Real Madrid - Sevilla: Sergio Ramos, leyenda del Bernabéu y baluarte de la fe sevillista
La previa
El equipo de Quique Flores, tras su buena racha de febrero, busca el milagro de dar el golpe en un partido con todos los focos en el central camero, recibido como una leyenda madridista
Una cuestión de fe. No de otra forma puede afrontar el Sevilla la casi siempre frustrante visita del equipo de Nervión al Real Madrid. Y ahí están los precedentes históricos para recordar la dificultad de la empresa: en 85 visitas oficiales, entre todas las competiciones, sólo en nueve ocasiones salió victorioso el Sevilla de su visita al gigante blanco de la capital de España. Una de ellas supuso un título, la Supercopa de España que ganó aquel equipo de leyenda que concatenó cinco entorchados entre mayo de 2006 y agosto de 2007, justo antes de la muerte de Antonio Puerta y con Sergio Ramos dedicándole un gol, al cabo inútil, a José María del Nido.
Fue uno de los tres únicos triunfos que contempla el recorrido histórico del equipo blanquirrojo, que ni siquiera en este siglo de kilos y kilos de plata y de presencia en la élite europea pudo enderezar esa fea dinámica de salir frustrado de Chamartín. En el actual contexto, con el Real Madrid como incontestable líder de la Liga desde su goleada sobre el rebelde Girona y el Sevilla aún mirando de reojo los puestos de descenso, más que de fe habría que hablar de milagro. Claro que éstos son cuestión de fe. Se cierra el círculo de esa proposición.
Para más inri, el anfitrión recibe al Sevilla de Quique Sánchez Flores con la confianza que le da estar atravesando la mejor racha de Carlo Ancelotti sin perder en la Liga. Hasta 19 partidos consecutivos llevan los blancos sumando, con 14 triunfos y cinco empates que lo han destacado en la cima de la clasificación. Así que el Sevilla acude al Santiago Bernabéu más como un acto penitencial, en este segundo domingo de Cuaresma, tiempo de preparación espiritual para la Semana Santa y la Pasión que celebra Sevilla en la incipiente primavera, que como un simple pulso deportivo. Claro que el fútbol siempre guarda alguna sorpresa inesperada y si los equipos de Joaquín Caparrós o Manolo Jiménez lograron los últimos triunfos ligueros en este siglo con equipos netamente inferiores que el Real Madrid, por qué no se va a pensar en un tercero...
El triunfo se hace impensable, pero de lo inesperado se nutre este deporte y además Quique ya ha logrado darle al Sevilla una identidad sobre los pilares de la solidez y un juego más vertical y directo que se apoya en esa verdad futbolística que se viene expresando desde la epifanía de Isaac, el estandarte de este equipo tan falto de referencias, más allá del halo de Jesús Navas o Sergio Ramos. Y no es cuestión de meter presión al delantero lebrijano de 23 años, que acaparará buena parte de los focos en Madrid, donde sorprendió su partidazo ante el Atlético hace dos jornadas. Para atraer focos y responsabilidades ya está Sergio Ramos, el hombre que será recibido por primera vez en el Bernabéu desde su marcha del Madrid en la primavera de 2021, tras su desacuerdo para renovar con Florentino Pérez.
En Madrid sólo ven que llega el Sevilla de Sergio Ramos, una leyenda allí, y no el Sevilla de Isaac y En-Nesyri, la dupla que sobre la que Quique comenzó a levantar esta nueva versión en la que es clave su presión, sus desmarques y sus carreras sin desmayo, hasta que les aguantan las fuerzas. En Mestalla ya se vio que todavía le falta mucho a este grupo para tener la confianza de golpear y zarandear a los rivales, aunque también optó por esa versión rácana Quique en Valencia para evitar una derrota que, a priori, se iba a sumar a la que se da por segura en Chamartín. Y dos derrotas seguidas iban a ser un golpetazo duro en un equipo que todavía está levantándose de sus cenizas.
En el Bernabéu debe mantener la solidez de los últimos partidos, también en Mestalla, pero soltando amarras, amenazando a un Madrid que tiene las mismas siete bajas que el Sevilla y que anda con problemas en la zaga. No asustar al coloso blanco es darle rienda suelta a su pegada, a su tremenda capacidad para desequilibrar. Objetivamente es casi imposible incluso sacar un punto que sería oro. Oro puro más para la confianza que para la clasificación. Pero en el fútbol sí existen los milagros y parece que a priori hay poco que perder, así que la fe debe ser el único camino.
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