Haaland evita que el sueño esté cerca (2-2)
La pelea constante de un buen Sevilla se estrella contra los dos goles del gigante noruego
El cabezazo de En-Nesyri en el minuto 95 sólo dejó apenas un minuto para intentar la heroica, pero no hubo remate al final
Punto final para la aventura del Sevilla 2020-21 en la Liga de Campeones y por consiguiente en las competiciones europeas del presente curso. La pelea constante de los hombres de Julen Lopetegui, el amor propio que derrocharon durante los 99 minutos que se contabilizaron en el Westfalen Stadion de Dortmund se toparon de frente con un gigante llamado Erling Haaland. El noruego sumó dos goles más a los dos que ya había materializado en la ida para impedir cualquier posibilidad de sueño para los sevillistas.
La vida es así de cruda y este Borussia Dortmund goza de los servicios de uno de los mejores delanteros del orbe futbolístico y eso se iba a convertir en el factor fundamental para que los sevillistas ni siquiera pudieran acercarse a un estado onírico a pesar del buen juego que desarrollaron durante muchas fases en este histórico estadio que se convierte en un verdadero infierno cuando está repleto de hinchas. Y no es que Haaland se tuviera que fabricar sus dos goles gracias a un gran juego, no, pero el nórdico tiene tal influencia en los defensas rivales que los llega a minimizar hasta un punto increíble.
La mejor prueba de ello fue Koundé, que protagonizó, tal vez, uno de sus peores partidos con la camiseta sevillista desde que cobró un especial protagonismo a partir del parón de la pandemia. El central francés estuvo particularmente fallón y por ahí llegaron los dos goles que finalmente cercioraron cualquier posibilidad de darle la vuelta al 2-3 del primer asalto. En el primer tanto perdió un balón que luego contó con la sapiencia de Marco Reus, menudo futbolista el alemán, para darle la pelota en bandeja a un Haaland que había sabido ir al sitio justo.
En el segundo, sí fue fruto de la impotencia, ya que Koundé fue castigado por un VAR que estaba empeñado en no dejar ni la más mínima opción a la reacción. Sólo así se puede entender que fuera revisada la acción del francés, cuando por ejemplo una cama que le hicieron a En-Nesyri o la última jugada del partido con un golpe a Munir se fueron al limbo de forma definitiva y hasta lógica. Cierto es también que el árbitro turco decretó un penalti favorable a los sevillistas en una acción de Emre Can con el bigoleador de los nervionenses que también podía haber obviado, cosa que igual y habría hecho de no estar el marcador en un dos a cero a esas alturas del litigio.
Pero ésas son conjeturas que resultan difícil de aseverar, imposible incluso. Lo cierto es que el Sevilla se plantó en el Westfalen Stadion con la sana intención de darle la vuelta al 2-3 con el que acabó todo en la primera cita en el Ramón Sánchez-Pizjuán. Lopetegui no se guardó absolutamente nada y sí introdujo una variante con la inclusión de un Óscar Rodríguez que pasó de no tener ni los minutos de las reacciones a ser titular en uno de los días más trascendentes del curso, al menos en lo que a los torneos por eliminatorias se refiere.
A la hora de que empiece a rodar el balón, la puesta en escena no iba a tener absolutamente nada que ver con el primer partido. El Sevilla no se dejaba agobiar con la presión del Dortmund y lejos de rifar el balón camino de ninguna parte sí lo arriesgo y obligó a los alemanes a correr para tratar de recuperarlo, algo que rara vez conseguían. El dominio de la situación era claramente blanco y tampoco era una circulación de mentira en esta ocasión, aunque las ocasiones tampoco fueron diáfanas ni muchísimo menos.
Todo se iba a quedar en un uy, en un disparo de Ocampos que repelió Hitz muy pronto (3’), un intento de empalme de Óscar Rodríguez que no llegó a conectar ni con el balón (7’) y en un golpe de Suso con la derecha después de una buena jugada de Ocampos (18’). Los intentos de los visitantes habían servido para evidenciar que nada iba a ser igual que en la primera vez, al menos en el nudo, que otra cosa sería el desenlace.
Porque ese intento de buen juego por parte del Sevilla no iba a servir para que cayera ninguna fruta, ni siquiera estuvo muy cerca de ser así, y lo que sí llegaría fue el error entre Koundé y Suso en un intento de salir desde atrás de Bono. Haaland aprovechó después la sapiencia de Reus para poner aún más complicado el intento de remontada por parte del Sevilla.
Pero aún quedaba mucho tiempo por delante y es evidente que este Sevilla pelea hasta el último aliento, cosa que se corroboraría con posterioridad. Porque el Dortmund sí sorprendió con su salida tras el intermedio. Los alemanes se parecieron en ese rato al equipo que destrozó a los blancos en la ida y no sólo pudieron marcar en su primera jugada a través de Thorgan Hazard sino que protagonizaron una jugada de las más polémicas a través del VAR. El artilugio anulaba un gol de Haaland por falta a Fernando, pero también revisaba una fricción anterior del noruego con Koundé y decretaba penalti. Lo fue, pero había que buscarlo, está claro.
Como también acertó después al decretar que debía repetirse el penalti tras la primera parada de Bono a Haaland después de que culminara incluso un ataque del Sevilla en la acción posterior. Y esta vez el noruego no iba a fallar para poner las cosas ya muy cuesta arriba para los nervionenses, que perdían por 2-0 a sumar al 2-3 del Ramón Sánchez-Pizjuán.
El Sevilla se dejó todo desde ahí para tratar de voltear la situación, incluso Hitz hizo un par de buenas paradas al Papu Gómez, sobre todo, y a Óscar Rodríguez mucho antes de que En-Nesyri anotara el dos a dos prácticamente sobre la hora. El Sevilla había obtenido un mínimo premio a su amor propio, a su orgullo, pero el resultado final fue el mismo, los blancos se despiden a mediados de marzo de las competiciones por eliminatorias y ya deberán centrarse en los trece partidos de Liga que les restan. Los sueños siempre son agradables hasta que llega el despertar y a los sevillistas les llegó en el Westfalen Stadion de Dortmund por culpa de un gigante noruego llamado Haaland. Con muy malas pulgas, por cierto.
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