Real Sociedad-Sevilla: La voltereta de Mendilibar
Sevilla FC | La previa
El Sevilla despide la temporada henchido de euforia por la gesta coronada en Budapest y entre los ecos de una fresca celebración que tuvo su epicentro en el vizcaíno, aún no renovado
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El Sevilla cierra hoy su temporada más extraña... y más extática. El artífice del éxtasis total en el que anda aún el sevillismo tiene nombre y apellidos y ha coronado su gesta con una humanidad tan fresca y natural que se ha terminado de ganar a una afición que hace dos meses y medio temblaba en sincronía con el temblique del club. Lo reconoció Pepe Castro en el Salón de los Espejos del Palacio de San Telmo, entre los ecos del triunfo de Budapest: "Todos estábamos asustados porque estábamos coqueteando con la Segunda División". Pero aquel 21 de marzo apareció José Luis Mendilibar Etxebarria para envolver con su capa de taumaturgo al enfermo febril y curarle la enfermedad del miedo.
En apenas 72 días, desde aquel 21 de marzo al ya histórico 31 de mayo de 2023, Mendilibar le dio la vuelta al club como a un calcetín. En todos sus ámbitos: el deportivo, el social y el económico, porque con los más de 13 millones de euros (sin contar la variable del market pool) que se embolsa el Sevilla por ganar la Europa League enjuga parte de los finiquitos que tuvo que pagar a Julen Lopetegui y a Jorge Sampaoli. Y con la clasificación directa para la Champions (16 millones garantizados sólo por jugar la fase de grupos) termina de cerrar la hemorragia económica abierta con el pésimo plan inicial.
Su hazaña en el Puskas Arena fue la última salva de su cañón futbolero, con el que empezó a despertar las taciturnas y alicaídas conciencias sevillistas en aquel parón liguero en el que comenzó a cogerle el tino a un club de la dimensión del Sevilla, el segundo grande que dirigía tras su fugaz aventura en el Athletic de Bilbao en el verano-otoño de 2005. Ha sido la voltereta de Mendilibar, una figura acrobática y festiva que tuvo su origen en en Ipurua y que repitió entre saltitos infantiles sobre el césped de Nervión en plena fiesta por la séptima, un logro inconmensurable, al que sí pone su rotunda firma la esencia de un club que se transmuta en su torneo, pero imposible de imaginar el 19 de marzo, cuando el Sevilla de Sampaoli caía en Getafe presa de su ataque de vértigo ante el abismo.
Del papelito de Sampaoli a la incónica voltereta
Es la voltareta que le pidió Dmitrovic con su acento abrupto y al son del Yellow submarine de los Beatles que puso fondo melódico a uno de los himnos de otra primavera sagrada del sevillismo. "Mendilibar nos lleva a Budapest", resuena aún.
El viejo zorro vizcaíno, ahora que se mira el calendario sin miedo, cercenó con su frescura y su fútbol de quilates nunca bien ponderados y simplificados sobre el tópico del juego directo, la anarquía que se había instalado en el equipo –ay, los numeritos del papelito de Sampaoli en el Camp Nou y ante el Osasuna–.
Y de aquel desatino devenido en locura sin sentido se pasó a un Sevilla transformado en un equipo de fútbol en el que aquella banda de viejos veteranos desquiciados era capaz de volver locos al Manchester United y a la Juventus, con el Sánchez-Pizjuán convertido en un manicomio de pasión desmedida, e incluso de sacar de quicio a ese especialista en soliviantar al rival como José Mourinho, al que puso en evidencia ante el mundo entero.
Si queda séptimo no habrá español en Conference League
Hoy comparece el Sevilla de Mendilibar por última vez esta temporada, en Anoeta. Lo hace ya sin nada en juego. Bueno, en realidad el Sevilla aún aspira a terminar séptimo, un logro que privaría al fútbol español de un participante europeo vía Conference League, que se quedaría sin representante de la Liga.
Pero no está este equipo, resacoso, ronco de cantar y con agujetas de dar saltos de alegría, para ir fastidiando a nadie, por mucho que por esos campos de España le cantasen "a Segunda" y haya escuchado todo tipo de mofas cuando atravesaba su peor momento. En Anoeta, en cambio, gracias a la voltereta de Mendilibar, la Real Sociedad le hará el pasillo de campeón al equipo que ha protagonizado la gesta de la séptima...
Pasillo al 'txuri urdin' Mendilibar como regalazo
Paradojas de la vida. El técnico de Zaldívar, localidad vizcaína del Duranguesado muy pegadita a los predios de Guipuzcoa, junto a su querida Éibar, será agasajado por su equipo del alma, porque pese a que llegó a coincidir con Luis de la Fuente en el Bilbao Athletic a finales de los 70 y a que fue entrenador en San Mamés en 2005, Mendilibar es txuri urdin de corazón, de los que celebró los títulos ligueros de la Real Sociedad de Arconada, Celayeta, Górriz, Alonso, Zamora, Idígoras, Satrústegui...
Será un momento especialísimo, coincidiendo con el día de la despedida de Illarramendi, para este técnico de 62 años, al que el fútbol le tenía guardado este regalazo como premio a su autenticidad. Un hecho impensable cuando, al final del invierno, Monchi se acordó de un técnico en paro que ahora vive su particular primavera como Julio César del Sevilla. Sólo cabe esperar que se cierre su renovación y no tenga que recitar el "tu, quoque, filie?", mientras recibe las puñaladas de la traición. Porque la gesta imposible, que tanto recuerda a la eclosión de Eindhoven, tiene nombre y apellidos.
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