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Sí, es un gran sevillista (2-1)

laliga santander | Sevilla-Real Madrid

Sergio Ramos, con un autogol en un cabezazo impecable, se convierte en actor principal en la gran fiesta del Sevilla.

Los blancos remontaron en un trepidante final al Real Madrid.

Momento en el que Ramos mete el gol en propia puerta. / A. Pizarro
Texto: Francisco José Ortega / Fotos: A. Pizarro

15 de enero 2017 - 23:00

Sevilla/El sevillismo tiene motivos de sobras para estar feliz. Uno de los suyos, Sergio Ramos, se encargó de demostrar que su amor por la fe balompédica radicada en el barrio de Nervión no es sólo palabrería de cara al público. En absoluto, el maravilloso zaguero nacido en Camas quiso poner su granito de arena en la pelea de este Sevilla por hacer historia en la presente temporada y se rebeló contra los que le pagan, a ésos a los que dijo defender el pasado jueves con motivo de la vuelta copera. ¿Por qué? Por si algún aficionado al fútbol aún no se ha enterado del motivo, pues hay que contarle que el cuadro de Sampaoli estaba casi noqueado por el enésimo penalti a favor del cuadro madridista, transformado esta vez por Cristiano Ronaldo y no por el frívolo, y legítimo, disparo a lo Panenka del mejor central del mundo. Pero entonces una falta centrada hacia dentro por Sarabia fue rematada con la testa por el antiguo canterano, por alguien que en ese momento debió saltar de alegría como el resto del Sánchez-Pizjuán. Sobre todo porque minutos después, ya en la prolongación, Jovetic se encargó de convertir la fiesta en éxtasis con el dos a uno.

Si le piden al más furibundo de los sevillistas un guion para ganarle al Real Madrid después de lo acaecido el jueves, y de toda la batería mediática capitalina de los dos días siguientes, tal vez hubiera sido incluso más suave con la persona de Sergio Ramos en esta tercera cita en apenas dos semanas entre los actuales campeones de la Liga Europa y la Liga de Campeones. Pero los hados no siempre van a aliarse con el camero, como ya hicieran en Trondheim, menos en el penalti del otro día, esta vez le tocaba la ayuda divina, o de lo que sea, a los que defienden, de verdad, al Sevilla Fútbol Club de todos los embates que pueda recibir.

Que sí, que la suerte, la buena, acompañó en ese trepidante final a los de Sampaoli. Sería absurdo negarlo y mejor harán todos los agraciados con ella en celebrarlo a la espera de que tengan algún día peor, que también los ha habido y los habrá, por supuesto. Pero, mientras tanto y a falta de esa colisión entre el Valencia y el Real Madrid, el Sevilla figura en todas las clasificaciones en el segundo puesto de la tabla, a sólo un punto del coloso madrileño, de ese club que maneja diez veces más presupuesto que su rival. Ésos son los datos objetivos, los que no se pueden discutir por muy hincha que se sea por una entidad deportivo o por otra.

La manera de llegar a semejante fin por parte del Sevilla fue bastante diferente a las de otras veces en el presente curso, entre otras cosas porque Zidane fue un aplicado alumno de Sampaoli a la hora de poner a los suyos sobre el campo desde el principio. Si el argentino optaba en esta ocasión por una defensa de cuatro que recibiera las ayudas de los dos medios centro, concretamente Iborra o N’Zonzi, el francés se aliaba con la moda de los tres centrales y metía a Sergio Ramos en medio de Varane y Nacho para que Carvajal y Marcelo tuvieran más libertad por los costados.

El resultado de semejantes planteamientos fue un quiero y no puedo por parte de un Sevilla, mucho más pastoso de lo habitual. Los anfitriones tenían el dominio del balón, pero la verdad es que se encontraban demasiadas piernas cuando sobrepasaban el centro del campo para hacer daño al adversario. El Madrid jamás tenía menos de cuatro futbolistas atrás y eso lo complicaba todo para el estilo que propugna Sampaoli. Y, además, cada pérdida se convertía en un riesgo de contragolpe letal, aunque en eso sí estuvieron muy acertados los hombres más retrasados de los blancos, salvo en el error de Escudero que fue la génesis del penalti de Sergio Rico a Carvajal.

Los intentos del Sevilla, por tanto, se quedaron en un cabezazo de N’Zonzi en la salida de un córner y dos o tres disparos lejanos con no mucho peligro para Keylor Navas. El dibujo defensivo propuesto por Zidane exigía aún más riesgos y Sampaoli lo asumió en el descanso. Pero después de una opción de Ben Yedder llegaría el penalti. Mala cosa estar por debajo contra un Real Madrid tan pensado para contragolpear.

El Sevilla llegó a bajar los brazos durante un pequeño tramo, pero entonces surgió, por enésima vez, el espíritu del "dicen que nunca se rinde". Ya estaban comenzando a apretar los nervionenses, buscando entradas por el costado de Mariano, cuando Sergio Ramos marcó en la portería que debía hacerlo. Y eso ya puso todo cuesta abajo para que llegara el imposible, el golazo de Jovetic con Keylor Navas desubicado en su portería. Queda aún mucha Liga, cierto, pero Sampaoli y los suyos han levantado la mano para pelearla.

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