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Sevilla FC
Tuvieron que intervenir varios futbolistas para calmar a Jesús Navas. Hasta Joaquín, en su último derbi, se dirigió rápidamente al palaciego, que estaba fuera de sí después de haber caído al suelo con el gañafón en la espinilla y al reincorporarse tras comprobar que no tenía un daño estructural grave por la tremenda entrada de Miranda, que posteriormente le pidió perdón. Dmitrovic fue el que más sostuvo al capitán del Sevilla. También Bono. La acción fue el feísimo borrón de un derbi casi versallesco.
Jesús Navas tenía la cara desencajada. Estaba completamente airado. Porque la entrada fue brutal y seguramente incluso temió la posibilidad de sufrir una lesión que le impidiera terminar la temporada, es decir, jugar la final de Budapest del próximo 31 de mayo. Afortunadamente, su pierna izquierda estaba en el aire y los tacos elevados de Miranda sólo alcanzaron la zona alta de la espinilla, no la rodilla.
Pocas veces se ha visto a Jesús Navas, un hombre muy querido en el mundo del fútbol por su sencillez, su humildad y su deportividad, por su nobleza. También por su timidez. No es un futbolista de piques, de declaraciones hirientes, de líos con los medios de comunicación. Lo suyo siempre fue jugar, correr, entregarse sin condiciones por el fútbol y por el Sevilla.
Dmitrovic lo apartó del lío que se formó tras la entrada y mientras el resto del equipo sevillista se echaba encima de Gil Manzano, quien estaba muy cerca de la jugada y, en principio, sólo considero la entrada como merecedora de amarilla. El VAR rectificó al extremeño, quien advirtió en el monitor a pie de campo que aquello merecía la expulsión.
En ese lapso de tiempo se formó una pequeña tangana cerca de los banquillos. Mientras Jesús Navas se mantenía al margen de la bronca de jugadores y árbitro, miró de reojo al banquillo verdiblanco, mordiéndose la lengua. Dmitrovic y también Bono, que salió del banquillo sevillista, lo sostuvieron y lo calmaron.
El portero serbio incluso lo cogió por la cara para pedirle que se calmara. Estaba muy airado, fuera de sí, en una reacción lógica por la patada que había sufrido y por tener en la mente la final de Budapest. Luego se le pasó y aceptó las disculpas de Miranda.
Al jugador de 23 años de Olivares se le cruzaron los cables, quizá picado o sobreexcitado por la bronca que escuchó Joaquín mientras saltaba al campo con él, pero luego mostro su arrepentimiento. Y Jesús Navas, todo nobleza, aceptó sus disculpas, según confirmó luego Rakitic. Mejor así.
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