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Mendilibar, la ilusión curtida del veterano debutante

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El técnico vizcaíno debe atemperar la nueva esperanza anidada en equipo y afición ante la realidad del fútbol: llega el Villarreal con ganas de aguar la fiesta del Sevilla

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Mendilibar, reflexivo, en medio del manicomio del Sánchez-Pizjuán ante el Manchester. / Antonio Pizarro

"Cuando un equipo asciende de Tercera a Segunda B es importantísimo para ese club, para 5.000 personas". Con esa frase que zanjaba la cuestión planteada sobre si ante el Manchester United afrontaba el partido más importante de su trayectoria como entrenador, José Luis Mendilibar enviaba un mensaje claro, diáfano, para el que el que lo quisiera captar. Lo importante no es lo mediático. Lo verdaderamente importante son las personas y los sentimientos de los grupos sociales, independientemente de la visibilidad que éstos tengas.

Con ello, de paso, trasladaba su poso de sabiduría, o de veteranía, que más sabe el Diablo por viejo que por diablo, ante lo que reconoció como su partido "más llamativo". O sea, más mediático. Desde ese prisma, tan sencillo, tan auténtico, Mendilibar y su mensaje directo se encumbró en su primera eliminatoria europea.

La esencia de un deporte llamado fútbol

El técnico de Zaldívar, a sus 62 años, vivió in situ una de las noches más memorables que recueda el sevillismo. Pero la noche fue memorable precisamente porque antes el viejo zorro vizcaíno le quitó todas las capas de celofán a lo que era un simple partido de fútbol. Yendo a la esencia del juego, a la verdad, descubrió el corazón de la cebolla: la ilusión. Y ahora su labor se complica aún más, pues debe evitar que su entorno, desde ese equipo entregado como fanáticos poseídos a su fútbol de presión y verticalidad a un sevillismo que apenas pudo dormir tras la exhibición ante el Manchester, no confunda ilusión con realidad.

Porque la realidad sigue llamando a las puertas del Sevilla y atiende al partido de este domingo ante un Villarreal descansado que se juega mucho y que ya fue capaz de meterle las cabras en el corral al Real Madrid en el Santiago Bernabéu.

De aquel Lanzarote a eliminar al Manchester

"Los jugadores tienen que seguir igual: creer, creer y creer. Es un día muy feliz y espero que no sea el último", dijo Mendilibar tras el apabullante triunfo sobre el Manchester United. El vizcaíno lo decía con un aire templado, como si no fuera la primera vez que se clasificaba para las semifinales de un torneo del prestigio internacional de la Europa League. Como si ésta no fuera más importante que su frustrado ascenso a Segunda División, en su primera excursión fuera de Euskadi, con el Lanzarote que enamoró a Monchi y Caparrós en una eliminatoria de Copa, 20 años atrás.

"Empecé en Regional y ahora estamos en semis de la UEFA con un buen equipo. No he vuelto loco a nadie. Sobre todo la sencillez, que es una cosa clave en fútbol", dijo el vizcaíno tras la memorable fiesta vivida en un Ramón Sánchez-Pizjuán enloquecido, un manicomio que a muchos recordó la noche de aquel 27 de abril de 2006, jueves de Feria.

Las incómodas comparaciones con Juande o Emery

En apenas cinco partidos, Mendilibar se ha ganado el corazón del sevillismo, que no vivía una comunión tal con su equipo desde los primeros años de Unai Emery o aquellos 15 meses mágicos de Juande Ramos. Julen Lopetegui, por ejemplo, triunfó justo cuando la pandemia vació de calor y cánticos los estadios, y ese orfanato recíproco produjo un desapego que derivó en un desgaste que, al cabo, trajo al taumaturgo Mendilibar a Nervión, como socorrista de urgencia.

Mientras resonaba de fondo el eco de la fiesta, José Castro, quemado de tanto vaivén en un barco que casi se le va a pique, no se mojó al ser preguntado por su continuidad. "Estamos muy contentos con Mendilibar, tenemos contrato con él hasta el final de la temporada y ya se verá". Al vizcaíno le quedan 11 partidos por delante: nueve de Liga y los dos de las semifinales de la Europa League, ante una Juventus de la que ya advirtió que no será "tan alegre" como el United.

Su mensaje fue claro, como el que traslada a sus futbolistas para explotar sus cualidades sobre una confianza fraguada con trabajo y sin rodeos, a lomos de la premura del calendario. Ahora llega lo más difícil: manejar la ilusión de un colectivo, su vestuario y la afición, que todavía debe lidiar con el toro de la Liga. Llega el Villarreal, fresco y con sus propias ilusiones. ¿Se habrá desatado el Sevilla como tras aquel jueves de Feria? Mendilibar, con su curtida ilusión por el fútbol, con su solera de éxitos y desencantos, debe saber templar ahí.

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