Las Rozas-Sevilla
De golpe, el otoño y la Copa
Sevilla FC
La regresión en el umbral competitivo del Sevilla se resume en una palabra repetida entre el domingo y este lunes que tanto recorre las conciencias como define el sufrimiento que la afición se resigna a asumir por segunda temporada consecutiva: “Puntito”.
El diminutivo le da un toquecito de buena acogida a la vez que aleja más la filosofía de máxima ambición que llevó a este club a ganar once títulos y a disputar veintiuna finales en este siglo. A muchos no les gustará la cita porque el personaje ya es historia, pero a lo mejor por eso mismo está bien recordarlo. Monchi decía que un simple empate del Sevilla se lo tomaba “como una crisis” y que le impedía conciliar el sueño.
Con cinco partidos disputados y uno pendiente con el Atlético que el propio entrenador dio a entender que si se hubiera jugado la derrota estaba, por decirlo de alguna forma, asegurada, el mensaje en este inicio de campaña se antoja apresuradamente derrotista. Dijo Mendilibar que el parón le vino bien al equipo porque “no se sabe qué hubiera pasado” de haberse disputado el choque en el Civitas Metropolitano. Ahora al sevillismo le tocaba celebrar un punto sumado ante una de las peores versiones del Osasuna de los últimos años en El Sadar, un estadio difícil por naturaleza, pero que esta temporada había visto cómo los de Arrasate habían cedido una derrota en cada una de sus tres comparencias, dos en la Liga y una en la Conference League.
El eximente es que el equipo de Mendilibar está en fase de crecimiento, que está en plena construcción, pero todos los clubes han tenido el mismo tiempo, el mercado cerró el mismo día para todos y si va más retrasado es responsabilidad de sus dirigentes.
El Sevilla tiene el cuarto mayor límite salarial de la Liga, la nueva vara de medir el potencial de las plantillas o de los proyectos junto a los presupuestos de toda la vida. Con un once de circunstancias, Mendilibar logró arrancar un punto ante un rival duro en un partido que igual pudo ganar que perder, pues no hay que olvidar que las mejores ocasiones fueron de los locales, sobre todo el remate de Chimy Ávila ante Nyland que mandó a las nubes con todo a favor para batir al noruego.
No es una crítica al entrenador en una semana en la que además –no se entiende por qué– ha recibido palos a diestro y siniestro. Demasiado tiene el viejo zorro de Zaldívar con tratar de poner orden y armar un equipo en una plantilla con todavía bastantes carencias y envejecida en puestos de riesgos. Tampoco es una bofetada a quienes ocupan los puestos de dirección, que ahora han de limitarse a esperar (hasta enero) para reforzar lo que se detecte defectuoso pero, ojo, sí deben mantener la calma. Ahora mismo, digamos que cobran por eso, por tener la cabeza fría y no comportarse como forofos con dos pistolas en las cartucheras.
El puntito en Pamplona lo que sugiere es una reflexión sobre el Sevilla que era y el Sevilla que es. El Sevilla que hacía enorgullecerse a los suyos y el que crece desde un empate trabajado ante el Osasuna que invita a pensar en el optimismo de cara al futuro. También la segunda portería a cero en la Liga. Una visión muy pobre cuando esta misma temporada Mendilibar puso a los suyos como motos y fueron capaces de plantarle cara al Manchester City en la Supercopa.
Un empate en El Sadar puede celebrarse o provocar una crisis. A Juande Ramos, el año que el Sevilla rozó el título de Liga y se topó con Iturralde en Mallorca, se le puso como los trapos cuando sacó en Pamplona un once con Hinkel y Chevantón y dejó fuera nada menos que a Palop, Daniel Alves, Escudé, Adriano, Poulsen y Kanouté, que jugó sólo 14 minutos pese a que el marcador junto a aquellos montes navarros registraba un 0-0 que, como el sábado, no se movió.
También te puede interesar
Lo último
Investigación y Tecnología
Los beneficios del yoga invertido que potencian la concentración y ayuda a reducir el estrés