Oda al nada es imposible

Montaña rusa de emociones. De tener ganas de tirarle la zapatilla a la tele a pavonearse por las redes orgulloso de su equipo en un plazo de sólo cuatro días. Así es el aficionado sevillista a diciembre de 2021. No sabemos cómo respirará después de la cita de este martes en el Sánchez-Pizjuán, depende de lo que hagan Lopetegui y los suyos, pero éstos rara vez se mueven de su línea. Contra viento y marea, llueva o ventee, el grupo que comanda el incomprendido entrenador vasco allá que va a competir con cualquiera y con los que sea. Si ha de ser con chicos del filial, igual da y si el que está enfrente es el campeón de Liga o el mismísimo Barcelona, más motivos hay para apretar los dientes y desafiar a los medidores de esfuerzos de Mediacoach.

También es cierto que el gol de Ocampos casi sobre la bocina tiene mucha culpa de este subidón generalizado. De no haber mediado el zapatazo del argentino ante el Atlético y haber acabado el partido del sábado con 1-1 hoy estaríamos oyendo y leyendo lo de siempre, o casi siempre: el paso atrás, la falta de ambición, el fútbol control y la oportunidad perdida de haber hecho hincar la rodilla al Atlético de Simeone.

Se trata del último esfuerzo del año para un equipo al que le ha pasado de todo y en el que enumerar sus bajas hace que siempre se olvide o se quede por el camino algún nombre. Jesús Navas, Suso, Lamela, Óliver Torres, Augustinsson, en principio Montiel, probablemente Acuña y ya veremos si Ocampos y Diego Carlos, que no se entrenaron ayer.

Pero este equipo ha demostrado que juegue quien juegue es capaz de competir. El reto además es de los que hacen que la magia vuelva al Sánchez-Pizjuán. Siempre se ha crecido el Sevilla ante los grandes en su estadio y la prueba la tuvimos el mismo sábado. Ahora es otra oportunidad. Después de muchos años el autobús del Barça aparca ante el mosaico de Santiago del Campo sin Messi y no sólo eso sino con un equipo de imberbes que, eso sí, tiene un talento descomunal.

El equipo de Xavi, no obstante, se diga lo que se diga, está en construcción y el Sevilla tiene la ocasión de meterle mano y acercarse al Real Madrid para colocarse casi como el único capaz de molestarlo en sus objetivos. El propio Ancelotti reconocía que es el principal rival de los blancos.

La buena noticia se llama Youssef En-Nesyri, al que la afición del Sevilla al menos podrá ver fugazmente antes de marcharse a la Copa de África. Tremenda ridiculez de situación la que consiente la FIFA, que tarde o temprano tendrá que tomar cartas en el asunto e intervenir para la suspension de esta competición que es una amenaza escandalosa a la seguridad mundial con la situación actualmente generada por el Covid y su variante ómicron, gestada por cierto en el continente africano.

Fernando también aportará su dosis de frescura tras dos partidos de descanso en el centro del campo de un bloque que ahora mismo es mucho más equipo que el Barcelona (10 puntos de distancia lo corroboran) por mucho que Lopetegui ponga el foco en su calidad.

Se trata de un último esfuerzo y bien que merece la pena. Es jugar cuando los demás no pueden sumar y es una oda al nada es imposible, al nunca se rinde y al competir como una piña. Esto es un equipo y parece, pese a sufrir de vez en cuando algún altibajo, no tener límites. Buena cosa.