Reivindicación de un buen Sevilla (1-2)

Copa del Rey | Atlético de Madrid-Sevilla

La escuadra de Montella demuestra en el Wanda que es capaz de derrotar al Atlético a través del orden y de un trabajo colectivo.

Los sevillistas tendrán ventaja en la vuelta tras remontar el gol de Costa.

Correa celebra el segundo gol del Sevilla
Correa celebra el segundo gol del Sevilla / EFE
Francisco José Ortega

18 de enero 2018 - 08:34

Este Sevilla tiene sangre en las venas y fútbol en las piernas de quienes deben encargarse de defender su escudo. La escuadra de Vincenzo Montella demostró en su comparecencia en el temido Wanda Metropolitano que posee la materia prima necesaria para conformar un buen cesto, aunque para ello deba repetir actuaciones corales como ésta. Porque los hombres de negro conformaron esta vez un verdadero equipo, con cada elemento dispuesto a aportar al colectivo lo que éste le demandaba para que la máquina funcionara a la perfección y fuera capaz de derrotar a ese Atlético que aspira a pelearle el título de Liga al coloso Barcelona.

El fútbol es así y por ello es tan complicado de ser explicado si uno apela a la lógica cartesiana. Cuando menos lo esperaban los sevillistas, cuando hasta el más acérrimo seguidor de la fe balompédica radicada en el barrio de Nervión, muy dentro de la Sevilla actual, consideraba que los suyos serían los perdedores en los dos asaltos de esta eliminatoria copera, la pelotita, ese objeto redondo tan caprichoso, se encargó de conducir la cosa hacia donde ninguno de los vaticinios apuntaban. La ida de los cuartos de final de la Copa fue para el Sevilla, aunque nada está dicho cuando enfrente se sitúa la tropa de Diego Pablo Simeone.

Pero más allá de la clasificación o no para las semifinales, que para eso aún restarían 90 minutos y hasta 120 si fuera necesaria una prórroga, lo importante fueron los tres puntos que se litigaban en el Wanda. Claro que sé que en la Copa no se reparte semejante botín, hasta ahí podríamos llegar, pero se trata de un análisis imaginario en este caso en el sentido de la inyección moral que pueden recibir N’Zonzi y compañía para no sentirse como un grupo de apestados y sí como ese colectivo de buenos futbolistas que integran. Para ello, indudablemente, es fundamental que sean bien entrenados y que sean dispuestos de una forma coherente sobre el terreno de juego.

El Sevilla que fue capaz de derrotar al Atlético en el Wanda, algo que hasta ahora sólo había podido hacer el Chelsea en la Liga de Campeones, se distinguió precisamente por eso, por moverse como un bloque y por saber interpretar el juego de manera lógica. Con tan poquito bastaba, pero es que es así, que este deporte se encargan de complicarlo sobremanera los llamados hombres de fútbol cuando, apelando a la sentencia del malogrado Vicente Cantatore, consiste simplemente en poner los medios adecuados para sumar un gol más que el adversario. Para ello, Montella sí apeló esta vez a los mejores futbolistas con los que cuenta en su plantilla, siempre con la teórica salvación de un Kjaer que debería ser uno de los centrales. En teoría por supuesto.

El resto era un Sevilla basado en dos líneas de cuatro con el Mudo Vázquez, el mejor para esa posición a años luz del segundo clasificado, haciendo el enganche con el delantero. Por primera vez en mucho tiempo, los negros, porque así era la indumentaria utilizada en esta ida copera, se movieron como un bloque con un N’Zonzi imperial, que ya era hora, en la línea del centro del campo. La zaga, con Corchia, Mercado, Lenglet y Escudero, se preocupaba mucho más por defender, como es su obligación, que por atacar, aunque las salidas por los dos laterales también fueron muchas; N’Zonzi comandaba el eje con el apoyo de Banega en el tratamiento del balón, mientras que en las bandas se ubicaban el trabajador Sarabia y un Correa irregular pero que al final se redimió con su gol del que errara en el primer periodo; y, aparte del ya analizado Vázquez, arriba demostraba Muriel que le pueden sacar provecho a pesar de ser tremendamente inocente conforme se va acercando al área rival.

Con semejante planteamiento, un 1-4-4-2 cuando les tocaba protegerse y un 1-4-2-3-1 a la hora de intentar llegar hasta Moyà, el Sevilla controló el juego desde los primeros compases. Sarabia, de hecho, ya pudo adelantar a los suyos en el minuto 9 con un disparo bombeado cargado de buenas intenciones. Pero el rival era el Atlético, sí el Atlético de Diego Costa, Griezmann, Vitolo y el resto de las estrellas que tiene a su disposición Simeone, y sólo un iluso podía pensar que no se acercaría hasta Sergio Rico con aviesas intenciones. Eso sí, sólo lo consiguió en las faltas que tuvo en las diferentes zonas del campo sevillista. Ahí sí generó peligro y hasta obligó a Sergio Rico a un paradón espectacular en el minuto 19 en un cabezazo de Diego Costa.

Correa tira a puerta ante Moyá
Correa tira a puerta ante Moyá / EFE

Pero el fútbol de unos y otros no era para que el Sevilla fuera castigado tan pronto. Al contrario, los hombres de Montella se atrevían a tocar el balón para evitar la presión rojiblanca y hasta protagonizaron una jugada que los debió poner por delante poco antes de la media hora. Un robo del Mudo Vázquez en su propio campo originó una contra rapidísima que pasó por Sarabia y acabó con Correa frente a frente de Moyà, pero el argentino fue ingenuo en su definición y permitió que el guardameta rival se le echara encima y tapara la portería. Se había esfumado la primera gran oportunidad visitante, aunque después llegarían otra opción de Correa con un pésimo centro y un paradón de Moyà a Escudero en un disparo lejano.

El Sevilla se iba al vestuario con la sensación de que debía ir por delante y, lo que es más importante, empezando a creerse que es capaz de conformar un muy buen equipo de fútbol. Pero esto es la Copa y las emociones en este torneo son aún más fuertes, si cabe, que en donde prima la regularidad. El cuadro de Montella partió tras el intermedio con ambición, hasta disparó con intención Sarabia no más comenzar el segundo acto, pero el peligro del Atlético, con Correa en el lugar de Vitolo, comenzaba a ser cada vez más evidente, sobre todo porque ya casi todo se desarrollaba en las cercanías de Sergio Rico.

Hasta que un rebote, una jugada con una resolución inesperada, puso por delante a los locales gracias a un zurdazo de Diego Costa. En otro momento, a este grupo al que se le cataloga de frío, se le hubiera venido el mundo encima, pero el fútbol fue justo esta vez con los nervionenses. Jesús Navas lanzó un centro que se envenenó con Lucas Hernández y Moyà se encargó de colocar la igualada. Tan rebote como el 1-0, así que lo uno por lo otro.

La diferencia estuvo a partir de ahí, cuando el Sevilla sí fue capaz de mantener la compostura y no sólo no permitió que el Atlético llegara a asustarlo en el tramo final sino que incluso lo golpeó con el gol de Correa tras un gran toque de cabeza de Ben Yedder. Está claro que nada es definitivo con este 1-2, que resta otro partido en Nervión el próximo martes, pero lo más importante fue comprobar que este Sevilla sí tiene mimbres para conformar un buen cesto. Es cuestión de seguir trabajando en ello.

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