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Sevilla FC-Cádiz CF | Informe técnico
Si este Sevilla, que ha sido un catálogo de defectos con alguna virtud durante su aciaga temporada, le borró los tintes dramáticos al partido ante el Cádiz, fue por la capacidad de Quique Sánchez Flores de que sacaran su carácter competitivo dentro de una (sobria y pragmática) idea común. Pero una vez la salvación fue matemática el pasado domingo 5 de mayo ante el Granada, el corazón del equipo se ha desinflado de golpe. Se fue olvidando de competir en Villarreal y ante el Cádiz acabó de dimitir. En cada pequeño detalle, en cada mínimo gesto, se vio reflejado quién se jugaba algo (la vida, ni más ni menos) y quién se ha tomado las vacaciones antes de tiempo para indignación de su gente, que esperaba disfrutar de un partido sin la sombra del descenso sobrevolando ya.
La distensión colectiva fue como una mancha de aceite que se fue expandiendo a medida que el partido avanzaba. Fue muy tibio el ímpetu sevillista al buscar los balones divididos o al tratar de anticiparse o al reaccionar en un balón suelto. El paradigma de esa indecorosa actitud se vio en la jugada que falló, de forma increíble, Chris Ramos. Ni Badé fue al corte jugándose el físico, precisamente, ni Sergio Ramos protegió la pelota con todo el ardor que acostumbra cuando el ariete cadista le comió la tostá y se plantó ante Nyland para driblarlo. Poco antes, en la jugada que Robert Navarro estrella la pelota en el larguero, tampoco hubo toda la tensión en ese pasillo interior.
Cuando el Cádiz se vio obligado a ir con todo, las costuras estallaron definitivamente.
Los movimientos sin balón al espacio, o los desmarques de ruptura, han sido poco habituales durante la temporada en el juego ofensivo de este limitado y nada dinámico Sevilla. Por ello tampoco llamó tanto la atención ese estatismo generalizado. Sólo Jesús Navas y Acuña, por fuera (con el argentino cuidándose de esprintar, eso sí, por sus habituales problemas físicos) amenazaron algo. Ocampos fue puro atropello, y eso que jugó esta vez donde suele hacer más daño, la derecha y con Jesús Navas a su lado. Lukébakio sólo arrancó la moto una vez en una contra muy clara con todo el pasillo abierto. Ledesma desvió su tiro duro que buscaba su palo derecho.
Soumaré y Agoumé, en su línea, se limitaron a asegurar la pelota en la zona ancha, pero ni batieron líneas ni lanzaron con pases profundos a los tres puntas.
El único chispazo de fútbol de verdad fue el pase de Suso a Juanlu.
El partido fue un epítome perfecto de una indecorosa campaña.
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