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Sevilla-Barcelona: Loa a García Márquez

Sevilla - Barcelona | La previa

El Sevilla afronta la primera de sus dos temibles citas en Nervión, el Barcelona de Koundé y Lewandowski, en un ambiente de desencuentro colectivo del que ya no se libra ni Monchi

La velada disparidad de Lopetegui con la planificación de Monchi

Dolberg, en la convocatoria del Sevilla ante el Barcelona

Isco, Álex Telles y Delaney observan a Suso en un partido de 'futvoley'. / Juan Carlos Vázquez

Una de las premisas de redacción periodística que se imparte en las facultades de Ciencias de la Comunicación es no caer en la tentación de titular con títulos de famosas obras literarias o cinematográficas. Pese a eso, la licencia periodística es recurrente, hasta tal punto de que un compañero de redacción estalla de vez en cuando cuando otro colega se acomoda y tira por la calle de en medio con el Crónica de una muerte anunciada. El título de la novela de Gabriel García Márquez viene como el aceite a las espinacas en el imaginario colectivo del sevillismo ante la visita del Barcelona como temible prólogo de la del Manchester City. Ahora mismo hay porras por ver quién marca más goles, Lewandowski o Haaland.

Ésta es la realidad de un sevillismo ciclotímico, visceral y pasional, que cuando se pone a las buenas sopla a favor como pocas aficiones, pero como se ponga a las malas es de los colectivos más temibles para tenerlos en contra, porque su sorna y su ironía de cultura vieja y mediterránea es difícil de soportar para los que no conozcan el paño que se teje junto a las riberas del Guadalquivir.

Onces probables. / Dpto. Infografía / E. Florido

Se podría seguir con la alegoría del realismo mágico del ínclito premio Nobel de Literatura colombiano. Porque la aventura de acudir hoy al Ramón Sánchez-Pizjuán, en plena desazón sentimental de la afición con el equipo, con Lopetegui y ya hasta con el otrora intocable Monchi, se podría titular El amor en los tiempos del cólera. Y el guipuzcoano empieza a defenderse de forma velada de la encerrona en la que teme que lo han metido: se ve solo, aislado ante las críticas, mientras el director deportivo exhibe su sevillismo de bandera e himno ante la afición y la prensa, dándose golpes de pecho... El coronel no tiene quien le escriba.

Y la rueda de prensa de ayer de Lopetegui dejando veladas y no tan veladas disparidades con los criterios de Monchi sobre la planificación fue la escenificación de un divorcio que hubo de ser firmado ante el juez en mayo. Porque Lopetegui tiene el síndrome de lo que ahora llaman un incel (célibe involuntario), ese ser solitario masculino que no sabe seducir o socializar con las mujeres y que encima es estigmatizado por el sexo contrario. Cien años de soledad.

La andanada de Lopetegui contra el estado físico de Januzaj, o su negación de que jamás habría descartado a su delantero de referencia, Luuk de Jong –"nunca", interrumpió al periodista– no son sino las expresiones del amor desengañado... y de la sensación de que lo han dejado ante los pies de los caballos después de una planificación en la que sólo creen Monchi y sus más leales e incorruptibles pretorianos. Lopetegui, parece, no cree en ella. Y no ve que nadie vaya a ponerle tiritas a su corazón partío. Todo lo contrario: también hay porra sobre cuándo será destituido.

Porque el calendario ha querido que, después de no haber ganado en las tres primeras jornadas ante rivales asequibles, dos de ellos recién ascendidos, se presenten en el ágora terrible de Nervión los dos verdugos que peor podrían asomarse por allí en estos momentos: el Barcelona de Lewandowski y Koundé, espinoso matiz, y el Manchester City del ogro Haaland, el primer futbolista que descubrió todas las vergüenzas de la plantilla sevillista hace año y medio, en febrero de 2021. Y entonces aún estaban Koundé y Diego Carlos.

Sin embargo, todavía hay sevillistas ilusionados en que este equipo que parece entregado a su suerte nada más echar a andar puede enmendar todas las planas –la del juego de Lopetegui, la de la planificación de Monchi o la languidez dirigente de Castro– y ganar el pulso que le plantea su propio destino. Eso sí que sería mágico. Sevillistas que creen en este Sevilla y no por adhesión a las tesis oficialistas, sino por verdadera fe, ya sea en su equipo o en los vaivenes del fútbol, que vive de lo inesperado. Al fin y al cabo son once contra once. Y fútbol es fútbol, como desveló Boskov. Y si no se rebela el Sevilla pues siempre quedará el refugio literario de Gabo.

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