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Una vergüenza perenne (2-1)

levante-sevilla fc | la crónica

El Sevilla firma otra actuación indigna en su visita al Levante y da un nuevo paso atrás en sus aspiraciones. Los blancos, sin dirección en el banquillo, caen de maduros en lo físico.

Nolito pelea un balón. / EFE
Francisco José Ortega

28 de abril 2018 - 07:59

El Sevilla se empeña en avergonzar a los suyos. El equipo de Montella, de Castro, de Arias y de todos los que hayan tenido algo que ver en perpetrar semejante esperpento, sigue en caída libre por la sencilla razón de que no tiene absolutamente nada de lo que exige el fútbol de élite. No tiene físico, y ahí está la jugada en la que Escudero se cae de maduro en el minuto 82 para atestiguarlo, como también lo evidenciaron Sarabia, Franco Vázquez y otros futbolistas a los que ya les pesan hasta las calzonas; no tiene dirección en su banquillo, con un Montella incapaz de poner al menos parches para que la piscina no se quede sin agua; no tiene alma, algo que debería venir desde la cabeza más alta del club, para revertir la situación... Nada, absolutamente nada, invita a pensar en que la caída a los avernos se detenga.

Este primer párrafo sirve para resumir una nueva actuación deprimente por parte del Sevilla. Porque, con la final de Copa por medio, que ya fue vergonzosa en su desarrollo, la escuadra de Montella sólo ha sido capaz de sumar un solo punto contra los dos equipos que se estaban jugando el descenso hasta ahora. Es evidente que tanto el Levante como el Deportivo figuran tan cerquita de la cola de la clasificación por algo, por ser de los más flojos de la categoría.

Pues el Sevilla, el Sevilla de este espantoso mes de abril, no ha sido capaz de derrotar a ninguno de los dos y ni siquiera eso es lo peor, porque las circunstancias del fútbol pueden dar lugar a resultados engañosos, lo más lamentable para este equipo de futbolistas que aspiran a renovaciones multimillonarias y de entrenadores y dirigentes que manejan presupuestos de 200 millones de euros ha sido que en ningún momento han sido superiores en el juego ni al Deportivo ni al Levante.

Puede sonar un poco a demagógico, pues en el fútbol nada tiene un valor empírico salvo los resultados de cada partido, pero esto quiere decir que en la deriva que ha tomado el actual Sevilla tal vez podría dirigirse hacia la lucha por evitar el descenso de no haber tenido un colchón mullido respecto a estos rivales que son capaces ahora de tutearlo y que sí se van a despeñar, en el caso del Deportivo, a la Segunda División.

Pero tampoco conviene desviarse en exceso del partido perpetrado por los sevillistas en el Ciutat de Valencia. Había curiosidad por ver si los blancos eran capaces de sobreponerse a la lamentable imagen de la final de Copa, por comprobar si con un partido en toda la semana al menos tenían algo más de chispa para mandar en el duelo ante un adversario que en la teoría es bastante inferior. En absoluto, para buscar un ejemplo entre dos futbolistas de características relativamente similares por su posición, Morales era un atleta top en la comparación con un Sarabia descorazonador para todos los que han apostado por él. El madrileño sencillamente no puede, se para en lugar de esprintar con el balón, jamás rompe líneas, pierde la pelota con una facilidad pasmosa. Es una auténtica sombra del futbolista que ha llegado a ser. Por el contrario, el extremo del Levante marcó un gol, dio otro y se escapó en infinidad de ocasiones de todos los sevillistas que le salían al paso.

Mercado, pensativo. / EFE

Valga este pequeño frente a frente dentro de la crónica general de los hechos para tener una perspectiva concreta de lo que ha sido este Levante-Sevilla. En la que puede ser su última apuesta como entrenador sevillista, Montella introdujo apenas tres variaciones respecto al equipo que pisoteó el escudo en el Wanda Metropolitano. Se caían N’Zonzi, tal vez por propia voluntad, Correa y Muriel para que entraran en sus puestos Geis, Nolito y Carlos Fernández, respectivamente. El delantero de la cantera, al menos, fue capaz de firmar un golazo; el alemán tuvo voluntad y muy poquito más; mientras que el sanluqueño fue, otra vez, la nulidad que ya ha apuntado en muchas ocasiones durante el presente curso.

Con esos elementos trataba Montella de que aquello funcionara. Para nada se planteó el italiano meter algún retoque táctico, colocar a dos delanteros de verdad, meter a Sandro en punta o algo diferente que pudiera inducir a pensar en una nueva faz por parte del Sevilla. En absoluto fue así y a nadie le pudo extrañar que el Levante estuviera por delante en su primera llegada al área de los nervionenses. Un buen pase profundo de Coke y los dos centrales se abren como si se tratara del Mar Rojo en la película Los Diez Mandamientos. Morales llegó hasta el área pequeña y allí le dejó la pelota a Roger para el uno a cero.

El Sevilla ya amenazaba en ese momento con protagonizar un nuevo esperpento, pero entonces apareció la calidad del joven Carlos Fernández para retrasar la caída. Un balón de Banega a una zona en la que estaba rodeado de rivales, pero el delantero de Castilleja de Guzmán se hizo un hueco para lanzar un zurdazo combado que le podía servir como clínic para casi todos sus compañeros de la primera plantilla sobre cómo hay que disparar desde el borde del área.

Ese empate cambiaba algo la percepción, pero fue un espejismo. El Levante tuvo el dominio durante una fase prolongada del primer periodo, pero sería injusto obviar que los visitantes desaprovecharon dos oportunidades clarísimas para haberse ido al descanso con ventaja. La primera fue un cabezazo de Lenglet en un córner que se había comido Oier y que es increíble que no acabara dentro de la portería del Levante. En la segunda fue Jesús Navas, quien con todo a favor, disparó fuera justo antes del intermedio.

Esos dos goles desperdiciados sí conducían a pensar en otra cosa en la segunda mitad. En absoluto, el Sevilla se fue quedando sin fuerzas hasta caerse de maduro en torno a la hora de juego. El Levante, que lo había perdonado en varias ocasiones, lo aprovechó para anotar el 2-1 en una pésima salida de un David Soria que se sumó al esperpento tras un gran paradón a Jason. Y desde ahí el Sevilla fue ese quiero y no puedo que ya avergüenza a los suyos de manera perenne. El equipo de Montella, de Castro y de Arias es un dolor.

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