El coloso se llama Sevilla Fútbol Club (2-1)
Sevilla - Manchester United | La crónica
Un gol de De Jong mete a los sevillistas en su sexta final de la Europa League ante un Manchester United que se estrelló contra Bono
Los ingleses parecieron superiores en la segunda mitad, pero este juego es así
El Sevilla tiene un orgullo que es capaz de conducirlo no sólo a escalar un 'ochomil' sino a llegar hasta el cielo incluso si fuera esto posible. Los sevillistas estarán el viernes en su sexta final de la Europa League y repetirán en Colonia a pesar de tener enfrente a un verdadero equipazo de fútbol llamado Manchester United. Pero los hombres de Julen Lopetegui supieron apretar los dientes cuando peor lo pasaron, se encomendaron a un Bono extraordinario y le sacaron rédito tremendo al acierto en un remate de De Jong. Así es el fútbol, dos a uno en el acta redactada por el alemán Felix Brych y el Sevilla sigue optando a un nuevo título continental, algo que, a estas alturas, no puede decirlo ningún otro club español.
Lógicamente, se utiliza la palabra orgullo para describir lo que esta entidad les inocula a sus futbolistas, sobre todo cuando está Monchi ahí entre bastidores, porque una palabra más soez no es algo que cuadre para el estilo de quien redacta estas líneas. Pero el Sevilla es capaz de sufrir como un animal para llegar al momento sublime de gozo por sus triunfos. Es la filosofía que se impone en la entidad y sale a relucir no pocas veces.
Claro que no todo han sido triunfos en la trayectoria del Sevilla en el siglo XXI, concretamente desde que Monchi comenzó a manejar los hilos para reinventarse un año tras otro. También hubo momentos malos, por supuesto que sí, pero esa manera de pelear hasta el último aliento, de no rendirse jamás de los jamases es el mejor método para disfrutar de ese nirvana que alcanzaron todos los que sienten la fe balompédica radicada en el sevillanísimo barrio de Nervión así que todos los relojes se acercaban a las once de la noche.
Porque no había ni un solo sevillista a esa hora que no sintiera su pecho hinchado por lo que habían sido capaces de hacer los suyos frente a todo un Manchester United. Ante un equipo que es capaz de pagar 100 millones de euros, o más, por aquel futbolista que se le antoje al entrenador de turno. Y, ojo, que encima están en un extraordinario momento de juego. Cualquier otro adversario habría hincado su rodilla ante semejante coloso, pero ya se los dijo Jürgen Klopp, que algo sabe de esto, cuando conquistaron su última Liga Europa. “La habéis ganado porque no estaba el Sevilla”, espetó el alemán de las gafitas redondas y en Colonia se demostró que no le faltaba ni un ápice de razón.
Porque el Sevilla fue capaz de sobreponerse incluso a un absurdo penalti cometido por Diego Carlos en el prólogo de todo para acabar con la sonrisa de oreja a oreja. El brasileño llegó tarde a una jugada que había fabricado la clase excelsa de Martial y que había culminado ya con un paradón de Bono a Rashford. Pero el central sevillista, en su afán por tapar el tiro, se llevó por delante al inglés y el árbitro decretó el máximo castigo. Esta vez Bono podía hacer ante el bombazo de Bruno Fernandes y todo se le ponía aún más complicado a los nervionenses.
Pero no, como en el anuncio de la multinacional que equipa al cuadro blanquirrojo, nada es imposible. Julen Lopetegui había partido con la misma alineación que en los dos anteriores partidos contra la Roma y el Wolverhampton. El rendimiento había sido óptimo y los dos litigios había concluidos con sentencias favorables, así que para qué cambiar, pensaría el técnico vasco.
Pero el físico ya comienza a pesar y eso se comprobaría con el transcurrir de los minutos. Sin embargo, el Sevilla, pese a ese tempranero golpe, no se descompuso para nada, siguió con su fútbol de toque y fue capaz de meter al Manchester United muy atrás para proteger a De Gea. Lo hacía, además, sin ningún pelotazo, corriendo riesgos en su defensa, y después distribuyendo la pelota de un costado para otro a través de la manija que Banega comparte con Joan Jordán, Fernando y hasta con Suso para desordenar a los adversarios y que parezca que siempre los blancos juegan con un hombre más sobre el campo.
Así discurría el primer periodo hasta que una de esas internadas de Reguilón era rematada con precisión quirúrgica por Suso para anotar la igualada. El Sevilla había sido capaz de superar el primer mal trago y se iba a ir al intermedio con la sensación de que bueno, el pulso seguía estando en lo más alto por mucho que enfrente hubiera un verdadero coloso en lo físico y en lo técnico.
Tras el intermedio, llegaría la fase de mayor sufrimiento para los hombres de Lopetegui. Muchos de sus futbolistas, empezando por Ocampos y Banega, parecían que se habían quedado sin gasolina y las pérdidas se producían demasiado cerca del área de Bono. Cada balón arrebatado por el United se convertía de inmediato en una ocasión de gol desde que Greenwood tuvo la primera no más reanudarse el juego.
Pero entonces se agigantó la figura del guardameta marroquí para convertirse en el verdadero héroe de la clasificación para la sexta final. El catálogo de paradas de Bono con todo a favor para el delantero fue amplio y extenso. La tuvo Martial en tres ocasiones diáfanas, pero siempre se topó con el portero del Sevilla, que, por cierto, estaba ahí para eso, para demostrar que Monchi ficha hasta porterazos cedidos por un Segunda División.
El Sevilla había sabido capear un temporal y de los fuertes, casi un huracán hasta que Lopetegui tomó decisiones complicadas para cualquier entrenador. Sacó a un Ocampos muy mermado físicamente, también quitó a En-Nesyri y fue moviendo piezas en su afán por fortalecer el armazón del equipo. El tiempo, una vez más, le dio la razón al vasco. Ya había perdonado Brych un penalti a Bruno Fernandes por sacar el codo en una falta botada por Joan Jordán cuando un centro de Jesús Navas dejaba absolutamente solo a De Jong.
El holandés acertó con su remate y el Sevilla no sólo había sido capaz de aguantar al coloso United sino que, además, osaba a golpearlo con dureza. Desde ahí ya se vio a esa escuadra coriácea que atiende a las órdenes de Lopetegui siempre con el triángulo defensivo imperial que componen Fernando, Diego Carlos y Koundé, reforzados además por Gudelj para que todo fuera aún más emotivo. Encima, Banega incluso resucitó e impuso su fútbol de toque para aliviar la presión final. Con semejantes argumentos, los blancos fueron capaces de meterse en su sexta final de esta Europa League.
Contra el Manchester United, sí contra el United, uno de los clubes más ricos del mundo, capaces de fichar al Bruno Fernandes que se les antoje en cada mercado para convertirse en un verdadero equipazo. Pero el coloso, el ‘ochomil’ en esta competición, responde por Sevilla Fútbol Club y los suyos tienen todo el derecho a disfrutarlo, claro que sí.
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