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Miradas al palco: entre el tacto y frenar la caída libre

Sevilla FC

El sevillismo, pese a su apoyo incondicional ante el Barça, se divide sobre la responsabilidad de un proyecto viciado desde la continuidad de Lopetegui

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En-Nesyri, muy contrariado, abandona entre pitos el césped y Lopetegui lo consuela. / Antonio Pizarro

Crisis? What crisis? La cúpula ejecutiva del Sevilla no se va a ir a la azotea a tomarse un cóctel bajo una sombrilla mientras a su alrededor sólo se aprecia un horizonte de desolación y chimeneas humeantes. La famosa carátula del disco de Supertramp (1975), tan recurrente para cuestionar a los administradores cuando llegan momentos críticos, viene al caso por la tormenta en la que se halla metido el Sevilla.

El equipo de Julen Lopetegui ha igualado el peor inicio histórico del Sevilla, con tres derrotas y un punto en las cuatro primeras jornadas de Liga. Hay cuatro precedentes: en la temporada 1935-36, cuando inició la Liga como vigente campeón de Copa; en la 1949-50, terminó décimo de 16 equipos; en la 58-59, que se libró por poco del descenso; y en la 81-82, cuando enderezó el curso con el relevo de Manolo Cardo en lugar de Miguel Muñoz. Claro que en ningún caso tenía el cuarto presupuesto ni la cuarta plantilla más cara. He ahí la cuestión.

El sevillismo se pregunta cuándo caerá como fruta madura la destitución de Julen Lopetegui, porque la sensación generalizada, incluso en parte del consejo de administración, es que esta situación de caída libre es insostenible. Y también existe la opinión generalizada, no entre los jóvenes entusiastas de Gol Norte, desde luego, de que esto no viene de ahora, sino que el proyecto ya estaba viciado desde que no se produjo la finalización del ciclo de Lopetegui en mayo, al terminar la pasada Liga. Pero, ¿es oportuna o justa una destitución tan pronto?

En el partido ante el Barcelona se produjeron varios hechos para la reflexión. La afición se volcó con el equipo con un ambiente espectacular y formidable que ayudó a esa salida en tromba que a punto estuvo de cortocircuitar al Barcelona. Pero luego, al primer golpe, como en Almería, o como a raíz del penalti en Pamplona, el Sevilla se vino abajo y ya fue incapaz de reaccionar. Si es un problema mental, desde luego, el entrenador no está siendo capaz de arreglarlo. Al final una gran parte de la afición esperó en vano que se retirasen los futbolistas de su saludo ceremonial a Gol Norte para focalizar los pitos hacia los que entienden responsables. Los jugadores, por ahora, se salvan, salvo En-Nesyri, que pudo firmar su sentencia de ostracismo definitivo con su displicente aplauso a la grada como respuesta a los pitos al ser relevado por Dolberg.

Pero también se pudo apreciar una vez más durante el partido que la planificación no ha sido la esperada, ni muchísimo menos; que apenas hay un central disponible sano de la primera plantilla; que poner a Fernando de central es desvestir a un santo (viejo) para vestir a otro (desnudo); que la medular no soporta el ritmo de presión alta y se diluye como un azucarillo en café hirviendo al primer contragolpe; y que este equipo carece de pegada para aprovechar sus momentos de buen juego. El cóctel perfecto para dar al traste con todo. Y ante esta situación, todos buscan responsables y pocos dan con la tecla: ¿el entrenador, el director deportivo, el presidente?

Desde luego, poco ayuda para transmitir una imagen de unión los mensajes que los máximos responsables técnicos han enviado en sus últimas comparecencias. Monchi quiso justificar asuntos difícilmente explicables en su oportuno balance de la planificación. Y Lopetegui desmontó parte de sus tesis al dejar perlitas como su andanada sobre el estado de forma de Januzaj o su apología de De Jong al confirmar que nunca habría sido un descarte suyo... Que Óliver Torres se quede sin Champions tampoco ayuda mucho... Esto viene de largo. De tan largo que la herida mal curada de mayo, con aquella reunión que cerró en falso la brecha, no deja de supurar.

Las miradas empiezan a dirigirse al palco. Y si la pitada no creció en decibelios también pudo ser porque todavía estaban los futbolistas sobre el césped intentando agradecer el apoyo o disculparse por la nueva derrota. Quién sabe. Lo cierto es que llega el Manchester City con Haaland, el hombre que, año y medio atrás, ya destapó los defectos de la plantilla en aquella noche de febrero en Nervión. Y entonces jugaban Koundé y Diego Carlos.

El debilitamiento de la plantilla es patente, la incapacidad para variar el rumbo de Lopetegui, también. Y al comité ejecutivo que preside José Castro lo apremia el tiempo. ¿Sería justo destituir al técnico si pierde con el campeón inglés? ¿Habría que esperar a la cita ante el Espanyol? ¿Solucionaría otro entrenador los males de una plantilla mal reestructurada? Al final, el fútbol lo hace fácil: liquidar al entrenador. Easy does it, como en el primer tema de aquel disco de Supertramp.

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