La ventana
Luis Carlos Peris
Realidad tras unos sueños infundados
Copa del Rey
No tiene el punto dramático que sí encerraba el enfrentamiento ante el Racing de Ferrol por ser de una categoría inferior. Caer eliminado por el Getafe en un duelo a un único partido en el Coliseum, un escenario históricamente desagradable para los sevillistas, entra dentro de lo previsible visto cómo está el actual Sevilla, aunque también la ilusión de avanzar en una competición como la Copa del Rey aporta un atractivo que da una pátina de maquillaje al estado de las cosas en una entidad ahogada en una crisis memorable.
Literaturas hay muchas alrededor de esta eliminatoria de octavos de final. Quique Sánchez Flores vuelve a un estadio en el que puede entrar hasta la cocina dando las buenas tardes, pues hasta en tres ocasiones ha ocupado el banquillo azulón. Algo así como si Joaquín Caparrós se enfrentara ahora de nuevo a su Sevilla el frente de otro equipo, aunque con algún que otro enemigo. Para añadir más morbo, el Getafe fue precisamente el que precipitó la llegada del madrileño a Nervión, pues su triunfo por 0-3 en el Sánchez-Pizjuán desencadenó la esperada destitución de Diego Alonso bajo la batuta de un José Bordalás que en alguna ocasión sonó también para iniciar una aventura en Nervión, aunque su fútbol pétreo lejos del preciosismo siempre fue algo que echó para atrás el invento.
Y está sobre todo lo que trae a la memoria del sevillismo si asocia dos nombres propios: Getafe y Copa. El recuerdo de aquella final en el Bernabéu con el gol de Kanouté después de aquella parada de Palop a Güiza y el que el meta de La Alcudia dejó en este mismo escenario en unas semifinales con Jiménez llevándoselo los demonios en la grada para meter a su Sevilla en una final en la que no pudo estar.
Pero eso fue hace mucho tiempo. Ahora el Sevilla, que semanalmente tiene su dosis de tratar de digerir su propia crisis, anda mucho tiempo perdido y perdido sigue. El último golpe ante el Alavés amortiguó el efecto –aunque fuera tan tibio como descafeinado– siempre ilusionante que los fichajes producen en la afición. Un zamarreón del que no se salva el propio Quique, incapaz de frenar la sangría de la primera mitad con los dos goles recibidos ni después, tras la reacción y el empate, de mantener ese punto. El madrileño no logra evitar que su primer triunfo en Granada haya pesado más en una estadística de momento negativa desde que cumplió su viejo deseo de entrenar al Sevilla. Dos triunfos, uno de ellos en Copa ante el Ferrol, y tres derrotas con un calendario aterrador por delante que, cuando pase lo de hoy, se inicia en la cúspide de la tabla con la visita al Girona.
El Getafe llega además al choque más que descansado, pues la Supercopa de España aplazó su duelo con el Real Madrid. Ello lo suma a su ventaja en el factor campo al jugar en casa, en su ventaja en el factor anímico y a que no está obligado a mirar de reojo la Liga como este Sevilla irreconocible.
Los blancos tendrán a unos mil aficionados junto a ellos al sur de Madrid, a los que querrá dar una alegría que vaya si lo sería si lograra eliminar a su enemigo y colarse en cuartos de final. Con qué poco se contenta ya la hinchada de este equipo...
Y entre tanto ajetreo de llegadas de jóvenes, como si se tratara del primer día de un campamento de boys scouts, Rafa Mir se quedó sospechosamente en Sevilla con una gastroenteritis. Y se puede decir que sospechosamente por las palabras que le dedicó su entrenador ayer mismo, reflexionando sobre la imposibilidad de jugar sin motivación en el fútbol, y por el diluido futuro que se le ve en Nervión al de Cartagena.
El Sevilla –ya lo dice su entrenador– tiene la oportunidad de darse un pequeño empujón anímico o, por el contrario, ahondar más en la tierra hacia abajo. La situación es preocupante, el fondo casi no se ve y el aficionado ya ni sabe qué sería lo mejor. Ganar siempre.
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