otro milagro...
El moderno Georgios Karaiskakis acoge el duelo entre el nuevo equipo hegemónico del Viejo Continente, que ya veló armas anoche en Atenas. Pep Guardiola anticipó el viaje y se llevó ayer por la tarde hasta la capital griega a 22 futbolistas entre los que no estaban tres de sus titulares: el central Rúben Dias y los creadores de juego De Bruyne y Bernardo Silva. Pero es tal la máquina de fútbol que ha engrasado Guardiola en el último septenio. En su séptimo año como entrenador del Manchester City, el técnico de Sampedor logró coronar por fin a su equipo como campeón de la Copa de Europa.
Fue su decimocuarto título, tras los cinco entorchados en la Premier League, cuatro Copas de la Liga, dos FA Cup y dos Community Shield, desde el triplete nacional que logró en 2018. Es decir, se trata de un equipo en trayectoria hegemónica y ascendente, con un estilo de juego bien marcado y admirado en todo el mundo. Una línea firme y determinada que no debe quebrarse pese a las bajas de tres de sus pilares.
Enfrente estará un Sevilla que es un mar de dudas, en todos los sentidos. Porque la sensación que dejó el equipo de José Luis Mendilibar en la puesta en escena ante el Valencia, en una clara traición a ese fútbol agresivo y en campo contrario por el que aboga el vizcaíno, se une a una planificación varada, con muchos rumores pero pocas realidades, con una plantilla un año más envejecida y pocas alternativas fiables y un exceso de futbolistas descartados a los que Víctor Orta no acaba de encontrarles la salida necesaria para cubrir las necesidades reales de la plantilla. Un maremágnum que ya se atisba hasta en los rostros del técnico y sus ayudantes.
Hoy parte bien temprano el Sevilla hacia El Pireo y Mendilibar debe levantar los ánimos y volver a ejercer de taumaturgo, en una situación similar a la que se encontró cuando llegó el pasado 21 de marzo y todo eran rostros cabizbajos y miradas huidizas. Hasta que insufló el ánimo de la confianza en sí mismos a este mismo grupo apenas reforzado con dos defensas y un mediocampista, único fichaje de Orta, que incluso podría ser titular ante el City ante la evidente falta de fibra y ritmo en un centro del campo muy pasado de años.
Es el nuevo milagro que busca Mendilibar, un reto tremendo que ya tiene el precedente de lo que consiguió cuando sacudió los miedos de un equipo al filo del descenso para superar a dos gigantes como el Manchester United y la Juventus antes de ganar en Budapest a la Roma de Mourinho la final de la Europa League, la séptima.
Entonces se ganó el derecho a continuar al frente de este grupo. El problema es que el lastre de la plantilla es tremendo y por ahora no hay solución a la vista. Tras la Supercopa, pase lo que pase, el Sevilla debe activarse en el mercado. Mientras tanto, Mendilibar debe revestirse con la estola de los milagros y volver a convertir en un animal competitivo a este grupo nuevamente alicaído. He ahí el reto.
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