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Ganar en San Mamés exige algo más que manierismo

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El Sevilla de Correa, Jesús Navas, Ben Yedder y Nolito se queda en un boceto artístico al que le faltó el empaque que puso Franco Vázquez para coronar de verdad la idea de Berizzo

Ben Yedder intenta recortar a Laporte en un ataque del Sevilla por el flanco izquierdo. / Miguel Toña / Efe
Eduardo Florido

15 de octubre 2017 - 02:38

Permítase la digresión artística. Manierismo es palabra de origen italiano, como bien saben los iniciados, que deriva de la expresión alla maniera di. Está referida al movimiento artístico que puso fin al Renacimiento en busca de nuevas expresiones que darían forma al Barroco. En Sevilla hay grandes obras manieristas y una de ellas procesiona el Lunes Santo y busca aire en la noche más oscura. Como el Cristo del Museo, el Sevilla se ahogó en San Mamés por amanerarse en su juego y no rematar a un león domado. Al Sevilla le faltaron... malas ideas. Porque ganar en San Mamés, donde se aplaude igual un tackle lateral que el debut de un joven cachorro, exige mucho más que jugar de una manera refinada o artificiosa.

Tanto la primera acepción como la segunda del DRAE para el vocablo manierismo podrían valer para resumir el partido del Sevilla ante este flojo Athletic que ni fuerzas tenía para rugir. Los rugidos apenas tuvieron reflejo en las protestas de Aduriz y Raúl García a Iglesias Villanueva. La primera de esas acepciones reza: "Estilo artístico y literario del Renacimiento tardío, caracterizado por su refinamiento y artificiosidad". La segunda: "Tendencia al rebuscamiento expresivo". Al Sevilla le faltó esencia futbolística, le faltó verdad, la desnudez de mirar al rival a los ojos y decirle voy a ganarte. Y le sobró diplomacia y artificiosidad. Menos bicicletas, menos tacones de mentira, menos regates al aire y más contundencia. Correa por frívolo, Jesús Navas por tímido, Ben Yedder por conformista, Nolito por inconstante... Las ofensivas sevillistas se quedaron en meras expresiones de un fútbol bocetado en acuarela al que le faltó la fuerza del óleo para plasmar su idea en un lienzo que pide verdad expresiva como San Mamés. Sólo Franco Vázquez emergió para trazar con su pincel de pureza futbolística el camino de la verticalidad. Pero sus compañeros no completaron la obra, aunque el joven Kepa también tuvo algo que ver sacando sus manoplas salvadoras para terminar de emborronar el boceto. El cuadro quedó tan desdibujado que lo mismo triunfaría en una galería de la mentira coronándose como una verdad.

Un simple saque de banda desnudó el triángulo defensivo: Pizarro, Lenglet y Kjaer

El meta internacional tuvo dos o tres grandes intervenciones. Ante el propio Franco Vázquez tras uno de esos pases imposibles de Jesús Navas, ante Ben Yedder en un mano a mano en el que el delantero no separó la barbilla del pecho. Ante Carole, felino, rugiendo mientras evitaba que la pelota perforara el arco. Ante Ben Yedder de nuevo en la etérea segunda parte.

Este equipo teñido de academicismo por el entrenador intentó desmelenarse en la segunda mitad tras encajar un gol que pone en solfa a una defensa cogida con alfileres. Falló el triángulo medular del sistema defensivo, Pizarro, Lenglet y Kjaer, en un simple saque de banda. El gol fue un canto al surrealismo por cómo algo tan ridículo pudo hacer feliz a tanta gente, esa afición bilbaína que llevaba cinco partidos, cinco, sin ganar, hasta que llegó este Sevilla de buenas maneras y poca personalidad.

El desmelene fue poner a Jesús Navas de lateral, lo que terminó de cargarse las dos bandas, y en ubicar por fin a Muriel y Ben Yedder juntos. Pero ya era tarde. Mientras el Sevilla seguía con sus bocetos, en el permanente debate entre lo académico y lo vanguardista, el Athletic, con su trazo grueso, había cogido el partido y ya no lo soltaría. Porque para coronarse de verdad, sin artificios, hace falta algo más que jugar a la manera de...

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