Quedan dos balas, pero con tan poco fútbol...
Desde mi córner
Un penalti absurdo de Delaney le cambió la noche a un Sevilla que es colista de su grupo
Perdió Nervión su condición de fortín y vio el Sevilla cómo las posibilidades de continuar en Champions han disminuido considerablemente. El segundo penalti de Delaney fue el punto donde se originó la catarsis de volver de revés una noche que iba sobre ruedas. A partir de ese momento, el partidos enloqueció para que el Lille pescase en unas aguas demasiado revueltas mientras que el Sevilla corría con más corazón que fútbol.
Es una cita crucial y tras la derrota del Salzburgo en Alemania, el grupo se ha apretado y ya la primera plaza no se apreciaba tan lejana. Hay que ganar al campeón francés y el Sevilla sale muy concienciado, va a cada balón muy motivado y al cuarto de hora se beneficia del error que comete el portero galo para que Ocampos abra la cuenta. Son momentos en los que el Sevilla se muestra abrumadoramente superior al Lille, que apenas sale a tierras extrañas.
Ocurre que el partido va a entrar en una dinámica enloquecida que no le va bien a los de Lopetegui. Ya las cosas territoriales están más repartidas y cuando Delaney hace su segundo penalti de la noche, éste sí es penalizado y el Lille empata. ¿Por qué tantos penaltis en el área sevillista? Es una cuestión que habrá de resolver Lopetegui en su laboratorio de la carretera de Utrera, ya que cuatro penaltis en cuatro partidos y todos en Nervión es para hacérselo mirar.
Nada cambia y en la continuación todo se ennegrece con el segundo gol francés. Queda un mundo por delante, Lopetegui agota el cupo de cambios, pone mucha vocación atacante en cancha, pero el Sevilla atropella la razón mediante un juego a trompicones que facilita la labor al ordenado sistema defensivo francés. Ahora sólo resta aprovechar las dos balas que restan y aunque la misión se antoja complicada, nada es imposible cuando nada está definitivamente perdido.
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