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Real Madrid - Sevilla
La maldita sincronía del doble 13, trece visitas oficiales perdiendo en el Santiago Bernabéu y trece años desde la última victoria allí, en diciembre de 2008, debería ser motivo suficiente para que el Sevilla saliera con el cuchillo entre los dientes este domingo en Valdebebas. Sin embargo, por si le faltase algún perejil al guiso de todo lo que hay en juego en la Liga y lo que significa siempre un enfrentamiento con el Real Madrid, hay un trasfondo visceral que mueve las entrañas del club de Nervión en los que lo rigen desde sus diferentes solios. Y en todos los casos tienen en Florentino Pérez una figura para dibujarla sobre la diana de las motivaciones revanchistas.
Hay demasiadas cuentas pendientes entre el Madrid de Florentino Pérez y el Sevilla de José Castro, Monchi y Julen Lopetegui. Aunque indirectamente, el trato que dio el mandamás madrileño al técnico guipuzcoano fue la vía que encontró el director deportivo sevillista para elegir al mesías de la redención en su regreso a Nervión. Ahí sí que hubo un acierto en todo el corazón de la diana. Pero recientemente se han incrementado esas motivaciones viscerales, con el terremoto de la Superliga, que sigue latente en la mente de Florentino por mucho que la UEFA ya haya metido otra vez en su redil a nueve de las doce ovejas descarriadas. La frustrada rebelión de los ricos tuvo en el Sevilla una voz muy autorizada de oposición. Y su nítida postura en contra de ese engendro es también un arma arrojadiza a usar en la lucha deportiva, con tantas cuentas pendientes como tiene el Sevilla con el Real Madrid.
Si a nivel continental las claras posturas en contra de la Superliga de Bayern Múnich, Borussia Dortmund o PSG, cada uno con sus motivaciones, intereses y presiones internas, que seguro que las tienen –Adidas como patrocinador máximo de UEFA y del Bayern no es ajeno a esto–, fueron referencias de primer orden, en el plano del fútbol nacional lo fue la postura del Sevilla, que se hizo esperar. Hasta las 20:45 de aquel lunes de tensión tras la declaración de guerra de la Superliga no se expresó el club de Nervión, con un comunicado que rechazaba de plano esa institución y lo que significaba. “Va contra nuestro ADN competitivo”, llegó a decir la nota pública sevillista.
Unas horas antes, Vozpopuli sacó un presunto trapo sucio de Florentino: había impuesto al Atlético de Madrid sobre el Sevilla, pese a que los grandes inversores norteamericanos y asiáticos que sustentaban con el dinero el monstruo oligárquico, los socios capitalistas del asunto, preferían al club de Nervión por el mayor potencial económico, a largo plazo, que veían en él respecto al club colchonero. Puede que aquello sonara a exageración o puede que no.
Lo cierto es que el Sevilla pisó con pies de plomo en aquellas horas trascendentales y meditó muy mucho qué decir y cómo, entre otras cosas porque se sabía en las quinielas de los clubes susceptibles de unirse más tarde o más temprano, con o sin beneplácito de Florentino, a ese club de pijos ricos. Pero su no fue rotundo, llamativo, poderoso. Y sonó a guantazo en la cara al factótum de esos grandes capitales que quieren hacer un trust del fútbol de élite, Florentino Pérez.
Lopetegui no es un convidado de piedra en este lío visceral. El técnico ya ha explicado muchas veces cómo se sintió traicionado en aquellos días previos al Mundial en los que Florentino no pudo evitarla filtración de que era el elegido como técnico del Madrid tras la huida de Zinedine Zidane. Pero, para más inri, tras convertirlo en el enemigo público número uno de todo el que no fuera madridista, lo despachó en octubre.
En el Madrid post Cristiano Ronaldo, se encontró un vestuario por rehacer, con Modric lesionado, con Isco, uno de sus pilares para la reconstrucción, con una inoportuna apendicitis... Y los resultados inmediatos le dieron la espalda. Colonia supuso su particular redención con el Sevilla. Pero las tres veces que se ha medido al Madrid hincó la rodilla. En Nervión, en sendos ejercicios de impotencia, y allí con la presión habitual del Bernabéu sobre el dubitativo Martínez Munuera. En Valdebebas, sin público y con muchísimo en juego, le llega la oportunidad para su íntima revancha...
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