Una clasificación de puro sonrojo (0-0)
Sevilla FC- Cluj
El Sevilla no ejerce de pentacampeón en ningún momento frente al modesto CFR Cluj
Los blancos meten su bola en los octavos de final gracias a una decisión del VAR que vio la mano de Traoré y anuló un gol a los rumanos en el minuto 86
Sevilla/La bola del Sevilla estará en el sorteo de los octavos de final de la Liga Europa, incluso quién sabe hasta cuándo volverá a ser metida en las copas de la UEFA en el presente curso, pero eso no podrá evitar el sonrojo vivido por los suyos en este cruce con el modesto CFR Cluj rumano. La escuadra de Lopetegui se benefició del VAR y del reglamento que establece que cualquier mano en ataque es falta, algo que es así y no tiene más vueltas, porque una pelota que acabó en las redes de Bono camino del epílogo tocó anteriormente en el brazo de Traoré. La suerte fue buena para un pentacampeón que en ningún momento ejerció como tal.
El fútbol tiene estas cosas, le van cambiando los reglamentos y en este caso el beneficiado por ello fue el Sevilla y no hay más vueltas. Pero, ojo, le salió cara porque así está establecido en las normas de este juego cada vez más amanerado, porque el balón golpea en la extremidad superior de Traoré y gracias a ello se queda con él. A partir de ahí parecía evidente que el VAR tenía que invalidar la acción y así lo hizo para suspiro de un sevillismo que reventó al final con una sonora pitada a los suyos a pesar de que el pase ya estaba sellado.
Pero el aficionado tampoco es tan ingenuo y sabe lo que vio en el Ramón Sánchez-Pizjuán, que fue una actuación gris tirando para negra de los suyos, de un equipo que en ningún momento fue capaz de marcarle las distancias a ese CFR Cluj al que le bastó con tener dos o tres conceptos aprendidos y mantener el orden en todo momento para hacer tambalear a una escuadra que presume, con razón salvo durante este litigio, de llevar una escarapela en su manga por haber conquistado en cinco ocasiones la copa que está en juego en esta competición.
La cuestión es si este Sevilla tiene argumentos futbolísticos y dirección desde su banquillo para optar en este curso a colocar un seis en esa parte de las mangas de sus camisetas. Pero esto es harina de otro costal y ahora toca el análisis de lo acaecido en una noche que se caracterizó por el miedo, el pavor incluso, a un batacazo que hubiera sido bastante duro.
Julen Lopetegui, hombre conservador y timorato en sus planteamientos balompédicos, lo evidenció desde el minuto cero, concretamente desde que confeccionó la alineación. Casi los mismos protagonistas que en Cluj, salvo el lesionado Vaclík y Escudero, también casi idénticos a los que tan buena imagen dieron en Getafe con la baja del guardameta checo y Bono en su lugar. ¿Qué es eso de las rotaciones?, ¿qué es eso de dosificar los esfuerzos para que el equipo se mantenga en plenitud de condiciones físicas para no acusar los esfuerzos? Nada, confianza en once peones concretos, ninguna en el resto por lo que parece, no por las palabras, y hasta que revienten.
Y no es que este Sevilla pueda poner en liza a hombres con la calidad de los Daniel, Kanouté, Poulsen y compañía. En absoluto, entre esos once intocables para el entrenador vasco está incluso Luuk de Jong, al que hay que respetar por su esfuerzo en todo momento, pero que carece del más mínimo nivel y hasta es capaz de salvar casi sobre la raya un gol de un compañero, concretamente Reguilón, sin que jamás merme la confianza en él por parte de quien confecciona las alineaciones y se encarga de elegir cada partido a los once que él considera en mejores condiciones.
Respeto el máximo a los profesionales, por supuesto que sí, pero las preguntas se agolpan en la mente de cualquiera que ve el fútbol, sea analista o un aficionado incluso. Los entrenamientos de De Jong y del resto de los titularísimos deben ser una verdadera maravilla, su rendimiento en los vídeos y en la lectura de los datos será superlativo… Pero lo cierto es que sobre el césped la agonía del Sevilla fue insufrible para quienes profesan la fe balompédica radicada en el sevillanísimo barrio de Nervión.
Porque el Sevilla, con esos peones que parecen intocables para su entrenador, con excepciones, por supuesto, porque Joan Jordán en el momento en el que pierde dos balones tiene garantizada una ducha prematura, planteó el juego con mucho respeto al rival. Eso no es malo, pero sí cuando se supera la línea, porque el miedo se huele. Aun así, los blancos controlaron la situación en los primeros 40 minutos, incluso debieron ponerse por delante de no ser porque De Jong y también Fernando en otra ocasión evitaron que la pelota se alojara en las redes de Arlauskis en sendos tiros de Reguilón y Ocampos.
El edificio, sin embargo, era frágil por el pavor y bastó con una pérdida de De Jong en el centro del campo y una falta en el borde del área de Jesús Navas para que se evidenciara. Restaban apenas un minutos más los dos de prolongación del primer periodo y en ese breve espacio de tiempo el CFR Cluj rozó hasta en tres oportunidades el cero a uno, la más clara un cabezazo picado de Boli que no entró porque el central visitante lo picó ligeramente fuera con todo a favor.
El Sevilla era un flan y bastó con un empujón para evidenciarlo y así se arribaba al intermedio. Sin embargo, tampoco el líder de la liga rumana tenía un nivel suficiente para aprovechar ese estado de ansiedad que transmitían los anfitriones por los temores que les llega desde su propio banquillo. El CFR apenas llegó con peligro en la segunda mitad salvo en un disparo de Paun con semifallo de Bono.
La traca final estaba por llegar y aquello pudo convertirse en unas fallas cuando un intento de despeje de De Jong se le quedó a Paun en el borde del área y su disparo se coló por debajo del cuerpo de Bono. Afortunadamente para todos los sevillistas, la pelota había tropezado en la mano de Traoré y por ahí se evitó un sofocón aún mayor, pero el sonrojo no lo mitiga ni el hecho de que el Sevilla vaya a estar en los octavos de final de esa Liga Europa que fue capaz de conquistar con brillantez hasta en cinco ocasiones. ¿El futuro? Quién lo sabe, pero el presente se quedó al filo del abismo.
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