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Juan Antonio Solís
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Mallorca-Sevilla | Informe técnico
Por infortunio, por abuso arbitral -indignante que un claro agarrón no sea considerado penalti y que un presunto roce en un codo pegado al cuerpo invalide un gol-, por incapacidad de gestión de los escasos recursos, por lo que sea, a Diego Alonso, que estalló contra el VAR, no se le quita el rictus de impotencia... y de derrotado. Ni un triunfo en 10 partidos de verdad, siete de Liga y tres de Champions, con la mitad de ellos perdidos y el clavo ardiendo de cinco empatitos. El Sevilla está ya en una situación límite, sin saber qué va a hacer un comité de dirección más pendiente de la guerra accionarial y las pintadas de los vándalos que de la deriva del césped.
Con lo puesto, y nueve bajas, el Sevilla intentó, y aparentemente consiguió, mandar en el partido, o mejor dicho, en la posesión del balón. Pero eso no es nada en el fútbol de verdad. El partido siguió el guión de Javier Aguirre, que esperó al Sevilla siempre y lo atacó poco pero con colmillo.
Ya en el minuto 3, jugada previa al primer córner para el Mallorca, se vio el hueco entre los dos medios centro, Soumaré y Sow, y los dos centrales, Gudelj y Sergio Ramos, que iban a buscar los carrileros y medios de Aguirre con un fútbol directo. Así llegó el 1-0, con el infortunio de que la pedrada de Maffeo, habilitado a la espalda de los medios, la puso en bandeja sin querer Samu Costa a Larin, quien empaló ante los dos centrales blancos. Primera llegada, 1-0.
Pero no llegó mucho más un Mallorca que si de partida iba a esperar al Sevilla, tras adelantarse tuvo claro que lo suyo era agazaparse y dar otro zarpazo. Ahí el Sevilla ajustó bien los controles de espalda de los jugadores que iniciaban los contraataques, con Sergio Ramos yendo a las anticipaciones con fuerza, aun a riesgo de faltas en el mediocampo. Pero Larin siguió creando problemas y bajó más de un balón en las barbas del camero para crear desasosiego. Lo hubo hasta el final sin que el Mallorca hiciese mucho por ello.
El Sevilla mostró su mejor versión antes del 1-0 con el partido aún abierto y rápidos ataques en vertical, con salida escalonada, con Soumaré, Sow y Rakitic o Lukébakio combinando de primera o a la segunda y ganando metros. Así llegó la ocasión de Ocampos en el minuto 4. Pero el 1-0 atornilló al rival atrás con cinco defensas y cuatro medios y se fueron cerrando las vías. Aun así, no dejó de intentarlo el Sevilla, que acusó la lesión de Lukébakio, aunque el sustituto Januzaj empezó con un centro que propició el penalti a En-Nesyri (33’). Un espejismo, un bluf. Aquello era imposible ya y encima apareció Gil Manzano en el VAR...
Una y otra vez lo intentó el Sevilla, con centros sin rematador ni nadie que recogiera la segunda jugada en la corona del área. Desde ahí sí hubo mucho disparo a media distancia, casi siempre por incapacidad para derrumbar la barrera bermellona. Pero faltaron recursos. Con todo, Rajkovic salvó el empate en un mano a mano con En-Nesyri -un balón al espacio, qué cosas...-, y un cabezazo de Sergio Ramos -¡un córner por fin bien rematado!-. Poco más hubo y otra vez sin agotar los cambios. Hasta el realizador televisivo enfocando a Rafa Mir en el banquillo cuando salió Kike Salas en el 89 -para que Sergio Ramos fuera delantero- se dio cuenta...
El arranque, el buen criterio inicial, la voluntad ante los golpes.
Todo apariencia. Poca realidad. Ninguna mordiente.
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