Loa al mito de la rebeldía
Sevilla-Real Madrid · El otro partido
El karma sevillista se sustancia en la cabeza de Sergio Ramos, que cambió los pitos en ovaciones con su autogol.
Jovetic se sube a la épica de Nervión.
Épico, emocionante, espectacular, paradójico, apasionante, literario, vibrante, inolvidable, loco, memorable, jocoso, increíble, hasta espiritual, casi religioso... ¿Cuántos adjetivos pueden describir lo vivido en el Ramón Sánchez-Pizjuán en la noche del 15 de enero de 2017? El fútbol atrae a las masas por eventos así, por cómo remontó el Sevilla al Real Madrid en los ocho minutos finales. El triunfo imposible en un contexto de máxima crispación por cómo se vive el fútbol en este país, con disparidad de rasero para todo cuando por medio está uno de los dos poderosos. La guerra es de los dos grandes. Los daños colaterales de todos los demás.
Lo de David contra Goliat casi se queda pequeño para definir la loa al mito de la rebeldía ante el poderoso que protagonizó el Sevilla. Fue épica la remontada entre los minutos 85 y 92 por esa diferencia entre el potencial económico y deportivo del Real Madrid y del aspirante a rey de los pobres, pero no sólo por eso. Que el Madrid se adelantase de penalti, el tercero consecutivo en tres partidos, el tercero dudoso porque parece que Sergio Rico toca el balón antes que a Carvajal, le dio la habitual literatura de la protesta. Pero lo que redondea lo memorable y lo trascendente del encuentro fue que la impiedad del tercer jarro de agua fría consecutivo no tomó cuerpo porque Sergio Ramos sustanció el karma sevillista con su impecable testarazo a la red, en un autogol que parece castigar su exceso de autodefensa con la celebración acusatoria hacia los malos, los chicos de Gol Norte, los niños de las picardías y las palabrotas. Tirar un penalti a lo Panenka a tu equipo de la niñez, desde un punto de vista sentimental, es otra picardía, dolorosa y punzante.
Inconscientemente, Sergio Ramos se ha subido a la historia de la épica sevillista, en una expresión en negativo de una página llena de paradojas. ¿Es más héroe sevillista tras su autogol en el minuto 85 o es más antihéroe madridista? Media Liga estaba en juego, decían en las tribunas capitalinas antes de que el camero emulase a Johnny Metgod, en la misma portería de Gol Sur que aquel central holandés que completó el 2-2 en un Sevilla-Madrid lejanísimo, 9 de enero de 1983.
Desde entonces, 34 años atrás, ha habido muchos Sevilla-Madrid, pocos con más literatura que éste que ha visto nuevamente la fracción entre la visión centralista y unívoca de la capital y la impotente rebeldía provinciana.
Y para que el karma cobrara trascendencia, un recién llegado, Stevan Jovetic, se subió a la épica de Nervión cinco días después de aterrizar diciendo que sabe español porque veía la serie Los Serrano. Arte balcánico. De martes a domingo, dos goles al Realísimo.
Para que todo cobrara forma y se rematara con el terceto perfecto con que todo buen soneto finaliza hubo de mediar la rebeldía que canta a los cuatro vientos Jorge Sampaoli. "Hay que creer y sostener la idea". El Sevilla creyó cuando todo era imposible, tras otro penalti, ahora de Cristiano Ronaldo. El guantazo de realismo lo soltó de sus propios corsés para sumergirse en un alucinado romanticismo. Sí, es verdad, el Sevilla de Sampaoli tumbó al Madrid de Zidane. Todo es cuestión de fe.
Pocos insultos, pitos y gratitud hacia Sampaoli
El Ramón Sánchez-Pizjuán vivió una noche loca, de grandes griteríos y pitadas y punzantes silencios. Están en huelga de gargantas afónicas los animadores profesionales de Gol Norte. A Sergio Ramos se le insultó en el calentamiento más que en el partido. También se le mencionó a Daniel Alves y Rakitic tras su frase reivindicativa. El camero se acercó a Sampaoli y le agradeció que lo defendiera en la previa. "No creo que tirar un penalti a lo Panenka sea una falta de respeto", había dicho.
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