La aldaba
Carlos Navarro Antolín
¡Anda, jaleo, jaleo!
Sevilla FC
Fue en la temporada 1992-93. Ya a las alturas de aquel 6 de febrero de 1993, la ilusión por que Maradona catapultara al Sevilla empezaba a diluirse. Pero Carlos Salvador Bilardo terminó de meterse en el bolsillo a su afición con un episodio de lecturas muy contradictorias. Entonces el fútbol era más canchero, menos de salón, y la tecnología apenas la ponía Lo que el ojo no ve, aquella sección de Canal Plus en El día después de Michael Robinson. Olía a autenticidad aún, a linimentos y a la bucólica humedad del barro. Aquel día en Riazor nació el pisalo, un grito sarcástico que es un símbolo en gran parte del sevillismo, una reivindicación rebelde, transgresora, casi bélica, que rezuma esencia futbolística.
Hoy, casi 30 años después, LaLiga lo tiene en su foco. Pero hay una peña en Sevilla que no deja de animar con el pisalo de Bilardo, un caballero rebelde, un rebelde sin dobleces. Los rabanitos son los otros y los colorados son los nuestros, pisalo, pisalo. Suena, no muy deportivamente, cuando hay algún choque con un rival y el respetable entiende que hay teatro o cuentas pendientes. También hay excesos, a qué negarlo... Sus reivindicadores se van a la esencia del pensamiento que hay detrás, ese espíritu de rebeldía ante las imposiciones versallescas e hipócritas del fútbol moderno. Su nombre lo dice todo: Peña Sevillista Pisálo (aunque se escriba Písalo).
Fue fundada en 2019, en plena pandemia, cuando la conexión digital se hizo vital, y cuenta con 76 socios que tienen "desde meses de edad hasta sexagenarios, gente mayor de la época de Bilardo", según relata Manuel Ramos, presidente de esta peña online (@PSevPisalo) que reivindica algo más que un cántico, un modo de sentir el Sevilla, un modo de vivir el fútbol, alejado del radicalismo ultra pero sin renunciar a la pulsión visceral del deporte rey.
En su cuenta de Twitter, esta peña "alejada del bengaleo y los ultras", que tiene socios del Sevilla esparcidos por todo el estadio, les dijo a Javier Tebas y LaLiga: "Que el señor Tebas y LaLiga se enteren: pisalo no es un insulto". Y añaden: "Pisalo es nuestro gran tributo al doctor Bilardo. Pisalo no es un insulto, pisalo no es violencia". En realidad no es un insulto, es una orden, dada cuando el árbitro pita alguna falta sospechosa. Aunque a veces el sarcasmo pueda tomarse literalmente por algunos...
A colación de las nuevas denuncias -con público en los estadios volverán a ser habituales- de LaLiga ante la Comisión Antiviolencia y el Comité de Competición, esta peña ha respondido con esta reivindicación tuitera sobre el pisalo de Bilardo, el hombre en quien se reencarnaría Monchi y un referente del fútbol mundial, no sólo en Argentina, donde sobrevive a los achaques de la edad.
Manuel Ramos, socio nervionense desde que tenía un año de vida, en 1979, da una idea de su concepto futbolístico. "Para mí es algo más el Sevilla, es mi familia". El presidente de la peña es un sevillista de alcurnia: es sobrino del mítico delantero Diéguez y sobrino nieto del inolvidable fisioterapeuta Manolito Pérez, que tenía como conserje su domicilio en el estadio, donde el punta argentino terminó trabajando en la recepción. Un estadio, un hogar, un trabajo. El hogar donde nació y se crio Domingo Pérez, que heredó de su padre la vocación sanitaria. Casi nada.
Fue Domingo Pérez el que sufrió la vehemencia canchera de Bilardo aquella noche en Riazor. "¡Domingo, Domingo, a Diego, a Diego!", espetó desde el encastrado banquillo de Riazor, a ras de donde habían chocado Albístegui y Maradona. El deportivista salió peor parado y Domingo recordó el juramento de Hipócrates. "En vez de agarrar a Diego, agarra al otro. Me quiero morir, me quiero morir. Los de colorado son los nuestros, ¡pisálo, pisálo!".
Las cámaras de Canal Plus le dieron universalidad a uno de esos gestos que, en el fútbol del Bilardo pincharrata, se quedaba en la cancha. Ya todo está bajo el gran ojo del juez de lo políticamente correcto. El público ha perdido su autoridad jurídica en el tribunal alegórico que era el estadio para quedarse en simple espectador que pasa por caja. Los tomatazos cayeron con los corrales de comedia.
Contra esto, sin llegar al tomatazo, luchan estos socios a los que les dio por fundar esta peña en un viaje en 2015 para ver... un Deportivo-Sevilla. La memoria los llevó a imaginar lo necesario de esta reivindicación. Manuel Ramos, el presidente, y Carlos Huerta, el vicepresidente, eran amigos y sevillistas antes de hacerse peñistas del pisalo. En Riazor conocieron a otros dos miembros de esta peña con sección en Brenes: Rafael Martín y José Carlos Sánchez son sus portavoces en la junta directiva.
"Nevera, filetes empanados y a disfrutar de nuestro Sevilla Fútbol Club", es otro de sus lemas. Hay socios de Gol Norte, de Gol Sur, de Preferencia y de Fondo. Entre ellos sevillistas de Málaga, de Mijas, de Mallorca... y hasta del corazón de la Sevilla más profunda: los hermanos Jesús y Juanma Bautista Urbano representan al barrio de San Lorenzo.
En sus muchos viajes y a través de internet se han hermanado con la Peña Sevillista Río de la Plata (homenaje tácito a Bilardo), con varias peñas del Schalke 04, y también con rivales de este domingo en Los Cármenes: la Peña Granadinista You'll never drink alone (nunca beberás solo). "Con las peñas de los equipos rivales intentamos que queden encantados con nuestra peña, el equipo y la ciudad", relata su presidente. Y tienen a las Peñas Tito Poulsen y Vengo a verte como referencias del peñismo online. Una inspiración digital. "Las sedes son cosas de tiempo pasado, hoy día el mundo de las peñas, como todo en general, se moderniza y se mueve por las redes sociales". Las tecnologías como nexos vivenciales.
Con la peña nazarí jugaron un partido benéfico para recoger alimentos antes del último Granada-Sevilla con público. Este domingo volverá a haber rivalidad en las gradas de Los Cármenes. "Si cantáramos al rival ni agua, ¿también nos cerrarían la grada?", se pregunta Manuel Ramos. Los desplazados a Granada sólo podrán beber agua en el estadio. Pero no beberán solos. Porque lo que el fútbol ha unido no lo separa ni el VAR.
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