La previa: La hemorragia del Sevilla requiere urgente cirugía
Sevilla-Villarreal
Nervión afronta en un contexto prebélico una cita de urgencia en la que está en juego no ya la confianza en Diego Alonso, sino el proyecto en vísperas de la Junta de Accionistas
Castro, Del Nido Carrasco y Carolina Alés denuncian las pintadas por delito de odio
Los canteranos Darío, Manu Bueno e Ibra, en una convocatoria de 22 con nueve bajas en el Sevilla
Lo del Sevilla no es una crisis. Es la madre de todas las crisis. En lo deportivo, en lo económico, en lo social... y sobre todo en lo anímico, el club, su entorno, sus accionistas y su militancia de base están atravesando el peor momento de este siglo XXI. Se dice pronto esto, cuando se acaban de cumplir seis meses de la otra cara de la moneda. El viernes se cumplió el medio año de aquella eclosión de euforia desmedida e inesperada, que incluso recordó por momentos a la primera de Eindhoven, con la sorprendente epifanía de José Luis Mendilibar que tuvo la cima de la final de Budapest ante la Roma de José Mourinho. Parece que fue hace un siglo.
De entonces acá, la hemorragia que se abrió en 2022, desde que se le empezó a caer el equipo a Julen Lopetegui poco después de tutear al Real Madrid por el liderato y coincidiendo, más o menos, con la lesión de Fernando y el palito a Joan Jordán, la sangría ha sido continua, salvo aquel torniquete de urgencia que aplicó Mendilibar y que ha vuelto a reventar. La marcha de Monchi, la renovada belicosidad accionarial de Del Nido, ahora apoyada mayoritariamente por la deriva institucional del club y la deportiva del equipo, la llegada de Víctor Orta, la precipitada destitución de Mendilibar, la elección de un nuevo técnico, el tanteo frustrado a Marcelino y la incapacidad continuada de Diego Alonso de ganar ni un partido. Porque contar como triunfo el logrado en aquel entrenamiento en Quintanar de la Orden, ante un equipo de la sexta categoría nacional, la Regional Preferente, debería dar hasta vergüenza.
La sima de esta deriva fue la eliminación de la Champions con una jornada de antelación y tras sufrir una ominosa remontada, desde el 2-0 que lucía en el marcador del Sánchez-Pizjuán hasta la expulsión de Ocampos. Una expulsión rigurosa, pues el argentino clavó su bota en el césped e incluso se hizo daño con tal de no impactar en la pierna del jugador del PSV... Otra expulsión con daño colateral, la de Fernando por pérdida de papeles, como la de Jesús Navas en San Sebastián tras la de Sergio Ramos por otro rigorismo arbitral. A este Sevilla que se desangra ya no se lo respeta en ningún lado. Cosas del fútbol. Y el resultado es que la deriva parece no tener fin, como la hemorragia.
De momento, y ya van para 8 partidos desde su llegada sin contar la Copa, Diego Alonso no es el cirujano de urgencia que pueda cerrar la herida por donde mana a borbotones la sangre de un malherido Sevilla. Hoy, tras el desastre europeo, visita Nervión el Villarreal de Marcelino, el hombre que pidió excesivas garantías, como elegante forma de denegar la oferta, al no ver claro el tambaleante proyecto sevillista, minado desde dentro por esa guerra de poder entre los Del Nido, pues ya prácticamente el que manda es el hijo y el que quiere acceder al sillón presidencial es el padre. Una guerra familiar que amenaza con llevarse por delante a todo el Sevilla.
El Villarreal va por su tercer entrenador pero está en mejor situación clasificatoria. De hecho se enfrentan el duodécimo, con 15 puntos, y el decimoquinto, con 12 puntos. El problema es que el Sevilla, que sufre otra vez numerosas bajas, no gana, sólo lleva dos triunfos y fueron con Mendilibar y ante equipos de la zona baja, Las Palmas (1-0) y Almería (5-1). Y con el uruguayo no sólo no ha corregido la dinámica sino que ha acentuado viejos vicios, como los de las expulsiones, de dos en dos en los dos partidos precedentes, en otro síntoma de una descomposición anímica y una nerviosera gravísimas que no van a más porque por debajo, en la tabla de Primera División, hay peores equipos.
Pero el colchón se puede ir estrechando con la zona baja y, sobre todo, se va ampliando la distancia, ya sideral con los puestos Champions, con la zona que da derecho a competir en Europa, y quedarse fuera será otra sangría económica grave. Pero eso es otra cuestión. Primero hay que cerrar la herida.
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