La aldaba
Carlos Navarro Antolín
El rey brilla al defender lo obvio
Real Madrid-Sevilla FC
Nada nuevo bajo el sol o bajo la lluvia para ser más exactos en esta ocasión. El Sevilla sufrió su decimotercera derrota consecutiva en sus visitas al Santiago Bernabéu y, por tanto, se ajustó a la normalidad en ese estadio. Como también es normal que allí, donde juega el Real Madrid, le metan al rival la mano en la cartera, incluso con la ayuda de la tecnología del VAR. Esta vez los sevillistas lo sufrieron con un gol anulado de forma cruel a De Jong con cero a cero en el electrónico, aunque ni siquiera así nadie hubiera apostado un solo euro por la suerte de los nervionenses, que cayeron, todo hay que decirlo, no sólo víctimas de la decisión de Martínez Munuera, porque también el gol arrojó alguna duda por el toque en la mano de Munir, sino también por su escasa capacidad para tomar riesgos en las contras.
Porque el Sevilla, una vez más, abusó del pase de seguridad y de no jugársela en cada acción en pos de hacerle daño a un Real Madrid tan diezmado, a un equipo en el que no estaban Sergio Ramos, Hazard, Benzema y hasta el joven Fede Valverde, la estrella de nuevo cuño. El planteamiento de Julen Lopetegui habría estado cargado de corrección si en el acta final se hubiera consignado un resultado favorable a los suyos, pero no fue así.
Esto es fútbol y en ese caso se buscan las causas que originaron la derrota. Y en el bando sevillista se hallan con mucha celeridad, los forasteros jugaron a verlas venir, a defenderse con la pelota en los pies, cierto, pero sin arriesgarla casi nunca en busca de hacerle sangre al gigante. Tal vez desde ahí quepa entender la decisión de introducir en el once inicial a Gudelj en el lugar de Fernando para que éste ejerciera de volante por arriba en un dibujo muy parecido a un 1-4-1-4-1.
Craso error cuando se pudo comprobar con el transcurrir de los minutos que ésos son muchos metros para el físico del brasileño, que acabó extenuado y tuvo incluso que ver con los dos goles de su compatriota Casemiro, sobre todo en el primero cuando le faltaron las fuerzas para entrar con determinación para recuperar el balón. Se quitaba de su sitio, además, la pieza clave en todo el entramado defensivo de este Sevilla tanto cuando ejerce de local como, sobre todo, de visitante.
Con semejante disposición, se veía a un Sevilla ordenado, valiente en el manejo del balón y que parecía aguantarle el pulso en todo lo alto a este Real Madrid carente de muchas piezas de indudable valor. El pero, y se insiste en ello una vez más, era la incapacidad para salir desde atrás con peligro. Estaban Franco Vázquez, De Jong y Munir como elementos más adelantados y esto impedía que los sustos pudieran producirse por la velocidad de estos hombres. Pero, además, los dos laterales atacaban, es verdad, aunque lo hacían sin mucha convicción y siempre pensando que tenían que volver hacia atrás con más celeridad de la que empleaban para proyectarse.
¿Cuál podía ser la vía, pues, para que el Sevilla plasmase en el marcador ese control que parecía ejercer sobre el juego? El balón parado o alguna acción de rebote, no había otra. Incluso así, debió hacerlo sobre la media hora, un córner sacado por Banega fue cabeceado por De Jong después de un bloqueo de Gudelj a Militao de esos que se han importado desde el baloncesto o de otros deportes que se juegan con las manos. La acción parecía perfectamente legal, el serbio ni siquiera había desplazado su cuerpo para impedir que el central madridista pudiera defender la jugada, pero aquello es el Santiago Bernabéu y ahí las decisiones nada tienen que ver con la justicia.
Martínez Munuera, que había dado validez al gol en directo, se fue al monitor y para sorpresa generalizada, tal vez incluso para el más acérrimo de los madridistas, léase algún comentarista de la televisión propietaria de los derechos de retransmisión del litigio, hacía el símbolo del televisor con sus manos y pitaba falta. ¿Increíble? Tal vez sí, pero lo es menos en el escenario que sucedían las cosas y a favor del equipo que se benefició. Recuérdese que allí, antes del VAR, le pitaron un penalti a favor al Real Madrid por empujón de un futbolista suyo a otro, así que…
El partido continuó, se habían disputado sólo 30 minutos y ya pertenece al mundo de las bolas de cristal saber qué hubiera pasado en adelante. Lo que sí es seguro que no sucedió es que el cuadro de Lopetegui cantara bingo poniéndose por delante en el marcador, algo que tal vez le hubiera venido de maravillas para su fútbol de pases de seguridad, pues igual y el Real Madrid hasta se hubiera desesperado corriendo detrás de la pelota.
Pero como no fue así y Martínez Munuera vio lo que nadie había apreciado, pues todo arribó al intermedio con un cero a cero. El Sevilla no iba a cambiar el planteamiento para nada, pensaba seguir así hasta el final, se supone, hasta que fue castigado en una acción manifiestamente evitable. Fernando acusó tanto los kilómetros de esfuerzo como el miedo a una falta en el Bernabéu y entró con menos ímpetu que otras veces en el borde del área, Jovic se inventó un taconazo de riesgo, sí de riesgo, pues podía perder el esférico, y Casemiro se aprovechó de la mala praxis defensiva de Reguilón y Gudelj en el cierre.
Uno a cero para el Real Madrid y todo parecía ya muy cuesta arriba para los sevillistas, pero éstos sí fueron capaces de rebelarse contra su suerte y en una jugada embarullada, en la que también pudo haber mano de Munir, tan involuntaria como sancionable, De Jong protagonizó su mejor acción desde que viste de sevillista. Excelente gol del holandés y el panorama podía cambiar.
Pero tardó tan poco en virar de nuevo hacia el lado madridista que todo se convirtió en una ilusión óptica. Casemiro volvió a aprovechar la actitud dadivosa de Reguilón, primero ante Lucas Vázquez, y de Koundé, después a la hora de cerrar el remate. El medio centro brasileño conseguía dos goles, el mundo al revés, para ejecutar a un Sevilla que volvía a caer en el Santiago Bernabéu, aunque el debutante En-Nesyri pudo volver a igualar a sólo un minuto de concluir el tiempo reglamentario. Como siempre, vaya, aunque en esta ocasión tuvieran mucho que ver tanto el árbitro como el exceso de pases de seguridad imperante en el estilo marcado por Lopetegui.
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