Sueños esféricos
Juan Antonio Solís
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Barcelona-Sevilla | La previa
Pasado –o eso parece- el primer movimiento de tierra de la temporada, el Sevilla cumple con uno de sus trances habituales de cada curso, la visita a un rival como el Barcelona, que cambia este año su habitual cadalso del Camp Nou por la montaña de Montjuïc. El equipo de Mendilibar tratará de cambiar la historia, pues la estadística de los nervionenses en sus visitas a los azulgrana es desoladora, aunque siempre queda ese hilo de esperanza de hacer un buen partido y hacer sonar la campana.
Ha surgido casi de la nada un nuevo estímulo para la afición con la irrupción de Dodi Lukébakio, el jugador que intentará sembrar la intranquilidad con su larga y potente zancada en la banda que dirige Xavi, un equipo con un potencial descomunal este curso tras reforzarse no se sabe bien cómo con el retroceso económico sufrido. Que haya podido hacerse con futbolistas como los Joao (Félix y Cancelo) entra dentro de los enigmas que con un poco de suerte se sabrá en unos años, como ahora el escándalo que lo relaciona con Enríquez Negreira y un caso de corrupción sin precedentes. Será la primera vez que los agraviados (ningún club denunció aún salvo el Real Madrid) bajen la cabeza como cómplices del atropello.
Pero, bueno, eso es otra historia, veremos si con solución o, como siempre, sin ella. Lo que interesa al sevillista es que su equipo al menos cambió la imagen el martes. Es cierto que fue ante el colista, es cierto también con un rival con una defensa de risa, pero a efectos prácticos justo lo que necesitaba Mendilibar, que hubiera llegado a la Ciudad Condal en una situación muy, muy comprometida tal y como estaban los ánimos en el entorno (afición, prensa y redes sociales…), lo que al final acaba calando en la opinión de los que mandan. No falla.
El técnico vasco trata de blindarse él y hacerlo con los suyos del runrún exterior. Desoye consejos no autorizados y sigue su camino, con una parada en el feudo del Barcelona que ilusiona a cualquiera. O no. Los números del de Zaldívar en sus visitas a los culés son desoladores. Derrotas muy abultadas y un solo empate, en su última comparecencia, con el Eibar en diciembre de 2020 (1-1). Antes, desde su presentación con el Valladolid en 2008, un rosario de goleadas recibidas, algunas con tintes de vapuleo: 6-0 con los pucelanos, 8-0 y 5-1 con el Osasuna, 4-2, 6-1, 5-1 con el Eibar… Para temblar.
De todas formas, todos los partidos no son iguales y nunca se presentó el viejo zorro en el Camp Nou con una plantilla como la del Sevilla. Es una incógnita cuál será la imagen de un equipo históricamente vulnerable en escenarios imponentes. La esperanza es que Montjuïc impresione menos que el templo azulgrana ante un rival con jugadores que se comportan en el campo como verdaderos lobos hambrientos: Gavi, Cancelo, Yamal, Joao Félix, Ferrán, Raphinha, Lewandowski… Si el Sevilla no aprieta y no va fuerte a la disputa será una oveja más en el rebaño ante la manada.
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La duda de la parafernalia mediática es si Sergio Ramos seguirá en el banquillo. Debe pensar que no vino para esto, pero fútbol es fútbol, y en la altura a la que se siente cómodo para defender está la respuesta si el ex madridista se extraña por ello. El camero está acostumbrado a ir al límite, pero esto no es el Madrid. Lo comprobó ante el Lens, cuando hizo una falta evitable que fue el empate y puede que Mendilibar piense que la batalla con Luuk de Jong ante el PSV sea más apropiada para él.
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La gran duda es si Sergio Ramos recuperará su rol en el once o si seguirá en el banquillo para reaparecer ante el PSV en Champions
Pero no nos perdamos en el envoltorio. Este Barça-Sevilla es muchísimo más que si juega Ramos o no. Tendrá ganas. Muy bien, como todos, que también se lo merecen. ¿O no ha hecho méritos Kike Salas? Hasta que no haya conciencia de equipo el Sevilla no meterá las zarpas en la cocina del Barcelona.
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