Las Rozas-Sevilla
De golpe, el otoño y la Copa
Sevilla - Chelsea | Informe técnico
“Imitación de alguien o algo, especialmente torpe o burlesca”. Así define el diccionario el término “remedo”. Y eso es lo que saltó a la hierba del Ramón Sánchez-Pizjuán ante un Chelsea que, justo es recordarlo, también dejó en el banquillo a gente muy principal como Kanté o Werner.
Fue una imitación torpe en la primera parte que rompió en burlesca en la segunda, ya cuando la goleada se hizo carne. Y muy dolorosa. Lopetegui arde en deseos de ajustar cuentas con el Real Madrid, que además anda patas arriba, y tener amarrada la clasificación para los octavos de final de la Champions lo terminó de convencer para elegir una rotación extrema, de hasta nueve jugadores con respecto a Huesca –Escudero y Vaclík obligados por lesiones– que terminó por despersonalizar a un equipo que se ha distinguido, desde que llegó el buen entrenador vasco, por jugar con una personalidad muy acusada. Con trazo. Con ideas claras. El equipo de ayer no tuvo idea alguna de cómo plantar cara a un equipazo que le planteó la genuina exigencia de la Champions. Desaconsejan a los cirujanos operar a familiares por el peligro del factor emocional...
Sergi Gómez sale en la foto de tres de los cuatro goles de Giroud –en el primero sale Diego Carlos, que tampoco se puede ir de rositas por su partido–, pero sería injusto cargar todas las tintas sobre la línea de cuatro zagueros.
El improvisadísimo Sevilla de ayer se empezó a abrir en canal en la zona ancha, con tres medios, Gudelj más anclado, Rakitic cerca de él para intentar iniciar las jugadas y Óscar Rodríguez unos metros más arriba, absolutamente desbordados por la frenética salida en tromba de los Havertz, Pulisic o Kovacic. Y no sólo por la acción del primer gol, en la que Rakitic persiguió impotente la sombra de Havertz antes de que éste encontrara a Giroud en el área. Cualquier pérdida con el Sevilla tratando de salir, y ahí Franco Vázquez volvió a quedar muy señalado, acaba en transiciones endiabladas hasta Alfonso por pasillos interiores. No le hizo falta al Chelsea ni bascular a una banda u otra. Gudelj no corrió ni riesgo de expulsión tras su pronta amonestación: jamás llegó a la jugada. Fernando se antoja fundamental para cohesionarlo todo.
Ya es consabido que Rakitic no va a cruzar líneas con un giro, una finta o un recorte. Banega es historia. Pero del croata se espera al menos criterio, buenas elecciones y precisión para salvar líneas de presión con sus pases. Nada de eso hubo. Y como tampoco estaba Koundé, clave en el inicio de los ataques, todo quedaba en un tuya-mía de Sergi Gómez con Diego carlos o Gudelj y en pases insustanciales de Rakitic. Idrissi amagó al principio con Rekik, pero pronto se diluyó.
Sólo tuvo buen son el juego local en el arranque de la segunda parte, con Jesús Navas y Óscar volcado a esa derecha. Pero el Sevilla estaba roto. Faltaba el pegamento: Fernando.
Las maneras del portero Alfonso.
Las carencias de la unidad B fueron aún más vistosas en un once que fue... un remedo.
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