Quique Flores versus Víctor Orta: lacerante disyuntiva del sevillismo

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Quique Flores, en el centro de un grupo en el que se ve a Mariano, Rafa Mir o Joan Jordán, entre otros.
Quique Flores, en el centro de un grupo en el que se ve a Mariano, Rafa Mir o Joan Jordán, entre otros. / José Luis Montero

Pasados los ecos de otro derbi que dejó el sabor agridulce de un empate algo conformista que redunda en el apotegma de que el Sevilla no pierde los derbis cuando es netamente peor que el Betis, el sevillismo ya mira la temporada que viene con las carnes abiertas. Después de dos temporadas salvadas por la solvencia de dos técnicos veteranos que, en principio, no contaban con el beneplácito del comité de dirección, más allá de la urgencia, la tercera temporada desde el declive que inició el equipo en enero de 2022, todavía con Julen Lopetegui, produce pavor por la concurrencia de dos factores clave: la enorme crisis económica y el obligado recorte que reducirá casi a la mitad el gasto en la plantilla y la incógnita del proyecto que tendrá en sus manos Víctor Orta tras un primer curso dudoso.

Con la salvación amarrada a falta de la certificación matemática, tanto por el bien hacer de Quique Sánchez Flores al frente de una plantilla muy cogida con alfileres como por la falta de competitividad de los rivales de la zona baja, llega la hora de pensar en el próximo proyecto. Y ahí la figura del entrenador puede coger fuerza en las cinco últimas jornadas, según la imagen que dé el Sevilla, frente al director deportivo que ya dirige la próxima planificación.

El caso de Mendilibar de trasfondo

Se trata de un nuevo proyecto en el que pesa lo que ocurrió con José Luis Mendilibar hace un año, cuando el comité de dirección apostó por su renovación sin creer del todo en su figura. Pesó el hecho, nada baladí, de que no sólo había sacado del atolladero del descenso al Sevilla con solvencia sino que le dio margen para inmiscuirse de lleno en la Europa League hasta realizar el milagro de Budapest. Era casi imposible no renovar al vizcaíno, pese a que el único que creía en él de veras fue su mentor para traerlo tras la destitución de Jorge Sampaoli, Emilio de Dios, despedido hace tres semanas.

Puede que esto pese en la conciencia de José María del Nido Carrasco y de Víctor Orta, que no quieren verse en la tesitura de tener que empezar un proyecto radicalmente nuevo, partiendo de tabla rasa, con un entrenador que ha dado muestras de no estar uña y carne con el director deportivo. No fue Orta el que lo trajo después de que le saliera rana su estrambótica apuesta en Diego Alonso, un neófito en las competiciones europeas para un equipo que era un gigante con pies de barro en una situación límite. Y eso también ofrece un trasfondo peliagudo.

El sevillismo sí apuesta por Quique

Que existe una lacerante disyuntiva entre Quique y Orta ante la afición es obvio. El sevillismo de a pie, el que no toma decisiones pero está ojo avizor a todo lo que ocurre, confía más en el madrileño porque ha entendido que con el grupo humano que tiene entre manos no puede hacer mucho más. O no ha podido mientras el equipo estaba al borde del abismo.

En las últimas semanas ha repetido Quique que espera que una vez superada la tensión del peligro de descenso “se suelten los chicos”. En el derbi sorprendió la salida valiente, agresiva, jugando en el campo contrario con presión y juego combinativo... hasta la lesión de Isaac. Y eso que se encontró con las bajas inesperadas de Gudelj y Óliver Torres, lo que lo obligó a apostar por el único fichaje de invierno con el que está contando, Agoumé. ¿Fue la primera puesta en escena de ese nuevo Sevilla liberado de presión?

Una decena de futbolistas que no cuentan

A Quique se le ha recriminado que no tuviese un plan B de su base de 5-3-2 amparado en la solidez y el fútbol directo en busca de En-Nesyri e Isaac. También se le ha justificado esgrimiendo la parquedad de una plantilla en la que no cuenta una decena de jugadores: Marcao, Nianzou, Joan Jordán, Hannibal, Januzaj, Mariano, Rafa Mir, Lamela, Véliz..., Agoumé... Muchos heredados y otros fichados por él. Y Orta debe defender su nuevo proyecto a sabiendas de que el actual entrenador no se casa con nadie y ahí están los casos de Hannibal o Véliz, fichados en enero más para cubrir el expediente que como solución necesaria.

Ahí Quique lo tuvo claro, tiró de su guardia pretoriana y no dudó en orillar a los fichajes de Orta. La separación es clara y estos cinco partidos pueden hacerla más obvia. ¿Y qué puede hacer el gestor técnico ante ese peligro? Hilar muy fino para tener el máximo acierto en el nuevo proyecto de un Sevilla que ya se asomó dos veces al abismo. Un proyecto en el que parece que no estará Quique. ¿O acaso sí es posible el consenso entre el entrenador y el director deportivo y no hace falta disyuntiva alguna?

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