El orden puede ser incluso un defecto (1-1)

Sevilla-Alavés

El Sevilla monopoliza la posesión del balón ante el Alavés desde un modelo absolutamente cartesiano, pero es incapaz de originar ocasiones claras de gol

Los blancos sólo marcaron gracias a un penalti por manos

Ocampos engaña a Pacheco en el lanzamiento de penalti.
Ocampos engaña a Pacheco en el lanzamiento de penalti. / Antonio Pizarro

Paso atrás del Sevilla también en LaLiga. El conjunto de Julen Lopetegui fue incapaz no sólo de superar al Alavés sino de sacar provecho de la monopolización del balón por la sencilla razón de que no busca jamás la improvisación, la capacidad para desordenar al rival. El técnico vasco siempre ha alardeado de ser un amante del orden, de tratar de tener todas las situaciones controladas, si es que esto es posible en el fútbol, pero al final ¿eso es una virtud o puede convertirse en un evidente defecto?

El juego del balompié, indudablemente, admite todo tipo de teorías, pero la única que no admite ningún tipo de discusión es el resultado final de un partido y éste no pudo ser más decepcionante para un Sevilla que incluso se puede dar por satisfecho. Sólo empató el gol inicial de Joselu gracias a una de esas acciones en las que las actuales reglas arbitrales premian más la puntería del atacante que el verdadero espíritu defensivo, pues la pelota de Jesús Navas se dirigió a la mano de Rubén Duarte sin que a éste le diera tiempo a retirarla. Pero como ocupa el espacio y no sé qué más, pues máximo castigo para permitir que Ocampos, al menos así, provocara que el estadio nervionense llegara a cantar un gol.

Es increíble que ése sea el relato de los hechos después de un litigio en el que la pelota estuvo en posesión de los futbolistas que vestían de blanco casi todo el tiempo. La famosa posesión rondó el 75 por ciento durante la mayor parte de los intervalos en los que se pueden dividir los 94 minutos que duró la contienda, incluidas las prolongaciones. Los sevillistas la monopolizaban, la acarreaban de un lado para otro, lo hacía incluso con cierta plasticidad y también con velocidad para no retenerla demasiado.

Hasta ahí, todo lo que es cartesiano, todo lo que tiene que ver con el orden, pero seguramente el técnico que fuera al estadio con la idea de evaluar el rendimiento de Pacheco estaría jurando en arameo, diciendo que maldito el día en el que le encargaron hacer un informe sobre el rendimiento del cotizado guardameta del Alavés. Ni una sola intervención directa tuvo, exceptuando un disparo centrado de Suso cuando ya el cronómetro se dirigía hacia el minuto 90.

Pero no es que el defecto fuera que la puntería no estaba afinada. En absoluto, el problema es que el Sevilla de Lopetegui toca, toca y toca, aparenta buscar la portería contraria, pero en realidad rara vez se acerca a ella de verdad. Y no parece que la consigna sea que la posesión es el verdadero triunfo, como sucede muchas veces con Setién en los diferentes equipos que ha entrenado, el problema está en no saltarse jamás el guión establecido, en no pelear para romper el orden que sí se debe trabajar en la ciudad deportiva de la carretera de Utrera.

Casi nunca se realiza un desmarque de ruptura para tratar de desordenar a la defensa del adversario, para conseguir crear una línea de pase profunda. Todo se circunscribe a conseguir superioridades en las bandas y cuando éstas no son posibles cambiar el juego de orientación para intentarlo por el otro costado. Y, lógicamente, uno de los problemas es que ahí acuden dos y hasta tres piezas, pero quiénes de ellos llegan posteriormente al área para tratar de rematar el centro que se produce cuando los blancos avanzan unos metros. Si a esto le sumamos que el delantero centro parece que juega más como un marcador que como un punta y está siempre por detrás del defensa

La consecuencia es que el Sevilla está casi siempre metido en el campo del rival, como sucedió contra el Alavés, pero comprobar después la hoja de anotaciones del cronista se convierte en un verdadero drama si se le quiere otorgar algo de mérito al planteamiento de Julen Lopetegui. Se exceptúa el cabezazo picado de Koundé en el minuto 54 en el lanzamiento de un córner que sí pudo convertirse en el uno a cero y el resto de opciones contabilizadas son prácticamente ridículas. Ni un solo mano a mano, ni una sola ruptura ni un solo disparo, aunque sea lejano, para probar a Pacheco, nada de nada.

Como curiosidad, cabezazo flojo de De Jong a un centro llovido de Nolito (minuto 23); De Jong no llega a un buen centro tenso de Ocampos (46’+); cabezazo de Franco Vázquez en falta botada por Suso (59’); dos golpes francos en el borde del área mal ejecutados por Banega y Suso (65’); y mal cabezazo de En-Nesyri (90’) en un córner sacado por Banega. Y eso es todo, amigos.

Ésas, ni más ni menos, son las anotaciones relacionadas con el ataque sevillista, que otra cosa fue el Alavés, que sí tuvo una clarísima en las botas de Joselu al filo del intermedio después de una combinación en el borde del área con Camarasa.

No es una exageración, pero si Del Cerro Grande no hubiera dado por finiquitado el litigio, tal vez el Sevilla de Lopetegui seguiría con esa exagerada posesión del balón, pero difícilmente habría creado alguna ocasión de peligro. El 1-4-3-3, sin duda, es un maravilloso sistema de juego para que los expertos en análisis piropeen la disposición táctica de las piezas, pero ¿cuántas veces le llega el balón al único delantero? Si es De Jong y un ratito En-Nesyri, pues ninguna en un Sevilla-Alavés.

Y eso ya sí es un dato objetivo, sucedió así y no tiene nada que ver con la especulación. Lopetegui tiene la palabra. Por mucho que la defensa del Alavés también tuviera su mérito, por supuesto que sí, y que cada rival sea un mundo, ¿es mejor ese juego tan ordenado o el torbellino que mostró su equipo en la noche copera con el Levante apenas doce días antes?.

stats