Lebrija vibra con Isaac, vecino humilde, héroe del Sevilla y orgullo del Antoniano

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"Los pies los tiene muy bien puestos en el suelo y la cabeza en su sitio", dice su madre, Macarena Bernal, que regenta el ambigú del club, cuyo utillero es Antonio Romero, su padre

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Isaac posa con su madre, Macarena Bernal, para este diario en la Plaza de España de Lebrija.
Isaac posa con su madre, Macarena Bernal, para este diario en la Plaza de España de Lebrija. / M.G.

"¡Somos diferentes!", reza el lema del Antoniano, quizá para distinguirse de la Lebrijana, el otro equipo de Lebrija, que, de pronto, asiste ante el televisor a la eclosión nacional de uno de sus vecinos. Isaac Romero Bernal (Lebrija, 18-05-2000) ha vuelto a poner en el mapa al precioso pueblo del Bajo Guadalquivir, patria chica de Juan Peña, El Lebrijano, su recordado gran embajador a través del flamenco. El padre de Isaac, tras pasar por el Sanluqueño que ahora dirige con Coke otro lebrijano, Juan Cala, llegó a jugar en Segunda División con Mesa y Poyatos en el Xerez y con Joao Pinto y Toni Muñoz en el Atlético Madrileño, pero las lesiones lo apartaron del fútbol... profesional. La familia de Isaac está íntimamente unida al fútbol, ahora amateur, a través de ese club que ahora lucha por la permanencia en la Segunda RFEF en el mismo grupo que el Sevilla Atlético y el Betis Deportivo, el Antoniano.

La resaca en Lebrija fue dulcísima. Vibra el pueblo como al son de las sevillanas corraleras -compás de cántaro y alpargata- que universalizaron Carlos Saura y Juan Lebrón en la película Sevillanas con motivo de la Expo 92. A ver cómo encaja la fama universal este zagal de 23 años que paseaba feliz ayer con su madre por la Plaza de España, el foro social del pueblo. "Los pies los tiene muy bien puestos en el suelo y la cabeza en su sitio", tranquiliza orgullosa su progenitora, Macarena Bernal, consciente de que hay buena materia prima. En siete partidos con el Sevilla ha marcado cinco goles, pero ninguno lo elevó a la fama como el que hizo imponiéndose a Oblak y Koke. Si llega a 15 partidos su cláusula sube de 15 a 20 millones de euros.

Macarena Bernal posa orgullosa con su hijo en la lebrijana Plaza de España.
Macarena Bernal posa orgullosa con su hijo en la lebrijana Plaza de España. / M.G.

Su abuelo llegó de Lora del Río a principios de la democracia, cuando se drenó parte de la marisma lebrijana y se repartieron parcelas como terreno cultivable sobre tierra salina, el denominado sector B-12. El sacrificio del labrador y el amor por la tierra los lleva en la sangre. No hizo falta vitamina B12 para la resaca tras la borrachera de elogios y el frenesí de la fama inesperada.

Antonio Alcón era su padrino futbolístico en el Antoniano, en el que hace de todo: es el secretario técnico, el tesorero, y está para lo que haga falta. Como Antonio Romero, el padre de Isaac que tuvo que dejar el fútbol por las lesiones, con secuelas en la cadera. "Con Romero no cuentes porque no va hacerse ninguna foto", dice Macarena Bernal sobre su marido, el ex futbolista y ahora utillero del Antoniano. La madre lleva el ambigú del club que tomó el nombre de Antonio de Nebrija, el autor de la primera gramática castellana en 1492, un par de meses antes del Descubrimiento de América.

Descubrimiento el que ha hecho el Sevilla con este alfarero del fútbol. "Es una familia humilde y encantadora. No tengo miedo de que la fama se le suba a la cabeza. Mi único miedo es una lesión. Es muy natural, muy humilde, sigue con su gente aquí", dice Antonio Alcón, que recuerda el calvario que pasó en la temporada 21-22, la segunda en el Sevilla Atlético, cuando a Isaac se le salía el hombro constantemente y también se rompió el peroné. Eso retrasó su eclosión en la élite. "Lo quiere todo el mundo, es muy querido, en Lebrija y en el Sevilla, porque ha estado allí luchando con las lesiones, con los fisioterapeutas, con todo el mundo", recuerda Antonio Alcón.

Isaac posa con un aficionado sevillista, una de tantas fotos en su pueblo natal.
Isaac posa con un aficionado sevillista, una de tantas fotos en su pueblo natal. / M.G.

Pasó por los juveniles del Cádiz. Pero no lo vio claro y volvió a su pueblo, al Antoniano. Mucho antes, siendo un niño, empezó a despuntar como goleador en el Torneo Calzados Moreno, una competición para captación de infantes futboleros patrocinada por un zapatero lebrijano. Probó en el Sevilla un par de veces, como benjamín y como alevín. "Era muy madrero, se iba a las cuatro de la tarde en el autobús y no volvía a Lebrija hasta las diez de la noche y no aguantó eso", rememora Antonio Alcón, que además de mandamás del Antoniano es profesor de secundaria en La Preu, en Heliópolis. "Tienes que verme a mí, que soy bético, saltando con sus goles como un sevillista más", dice socarrón y también muy orgulloso de la irrupción de su pupilo, un currante del fútbol que, como tantas veces en la vida, solventa cobrando menos lo que las grandes estrellas no pueden...

Alcón fue el que recibió a los responsables de la cantera nervionense, Pablo Blanco, Agustín López y Marcos Gallego, en junio de 2019 para firmar por el Sevilla, ahora sí, cumplidos los 19 años, tras ascender al Antoniano a Tercera División a base de goles. "Está hecho un toro. Pero tiene que dosificar, no se frena, va al choque. Cuando vino con el Sevilla Atlético a jugar con el Antoniano lo expulsaron por eso", dice. "Es muy humilde, pero en el campo se transforma, es un disparate". Isaac, mientras, pasea y reparte sonrisas por Lebrija, como si tal cosa, después de salir en los telediarios por el partidazo que firmó... Será porque es diferente.

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