Epílogo a una sugerente obra inconclusa

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El Sevilla se ceba ante el debilísimo Osasuna dando espectáculo en el adiós de Sampaoli

Estética y ética se separaron en mitad del trayecto

Vitolo saca de banda mientras Sampaoli realiza un gesto en la banda.
Vitolo saca de banda mientras Sampaoli realiza un gesto en la banda. / Fotos:
Eduardo Florido

21 de mayo 2017 - 02:34

Hay quien entiende la perfección como una expresión de belleza. Y hay quien entiende que no hay belleza perfecta. Ejemplos hay múltiples en la historia del Arte, en la de la Literatura, o en la misma historia de la Humanidad. La Princesa de Éboli tenía en su condición de tuerta uno de sus morbosos atractivos igual que el marino Blas de Lezo, tan de moda, presumía de sus mutilaciones como señales evidentes de su heroísmo. Ahora que automutilarse con tatuajes para mejorar la mayor creación de la naturaleza está tan extendido, Jorge Sampaoli se apunta a esa segunda visión de los que no entienden la belleza como algo perfecto. La suya en el Sevilla es una obra inconclusa, una promesa cumplida a medias. Por el camino, la ética se cayó del caballo de la estética.

En el campo, sobre el césped, Sampaoli cumplió con matices. Cumplió de sobras con el objetivo fijado e incluso quedará enmarcado en la historia del club como el entrenador que logró la segunda mejor puntuación, esos 72 puntos estratosféricos que no alcanzaron los 71 puntos del Sevilla de Juande en la 06-07 o los 70 puntos del Sevilla de Jiménez en la 08-09. Pero hasta en esto es imperfecto su legado, porque no ha evitado ese peliagudo fielato que debe pasar el que tome su relevo en agosto, esa previa de la Champions que ya se llevó por delante a Antonio Álvarez en 2010 y que minó a Marcelino en 2011, si bien éste cayó en la previa de la Liga Europa.

Quedará, eso sí, el legado estético. Los más furibundos defensores de Sampaoli siempre arrostrarán la vergüenza de su feísima forma de irse, mintiendo con descaro y echando la culpa a la prensa y las redes sociales de la realidad de que ya funcionaba como seleccionador argentino antes de dejar de ser entrenador del Sevilla. Lo harán con su apuesta futbolística, en la que la belleza creativa tuvo más peso que la fealdad destructiva.

El público sevillista es inteligente y supo distinguir hasta el final entre estética y ética. Aplaudió el bello epílogo futbolístico en un partido que podría haber sido como el primer bolo veraniego, la primera promesa del segundo capítulo de Sampaoli en el Sevilla -su histriónico ir y venir en el área técnica sobró en el trivial desenlace de la obra-. Ante un Osasuna que demostró por qué volvió a Segunda encajando más de 90 goles, el fútbol sampalillense tuvo una última exposición de sus esencias. Y esto fue ovacionado. Pero no tragó con esa salida por la tangente del seleccionador in pectore de Messi y compañía. Fue silbado y hasta tuvo el privilegio de escuchar el mismo cántico hiriente que en su día escucharon José María del Nido y José Castro. Sí, ese referente a la alopecia. La calvicie puede ser una bella imperfección. La mentira, incluso si es piadosa, siempre es una fea traición.

Estreno de David Soria, no de Pozo, y logro de 72 puntos

El único interés del partido final era saber si el Sevilla lograba el triunfo para alcanzar la cifra de 72 puntos y superar así al Sevilla de Juande de la 06-07 (71 puntos) y al de Jiménez de la 08-09 (70 puntos). Emery seguirá ostentando el récord de 76 puntos en la 14-15. Además, la cita sirvió para ver el debut de David Soria en Primera División. Jorge Sampaoli premió al portero madrileño 24 años, que jugó íntegramente la Liga Europa que ganó el Sevilla al Liverpool hace un año. No jugó, pese a la gran expectación, el extremo Pozo, que no pudo exhibirse en Nervión ni podrá jugar hoy la vuelta del cruce de la Copa juvenil en Valencia.

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