Crónica Fenerbahçe - Sevilla | El infierno puede esperar (1-0)
UEFA Europa League
El Sevilla, no sin el sufrimiento esperado, mete su bola en cuartos al eliminar al Fenerbahçe en su temible hábitat haciendo valer el 2-0 de la ida
Un penalti de VAR señalado a Telles metió el miedo en el cuerpo antes del descanso
En un escenario como éste estaba cantado que para acabar sonriendo había que haber sufrido antes. Y lo hizo el Sevilla, un equipo que se mete de lleno en la lucha por un sueño, el de sumar otro título de su competición favorita, la Europa League, para meterse en el cuerpo por una vez una alegría esta temporada que nació torcida y en la que el infierno se ve tan cerca en la Liga.
En fases lo pasó más o menos bien, regular y peor ante el Fenerbahçe, pero salió vivo del infierno y, haciendo un guiño a la comedia de Warren Beatty, éste tendrá que esperar porque el equipo de Sampaoli encontró la puerta para salir de él. Está claro que el 2-0 de la ida, y ese gol de Lamela a falta de pocos minutos, iban a valer su peso en oro. Y hasta el Coco pudo haberlo bordado con esa falta que en el descuento desvió el palo y que hubiera igualado el tanto de penalti convertido por Enner Valencia al filo del descanso y que logró acelerar los pulsos a todo el sevillismo durante toda la segunda mitad.
Porque desde que se entra en el Sükrü Saracoglu, como en todos los infiernos, huele a quemado. El ambiente en el averno del equipo turco que encontró el Sevilla era el esperado. Sabían los de Sampaoli que ni con flores, ni con música ni con bellas muchachas con liras iban a recibirlos en Estambul. Así que había que agarrar fuerte la lanza y apretar el escudo. Y es lo que hizo el argentino y a lo que aleccionó a su escuadrón. Recuperaba a un sargento de los de raza con Fernando y además el brasileño se ubicaba en el centro de gravedad para que el sistema defensivo se viera protegido con alguien de peso y experiencia. El trío de atrás era otra vez un nuevo un experimento, con Gudelj, Badé y Telles al no confirmarse la imposibilidad de jugar de Nianzou y Joan Jordán.
La estridencia, por llamarlo de alguna forma, saltaba en uno de los extremos, donde Sampaoli recuperaba uno de sus recursos preferidos y que –que se recuerde– nunca le dio frutos, el de Rafa Mir partiendo desde la banda derecha, con Rakitic, como otra novedad, por la izquierda dejando que Óliver Torres fuera el que acompañara a Fernando.
Y por ahí logró durante muchos minutos el Sevilla enfriar el fuego del ambiente turco. Llegó a pensar el sevillismo que aquello podría mantenerse más o menos controlado. Por ese pasillo que ocupaban Acuña y el suizo-croata estiraba el Sevilla el cuello y apaciguaba a la bestia que había que domar. Incluso ejecutó Rakitic el primer disparo, aunque tímido, del partido a las manos de Altay. Pero sobre la media hora de juego el equipo turco empezó a encontrar espacios, sobre todo en transiciones en esos momentos en los que el Sevilla lograba sentirse cómodo. Incluso hubo tiempo para enfriarlo todo mucho más, durante el parón que ocasionó la lesión de Batsuahyi. Minutos para pensar y para recolocar y ajustar cosas por parte del cuerpo técnico. El plan, de momento, estaba saliendo según lo diseñado.
El gol, en un momento crítico
Pero poco a poco el equipo de Jorge Jesús iba conquistando plazas. Con el faro del indetectable Arda Guler, un jovencito con talento que se metía entre líneas y provocaba dudas entre los jugadores del Sevilla sobre quién le salía y abandonaba su posición, el Fenerbahçe iba frecuentando más y más el campo nervionense.
Ismail fue el primero en probar a Dmitrovic con un balón medio llovido tras varios rechaces y la grada empezaba a agitarse. En-Nesyri no llegó a un buen balón de Acuña en lo que habría sido un paso clave, pero sólo tres minutos después, en el 38, un penalti de VAR sacudió el planteamiento de Sampaoli. Kadioglu, uno de los jugadores que ya avisaron en Nervión de que en Estambul podía convertirse en una pesadilla, ganó casi el primer balón al espacio y al meterlo al área se encontró con el brazo extendido de Alex Telles, a quien lo condenó el gesto instintivo de volver la cara en el momento del golpeo de balón. El inglés Oliver, tras visionarlo en el monitor, señaló la pena máxima y Enner Valencia lo convertía con suavidad a la derecha de Dmitrovic. Nada menos que su vigesimoséptimo gol en todas las competiciones.
La cosa ya se había complicado de lo lindo y, aturdido por el golpe, a punto estuvo el Sevilla de recibir el segundo gol en la jugada siguiente, aunque esta vez Telles evitó el remate con solvencia.
Pero la mecha ya estaba encendida y el estadio otomano lo percibía. Había que reajustarlo todo en el descanso (la cabeza también) y no quedaba otra que empezar a sufrir de verdad.
Y el comienzo de la segunda parte iba ser frenético en el área de Dmtrovic. Antes de recibir el impacto de un objeto lanzado desde la grada en la cabeza, el Fenerbahçe avisaba hasta tres veces con peligro. Primero un disparo con toda la intención de Guler, luego un remate de King y en la acción anterior a la agresión al meta serbio un disparo bajo de Valencia que salió lamiendo el poste. Fue una consecución de acciones que esta vez la agitación de la grada vino a frenar beneficiando al Sevilla. Comenzaron a caer objetos sobre al área de Dmtrovic tras impactar uno en el serbio el partido se paró y el Fenerbahçe bajó de revoluciones.
Y eso justo era lo que trababa también Sampaoli con los cambios. Salían Suso, Lamela, Ocampos... y con ellos logró el equipo estirarse más cuando tenía la pelota. Tanto, que empezó a merodear otra vez el área de Altay, pidiendo un penalti incluso en una caída del gaditano y poniendo a prueba al portero local con un zurdazo a la escuadra de Acuña.
Aun así, aún quedaba que sufrir en otro arreón de los turcos. Se paró el tiempo –la verdad– en un disparo de Emre que rebotó en Badé y despistó a Dmitrovic y una consecución de córners se convirtió en un flagelo inacabable para los blancos.
Otro castigo, pero psicológico iba a ser los 9 minutos de descuento que decretó el inglés Oliver, aunque fue en ese tramo cuando los jugadores del Sevilla de verdad sacaron el manual de cómo había que controlar los nervios. Ocampos estiró al equipo y hasta el gol estuvo cerca. El infierno que tan cerca ve el sevillista desde que empezó el curso puede esperar.
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