Carlos Navarro Antolín
La pascua de los idiotas
Sevilla - Villarreal | La previa
El Sevilla afronta a la hora del aperitivo, porque comer, lo que se dice comer, casi nadie come a las dos de la tarde, un plato fuerte. El símil con el tentempié que abre los apetitos es porque el equipo de Julen Lopetegui se apresta a sentarse en una gran comilona durante todo el mes de diciembre, todo un ágape del que puede salir más empachado que en las fastidiosas comidas de Navidad a las que se ha hecho tarea casi obligatoria asistir aunque uno sea de costumbres frugales o austeras. No hay plazo para la digestión en este diciembre que se abre ya de forma oficial con el puente de todos los puentes, otra pesadez. En fin, que hoy hay un Sevilla-Villarreal, un partido de enjundia.
En realidad, el aperitivo fuerte se lo tomó a la fuerza el Sevilla el miércoles en Córdoba, donde sufrió para sacar adelante el pleito de la primera ronda copera, que dejó su lastre en forma de tocados que se unen a los lesionados de la plantilla.
La prórroga, la necesidad de tirar de titularísimos como Diego Carlos, Joan Jordán o Koundé por las dolencias menores de Gudelj, Delaney y Rekik y la tensión de no saber de qué lado caería la eliminatoria hasta que Ocampos la solventó en el minuto 108 al aprovechar un gran pase en largo de Montiel pusieron un prólogo inoportuno para el partido que, ahora sí, abre el periplo endiablado de este mes de diciembre.
El Villarreal llega con la necesidad de reivindicarse, de demostrar de una vez que no sólo sabe jugar bien ante los grandes sino que tiene que empezar a ganar esos partidos, plantarse como el vigente campeón de la Europa League, el equipo que tomó el relevo del Sevilla como acreedor del famoso paragüero. Tuvo que ser Unai Emery el que labrase en plata por primera vez en la historia del club amarillo su pujanza competitiva.
Como si el técnico de Fuenterrabía hubiese sido el cable conductor de esa corriente eléctrica ganadora que inyecta el Sevilla en sus profesionales cuando se pone enfrente de su torneo fetiche, ahora ya superado por un club de Nervión que busca subir su cota de gloria y que ha fijado en la Champions el estatus que quiere para asentarse en la élite.
Y para poner el campamento base en la Champions, usando la afortunada frase de José Castro, hoy tiene que ganar un Sevilla que lleva dos jornadas ligueras sin lograrlo. Que no lo hace en la Liga desde antes del parón, cuando se fue al relax del receso competitivo con la dulce sensación del guerrero victorioso que necesita su descanso tras imponerse con pasmosa solvencia en el derbi. Ynecesita ganar hoy porque lo que viene por delante verdaderamente es para temer.
De momento, el miércoles afronta la final de Salzburgo, donde debe ganar para lograr el pase a los octavos de final de la Champions. No sólo está en juego el crédito deportivo de este equipo que partió como claro favorito del Grupo G, tan endeble a priori y tan espinoso a posteriori. Mucho más trascendente es el crédito económico, después de que el actual consejo de administración, en la Junta de Accionistas más convulsa de este siglo, presentara un presupuesto de riesgo alto y balance cero contando con ese fielato de los octavos de Champions como mínimo. Si cae en Salzburgo habrá que ajustar de nuevo los balances... a costa de vender a varios jugadores y no sólo a Koundé, el gran valor de mercado actual de la plantilla sevillista.
Pero, como dijo Lopetegui, el Sevilla no puede distraerse con lo que está por venir, sino centrarse en lo inmediato, porque es muchísimo lo que se juega en cada partido y el de hoy se las trae. Por varios factores, entre los que no estaría mal señalar que puede tener su peso el cóctel de arbitrajes y VAR, después de que tanto Sevilla como Villarreal sufrieran el peso de los grandes, léase Madrid y Barcelona, en las acciones de Ocampos y Piqué no sancionadas.
Pero, como también dice Lopetegui, eso no depende del Sevilla. Lo que sí tiene en su mano es centrar todos sus esfuerzos, su talento y su buen hacer táctico-técnico en meterle mano a un Villarreal que quiere dar un golpe en la mesa. Y que se le atragante el aperitivo al anfitrión. Es lo que tratará de impedir el Sevilla de Lopetegui.
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