Clicks de Famobil por los suelos
Girona-Sevilla | El otro partido
El gol a la contra del Girona, con Banega y Roque Mesa derribados al recibir roces de los rivales, ilustra sobre un mal endémico que Monchi debe arreglar
Es posible que la acción sobre el canario fuera falta, pero la merma fue constante
Joaquín Caparrós se está encontrando, a la hora de la verdad, con el mismo problema que tuvo Pablo Machín. Las lesiones están asaeteando una línea mal pergeñada, una medular que empezó formada por Banega y Roque Mesa hasta que el soriano vio que aquello no funcionaba y optó por cambiar el sistema, meter a dos delanteros y escoltar a Banega con Sarabia y Franco Vázquez. Aquella solución tenía la fecha de caducidad que viene impresa en la súper cargada hoja de servicios de Banega, con un elevadísimo número de partidos que le impide mantener el nivel. En Gerona esto le explotó en las manos a Caparrós. Su centro del campo, con poco físico, poca presencia y mucha carga en las piernas, fue presa fácil para la intensidad de los hombres de Eusebio.
Los problemas en la medular del Sevilla vienen de largo. El verano pasado, Joaquín Caparrós intentó reforzar el eje con músculo fichando, por 15 millones de euros, a Amadou y haciéndose con la cesión sin opción de compra de Gonalons, que venía de jugar muy poco con la Roma. Pero el primero ya demostró sus carencias en Getafe, una vez más, y el segundo, que sí ha dotado en una fase del Sevilla de empaque a la medular, ha pagado su falta de ritmo competitivo con una lesión, esta vez muscular.
Gonalons sí tiene oficio táctico, fuerza, presencia y buena distribución. Pero tras un par de lesiones óseas inesperadas y muy raras, la musculatura le ha fallado y no termina de recuperarse de su lesión de aductores. Llevaba demasiado tiempo sin jugar con continuidad, casi dos años entre la Roma y el Sevilla. Y en su ausencia el equipo de Caparrós ha vuelto a mostrar a domicilio, donde los rivales aprietan con más confianza y más connivencia arbitral, lo feble que es en el mediocampo, lo fácil que se rompe por el eje.
El Sevilla no se atrevió a soltarse durante buena parte del partido en Montilivi. Estaba como atenazado el equipo de Caparrós, ante la amenaza de que el juego directo del Girona, con las líneas adelantadas, cogiera sin suficiente cobertura a una defensa y un mediocampo que no tenía altura ni fuerza para obstaculizar las pantallas y los remates de Stuani o los medios centro rivales, más poderosos físicamente que Banega y Roque Mesa.
En cambio, en una de las escasas ocasiones en las que el equipo de Caparrós sí se soltó en un ataque estático continuado, con muchos futbolistas en campo contrario por delante del balón, se produjo la fractura de ese frágil eje. Banega y Roque Mesa rodaron por los suelos como los clicks de Famobil, que en cuanto eran rozados se caían con sus rígidas y cortas articulaciones entregadas a la lógica de la gravedad.
Banega perdió un balón en el que no pudo aguantar la acometida de un rival y Pere Pons rozó por detrás a Roque Mesa e impidió que éste participara en el repliegue de urgencia del Sevilla. Posiblemente, Pere Pons le hiciera falta al canario. No hubo ninguna imagen clara y el VAR sólo amagó con corregir a González González. Y el Sevilla se derrumbó en esa acción que puso en evidencia la liviandad del mediocampo sevillista. Es una de las tareas que tiene por delante Monchi: corregir un mal endémico que puede llevarse por delante el sueño de la Champions.
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