Martial, al conjuro del mago Monchi

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El Sevilla certifica el sueño de fichar para los cuatro últimos meses de competición a un delantero del más alto nivel en una fuerte apuesta para ir por la Liga y la Liga Europa

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Monchi observa a Martial en el aeropuerto de San Pablo. / Juan Carlos Muñoz

El 16 de agosto de 2020, Anthony Martial conoció en carne propia qué material infungible hay debajo de la camiseta del Sevilla cuando se remanga para mirar frente a frente a su propio destino. Aquel domingo, el delantero francés formó como titular en un Manchester United que partía como claro favorito para derrotar al equipo de Julen Lopetegui en la semifinal de la Europa League. E incluso saboreó el caramelo. Pero el Sevilla remontó, en una gran actuación de Bono, que amargó entre otros al propio Martial, y luego el francés vio cómo los de blanco repetían la proeza ante otro transatlántico europeo como el Inter. Un año y cinco meses después, aquel delantero que se mesaba los cabellos ante Bono quiere saber qué hay debajo de ese escudo.

El sueño se convirtió en realidad al conjuro del mago Monchi. Después de Tecatito Corona, Anthony Martial. Como si todavía no se hubiese desecho de la dignidad y las ricas vestiduras del Rey Baltasar, el director general deportivo le hizo al club, que celebraba justamente ayer su 132 aniversario, el mejor de los regalos. A las cuatro de la tarde aparecía en el aeropuerto de San Pablo, ante la figura de Jesús Navas levantando aquella sexta Europa League, Anthony Martial, un delantero de primerísimo nivel mundial. La apuesta del club de Nervión es fortísima, arriesgada, ambiciosa... Lo apuesta todo al rojo la entidad que preside José Castro en estos cuatro meses de competición en los que va a luchar por todo en los dos frentes que tiene abiertos: la Liga y la Liga Europa. El coste de la operación, más de cinco millones, es elevado. Pero merece la pena.

La conjunción de circunstancias han impelido al Sevilla a ello. Estar a cuatro puntos del liderato en la Liga después de dos meses durísimos con picos de once bajas, o doce contando al entrenador, como en Mestalla o ante el Celta, han acorazado en la determinación a los altos ejecutivos sevillistas. Es ahora o nunca. El hecho de que la final de la Europa League se juegue en el Ramón Sánchez-Pizjuán también pesa.

A Monchi, emocionalmente, también lo ha debido impulsar haberse sentido rey por un día en la Cabalgata de los Reyes Magos, una jornada que calificó de inolvidable. Antes de investirse en Rey Baltasar ya se le había encendido la bombilla ante la realidad de que en enero se iba a quedar con un solo delantero por la Copa de África... Y entre tanto, la llegada de Ralf Rangnick al Manchester United había creado el caldo de cultivo adecuado. Martial cada vez jugaba menos y en ciernes está ese Mundial a contrapelo en Qatar, en pleno otoño de este año, al que quiere apuntarse el internacional francés. Y Monchi unió todas las piezas, movió su varita mágica y les trajo a todos los sevillistas lo que venían demandando para afilar al súper competitivo equipo de Lopetegui: un delantero de altísimo nivel con verdadera hambre.

Que Martial haya desechado cantos de sirena de clubes como la Juventus y, en menor medida, el Barcelona tiene mucho que ver con esa hambre. El francés de 26 años quiere jugar, necesita jugar. Y el único que se lo garantiza, con altos objetivos además, es el Sevilla de Monchi y Lopetegui.

Detrás hay un gran esfuerzo financiero. "Con las condiciones actuales –la ficha más la prima de cesión– no es un acuerdo factible para nosotros. Teniendo en cuenta ciertos números, no hay conversaciones avanzadas, no esperamos ninguna rebaja del Manchester United", dijo Maurizio Arrivabene, director general de la Juve. Pero Martial logró presionar al United, que entendió que la única forma de revalorizar al jugador era cederlo, sin prima de fichaje, para que triunfe en cuatro meses en el Sevilla. Tras cuatro operaciones en enero, las salidas de Idrissi y Óscar, cedidos a Cádiz y Getafe, y las llegadas de Tecatito y Martial, el afán y el mensaje del club presidido por José Castro es diáfano. Es un todo o nada mientras el sevillismo se frota los ojos.

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