Sampaoli también se va en los octavos (2-0)
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El Sevilla se autoelimina contra un Leicester al que le basta con sacar provecho de los regalos de los futbolistas y del técnico argentino.
N'Zonzi falló el segundo penalti de una eliminatoria demasiado frustrante.
El fútbol no siempre es literatura, verbo fácil y hablar de esto y de lo otro sin decir finalmente apenas nada. Jorge Sampaoli consumó su primer fracaso de verdad al frente del Sevilla y se puso a la misma altura de algo que los seguidores de la entidad nervionense jamás le perdonaron a un entrenador con tantos méritos como Manolo Jiménez en su trayectoria. Los sevillistas se marcharon de la Liga de Campeones en el cruce de octavos por la sencilla razón de que se autoeliminaron con una acumulación de errores impropia de una escuadra de este nivel.
Los fallos son múltiples y variados y podrían arrancar desde el hecho de desperdiciar dos penaltis en los dos partidos por la sencilla razón de que todo parece improvisado en esta plantilla que se guía por algo llamado amateurismo y que tiene mucho que ver con no preparar las situaciones que se pueden dar durante los 90 minutos que se disputan en este deporte. ¿Hay algo más trascendente que un lanzamiento desde los 11 metros para que un equipo le saque rédito al esfuerzo? Probablemente no, pero tanto Correa como N'Zonzi enviaron el balón a las manos de un Schmeichel que no se acabaría de creer lo que estaba viviendo. El argentino cogió el balón bajo en la ida bajo la premisa de que se lo hicieron a él; el francés no se sabe aún bajo qué criterio, pues, por ejemplo, el porcentaje de Iborra en este tipo de lanzamientos ha sido bastante elevado. En fin, qué tiempos aquellos en los que todos los penaltis, entrenados por Unai Emery y su cuerpo técnico, acababan dentro de la red rival.
El segundo punto se acerca incluso a la falta de respeto a sus compañeros y le corresponde en este caso a Samir Nasri. Un futbolista puede salir expulsado dentro de las mil situaciones que se producen cuando se juega con un balón de fútbol, pero es mucho más imperdonable que lo haga sencillamente porque se empeña en autoexpulsarse. Si la primera tarjeta amarilla al francés ya es incomprensible por una patada a destiempo a un rival, la segunda, con tanto por delante e incluso la posibilidad de llegar a una prórroga, es para que sus propios compañeros se la hicieran ver. ¿Cómo se puede ser tan ingenuo e irresponsable para ir a ese pique con Vardy con el toquecito de la cabeza por delante?
Interrogantes e interrogantes que tienen muy pocas respuestas a la hora de valorar la profesionalidad, sobre todo en el caso de Nasri, porque en el tema de los penaltis siempre se ha justificado con que los fallan los que los tiran. Pero también hay que tener en cuenta el ejemplo del propio entrenador argentino en el tema de la salida precipitada del campo, porque Sampaoli también se fue antes de tiempo y dejó a los suyos a los mando de Juanma Lillo porque le dio por protestar una decisión de un árbitro, el italiano Orsato, que para nada había sido el culpable de lo que estaban padeciendo todos los sevillistas que estaban en el King Power Stadium.
Y después de esta precipitada depuración de responsabilidades que recae precisamente en los hombres que más lucían en el Sevilla 2016-17, conviene desglosar lo que sucedió en el estadio del Leicester. El Sevilla partió con la intención de controlar la situación a través de los pases por abajo y puso una defensa de cuatro en la que Mercado era el lateral derecho y tenía por delante en su banda a Sarabia en una posición más avanzada. Es verdad que la puesta en escena no fue mala, que Nasri pudo adelantar a los suyos muy prontito en el marcador, concretamente en el minuto 4, pero Schmeichel lo evitó con una buena parada.
Sin embargo, esta declaración de intenciones no tuvo nada que ver con el juego posterior. La parsimonia de Nasri y del resto de sus compañeros, sin ningún desmarque de ruptura para cambiarle el paso a la ruda zaga del Leicester conducía a que todo se convirtiera en un cara o cruz. Dentro de ese discurrir, a los locales le cayó la moneda por el lado acertado. Les bastó con una falta lateral, un centro de Mahrez y un remate de Morgan, casi sin quererlo cuando peleaba por la posición con Mercado.
El Leicester ya estaba por delante y tenía un resultado que mandaba al Sevilla a casa. Y ahí fue cuando se vio que los hombres de Sampaoli sí se estaban guardando algo, ya que hasta el descanso llegaron a zamarrear el árbol y tuvieron dos aproximaciones, además de una fase de acoso en busca del empate. Pero éste no llegó y al descanso se arribaba con la sensación de que las cosas se habían puesto muy cuesta arriba. Sampaoli tiró de la única solución que parece existir actualmente en su catecismo balompédico. Le salió bien en el derbi, mal contra el Leganés, pero otra vez dos cambios de golpe sin tener en cuenta siquiera de que podía tener por delante un partido de 120 minutos. La banda derecha se quedaba en las casetas y salían Jovetic y Mariano, dos futbolistas que tampoco iban a tener mucho protagonismo a partir de ahí.
Todo estaba donde quería el Leicester y ni siquiera sirvió el arranque de rabia de un Escudero que mandaba un disparo lejano a la cruceta. En esta ocasión, es verdad, la suerte jugaba en contra de Sampaoli y los suyos, pues pudo ser el uno a uno. El castigo se iba a hacer más grande cuando inmediatamente después Albrighton se quedaba con una pelota en el borde del área, sin nadie cerca de él, y castigaba la desorganización defensiva con un disparo junto al poste.
Los demás ya tiene mucho que ver con la primera parte de la crónica, el Sevilla buscó el gol, aunque siempre de forma desorganizada, sin hallar los espacios y simplemente por acumulación de elementos arriba. Además, vio cómo Nasri dejaba de ayudar, N'Zonzi desperdiciaba el penalti, Sampaoli se quitaba de la foto de la derrota y los suyos sufrían en la grada de Leicester. Otra vez fuera en los octavos de la Liga de Campeones, la misma frustración es con un entrenador de la casa que con un gurú.
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