Montella se hace un 'selfie'
Alavés - sevilla | el otro partido
La elección del once titular, a medias entre el desconocimiento de su propia plantilla y del rival y el escenario, empeora con los erróneos cambios
La duda es si ya ha tocado fondo
¿Para qué sirven los nutridísimos cuerpos técnicos, con el correspondiente reparto de nóminas con cargo a los presupuestos de los millonarios clubes del siglo XXI? Es difícil asimilar que un entrenador de élite, que llega con una serie de ayudantes de una competición tan profesionalizada como es la italiana, deje al desnudo tanta carencia sin siquiera atisbo de taparla con dignidad. La plantilla del Sevilla tiene muchas carencias. En todos los sentidos. Desde el verano, desde su misma configuración, hay una serie de agoreros malages -no sé si este vocablo, apócope sevillanísimo de mal ángel, ya se usaba en los tiempos de la peste de 1649- que vienen avisando de esas carencias: escasa calidad física, exceso de edad, falta de galones de verdad, falta de calidad donde parecía sobrar... Y Vincenzo Montella, en lugar de cubrirlas, las está destapando aún más.
El entrenador napolitano, que ya quedó muy señalado con la dura derrota del derbi por la mala lectura que hizo del partido y por su incapacidad para variar el rumbo en la segunda parte, se está empeñando en seguir haciéndose un selfie que lo está retratando como un técnico del montón. De manita de entrenador nuevo, poco o nada. En Mendizorroza ya se atisbaban nubarrones negros con la simple configuración del once titular. El sorteo de la Copa del Rey añadió confusión al lío de Montella para coger el toro por los cuernos, porque el equipo elegido para tratar de imponerse a un Alavés necesitado en el frío de la falda montañesa vitoriana ya dejaba muchas dudas. Parecía como si no conociese aún su propia plantilla y tampoco lo que iba a tener enfrente, un equipo intenso que iba a intentar sacar petróleo de la escasa expresión futbolística que puede ofrecer en su actual momento de necesidad. Y el Sevilla está como para ponerse a pensar en el Atlético...
Parece como si Montella siguiera guiándose por el álbum de estampitas que repasó en el avión privado que lo trajo hasta Sevilla, con nombres rimbombantes en algunos puestos y poca chicha en muchas otras posiciones. Y tampoco nadie del club, ni de su cuerpo técnico, ha sabido trasladarle algunas cosas que cualquier sevillista de a pie, puede que incluido el presidente José Castro, que ha visto muchísimo fútbol en muchos campos de España, da por hecho.
Por ejemplo, que después del inútil derroche de vergüenza que Banega realizó en el derbi ponerlo en Mendizorroza por cuarto partido consecutivo en semana y media era exponerlo a su propia limitación física. O que Nolito no está para ser titular a domicilio un partido completo ante un rival de patadura como este Alavés que combate el frío y el hambre con las ansias de un menesteroso ante un mendrugo de pan, como aquellos que pintó Murillo por los años de la peste. O que Jesús Navas ha perdido la capacidad de desborde y está muy lejos de Rinconete y Cortadillo como para expulsar a un lateral como Rubén Duarte que, casi sin querer, vio la tarjeta amarilla en el minuto 24... O que Pizarro no tiene ritmo para jugar en este escenario de césped rápido y húmedo y vaho caliente cerca de la nuca.
Y si el once era un panal de rica miel para los agoreros, qué decir de los cambios. Geis, el novato desconocido, uno de los pocos que trataba de meter el pie y sorprender al rival con algún pase vertical o alguna diagonal, fue el primer sacrificado... en el minuto 62. Más de una hora tardó Montella, y su cuerpo técnico, en ver que aquello era insostenible. ¿Acaso pensaban los técnicos italianos que lo que ofreció el Sevilla era digno de tener continuidad en la segunda parte? ¿Acaso un remate a portería ante un rival en puestos de descenso es crédito alguno para un equipo que aspira a ser cuarto en la Liga española?
Montella debió enmendar la plana, emborronada de partida por su confusión copera, realizando algún cambio al descanso. Como mínimo para enviarle a su equipo el mensaje de que aquello no podía seguir así. No lo hizo y el fútbol lo castigó. Nolito, que había hecho mutis por el foro en la primera parte pidiendo a gritos quedarse en la ducha calentita, quedó retratado en un córner bajito al primer palo. Su saltito insuficiente, tocando la pelota para descolocar al portero y a toda la defensa, fue un dardo que castigó el horrendo partido, y también la pésima lectura del técnico. Nolito lo que le hizo fue un selfie a Montella.
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