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García Pimienta se lanza de cabeza a la tormenta

Sueños esféricos

Por el arrojo del catalán y por los éxitos desde la desesperación tan del fútbol, merece su crédito

Xavi García Pimienta, emocionado en su adiós a la afición de la UD Las Palmas. / Quique Curbelo (Efe)

SI Orjan Nyland estuviera aburrido durante sus vacaciones, que lo dudo, podría dedicarse a recopilar los comentarios ridículamente sarcásticos, irrespetuosos, que asaetearon su figura en medios y redes cuando aún no había aterrizado siquiera su avión en Sevilla. Y podría hacer un divertido hilo con una antología de textos.

Que tampoco se venga arriba Víctor Orta. La contratación del portero noruego ha sido la excepción que confirma una terrorífica regla: el director deportivo entrante ha disparado en los mercados estival e invernal con una escopeta de la Feria, adquirida a saber en qué condiciones.

No sabemos cómo se le dan los asados a Xavi García Pimienta, pero el entrenador catalán merece el beneficio de la duda sólo por el arrojo de haberse lanzado de cabeza a una tormenta perfecta. El sevillista que hoy tiene el orgullo a media asta y el miedo aún latente por estos dos años con su equipo asomándose en chanclas al desfiladero puede agarrarse a un hecho: su club, pese a todo, no es un cualquiera. Y lo refleja el sí de un preparador pujante, que ha llamado la atención por exprimirle hasta la última gota de fútbol a la UD Las Palmas –por mucho que haya cruzado la meta a gatas– y que podría haber elegido un salto con un grado de dificultad menor. No ha sido así, García Pimienta apuesta por un salto de dificultad extrema, de esos que si lo clavas, te da el oro en la plataforma de diez metros.

La historia del fútbol está salpicada de caprichosos momentos en los que brota de repente la luz en un golpe último de desesperación. Juande Ramos llegó como plato de segunda mesa, con su discurso plano, y además hizo historia porque un espanyolista se hizo un autogol en el último minuto de un infame partido en Nervión y el fino hilo de su crédito no se cortó.

El crédito de Víctor Orta es hoy un hilo igual de frágil. Pero démosle el beneficio de la duda al valiente que acaba de zambullirse en la tormenta perfecta.

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