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Prestigio más puntos, igual a la felicidad (1-0)

El Sevilla se impone con todo merecimiento al líder Atlético gracias a un certero cabezazo de Acuña

Los blancos movieron el balón de forma primorosa en el primer periodo, pero no fueron capaces de marcar ni en un penalti parado por Oblak a Ocampos

Acuña celebra el tanto del triunfo. / Antonio Pizarro

El Sevilla y, por ende, todos los que profesan la fe balompédica radicada en el sevillanísimo barrio de Nervión tienen motivos para sentirse profundamente felices. Su equipo fue capaz de derrotar al Atlético de Madrid, el actual líder de la Liga española, algo que no suele hacer muchas veces desde que Diego Pablo Simeone, uno que fue de los suyos durante un par de años, se sienta en ese banquillo. Y, además, los blancos fueron capaces de protagonizar unos ratos de fútbol de muchos quilates, sobre todo en el primer periodo, con una velocidad en la circulación del balón propia de cierto equipo que era entrenado por el añorado Tito Vilanova, sobre todo porque desplazaba el esférico en las cercanías del área rival.

Por supuesto que quien esto suscribe es consciente de la tremenda diferencia que existe entre tocar de semejante manera y hacerlo para finalmente plantarse delante del guardameta rival, en este caso Oblak y batirlo incluso para anotar goles. Si eso fuera así, el pavo real sevillista cantaría y todavía no se conoce que un ave tan bella sea capaz de entonar un trino digno de ser elogiado por quienes lo escuchan.

Este Sevilla también tiene una tara, por supuesto que sí, porque de no tenerla aspiraría a cosas muy serias y es su falta de remate, no sólo de gol, también de ejecutar la última de las suertes del fútbol, aunque sea errándolos. Y más aún si ni siquiera es capaz de anotar el gol desde el punto de penalti, que es la forma más sencilla de hacerlo, pero como Gil Manzano, entre otras cosas porque tanto él como el VAR fueron benevolentes con la mano de Ocampos en el despeje de Trippier, consignó en el acta que el Sevilla se impuso por uno a cero al equipo que más puntos tiene en el campeonato español, pues hasta eso se les perdona a los hombres de Julen Lopetegui en esta ocasión. Y sí, se pueden quedar todos con la primorosa circulación del balón cerca del área del líder.

El Sevilla tocó el balón en las cercanías del área rival como lo hacía cierto equipo entrenado por Tito Vilanova, pero no tiene ese gol...

Porque el Sevilla iba a manejar durante el primer periodo todas las facetas del fútbol moderno, excepto una, la principal sin ningún género de dudas. El cuadro de Lopetegui tocó el balón de forma primorosa, a la primera siempre, sin importarle que estuviera la pelota al lado de Bono o en el borde del área que defendía Oblak. Daba igual, el esférico era un objeto preciado y jamás se rifaba, iba de un blanco a otro. Hasta tal punto que el guardameta marroquí que viste de amarillo cada vez recuerda más a Antonio Álvarez, zurdo y de una altura parecida, a la hora de iniciar los ataques desde atrás con precisión.

Eso sucedía ante la desesperación de un Atlético de Madrid que pronto se daría cuenta de que era absurdo tratar de recuperarlo y que era mucho más conveniente para sus intereses parapetarse diez futbolistas atrás y dejar como una isla a Luis Suárez a la espera de tiempos mejores, léase de cazar alguna suelta para hacer una apología de la efectividad. No lo llegó a conseguir porque ahí estaba Bono para impedirlo, sobre todo en la última a Correa.

Bono, alto y zurdo, cada vez recuerda más a Antonio Álvarez en la manera de sacar el balón desde atrás

Pero el Sevilla nunca se iba a cansar de atacar, de tocar y tocar y siempre con la intención de hacerle daño al adversario, de hostigarlo, de buscarle las espaldas para tratar de llegar cuanto antes hasta Oblak. Al contrario que en otras ocasiones, no era un partido de balonmano al uso, el Sevilla era consciente de que estaba 'amenazado de pasivo por la tradicional pareja arbitral' e intentaba en todo momento conectar con el pivote, es decir, De Jong, pero éste tampoco es un dechado de virtudes para crearse él solito las ocasiones de gol.

El esfuerzo de los blancos, sin embargo, no iba a generar frutos reales ni siquiera a través de un lanzamiento de penalti. Le habían perdonado una tarjeta naranja a Felipe cuando Saúl Ñíguez pisó el pie de Rakitic delante de las narices de Gil Manzano y, lógicamente, dentro del área. Máximo castigo que iba a ejecutar Ocampos, pero el especialista ha dejado de ser infalible desde su error en el Camp Nou y volvió a lanzarlo sin la confianza necesaria. Comoquiera que enfrente estaba Oblak, pues primera decepción para los sevillistas bien tempranito, en el minuto 8 apenas.

Ocampos ha perdido la confianza necesaria en los penaltis para tener ese aura de sentirse infalible

Lo curioso es que el Sevilla no se vio afectado en lo anímico, al menos en lo que tenía que ver con el juego, porque la intensidad no bajó ni siquiera una unidad, más bien al contrario, Joan Jordán se agigantaba en el centro del campo para tocar una y otra vez con sentido y con mucha profundidad. Eso sí, al final casi todo suele conducir al mismo sitio, a un caracoleo de Jesús Navas con el correspondiente centro y o falla el palaciego en sus pases o tampoco los encargados de rematarlos son muy duchos en cazar esos caramelitos.

Entre otras cosas porque cuando era Suso quien también ponía el balón en la zona caliente sucedía lo mismo a pesar de meterle roscas hacia dentro envenenadas e igualmente cuando se encargaba de hacerlo Acuña desde el otro costado, otro especialista en hacer sufrir a las zagas. Es verdad que el Atlético de Madrid tenía a un ejército por delante de Oblak, pero que los únicos cabezazos fueran uno de De Jong en un córner que le devolvió Ocampos (9') y otro del propio argentino en un córner de Acuña (16') dice muy poco de la faceta rematadora de los nervionenses. Desde luego, está a años luz de lo referente al toque.

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Vídeo resumen con los goles y las mejores jugadas del Sevilla-Atlético de Madrid.

Lo cierto, sea por una causa, desperdiciar un penalti, o por otra, es que todo debía dilucidarse en el segundo acto, ya que el primer periodo se iba a cerrar tal y como arrancaba, con el cero a cero en el marcador. La diferencia es que Bono apenas iba a tener que intervenir salvo para jugar al fútbol y su colega Oblak ya había tenido ocasión de lucirse en ese penalti y también en algún disparo lejano de Suso (4'), de Joan Jordán (9') o de Ocampos tras otra buena jugada colectiva (20').

Eso, sin embargo, no tiene el más mínimo valor en un deporte que sólo contabiliza los balones que superan la línea de la portería y el Sevilla debía seguir remando con el gasto físico que ya llevaba acumulado debido a su altísima intensidad.

El segundo periodo estuvo más equilibrado, pero con una defensa de cuatro, el lateral Acuña cabeceó el centro del lateral Jesús Navas

Ésa era la gran incógnita cuando arrancaba el segundo periodo y pronto llegó el primer aviso visitante en un pase de Correa que no alcanzó Luis Suárez. Probablemente tampoco lo hubiera hecho el mismísimo Usain Bolt, dicho sea para situar bien las circunstancias.

El juego se equilibró bastante, las llegadas ya se repartían entre los dos equipos, pero, paradójicamente, el Sevilla sí iba a gozar de la eficacia que le había faltado hasta entonces. Gil Manzano no interpreta como manos cuando Ocampos va a presionar un pelotazo de Trippier, que particularmente estimo que sí fueron punibles, y los sevillistas lo aprovechan para hacer una nueva exhibición de toques.

Uno, otro, otro, hasta que Suso observa la llegada por la banda de Jesús Navas, le mete un pase interior y el palaciego llega como un balín para conectar un centro preciso a la cabeza del ¡otro lateral! con defensa de cuatro, ojo. Y Acuña, absolutamente solo, sí utiliza la testa para cabecear como los mejores nueves, picado, al contrapié de Oblak y el sevillismo estalla de júbilo a la espera de que ni Gil Manzano ni Soto Grado en el VAR castiguen la mano de Ocampos.

No lo hicieron, el marcador se puso uno a cero y después todo sería un sinvivir en ese proceso de nadar cuando la orilla ya estaba tan cerquita. Ni Mario Hermoso ni Correa acertaron, el segundo por un paradón de Bono, y el Sevilla se anotaba los tres puntos contra el líder de la Liga española. Así que la ecuación es fácil. Prestigio más puntos es igual a felicidad, no hay más.

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