Un obelisco traído del Magreb
Sevilla - Krasnodar | Contracrónica
Como De Jong o Diego Carlos hicieron en la Europa League, En-Nesyri, el malo de la Supercopa, levanta un monumento a la épica en la Champions
Análisis táctico: Mala gestión de las vigilancias
Las imágenes del Sevilla-Krasnodar
La épica va de la mano del Sevilla. Llenos están los campos de Europa de episodios dignos de ser contados de generación en generación, de la misma forma que pasaron los relatos micénicos en la cultura griega hasta que Homero les dio forma en su Ilíada y su Odisea. Y en esa historia de épica, en la era de Lopetegui hay una nueva concurrencia paradójica: los villanos se convierten en héroes, como otra contingencia en positivo de este equipo que no deja de reescribir su propia historia. En esta ocasión fue Youssef En-Nesyri el que alzó su voz para acallar las críticas.
El malo de la Supercopa de Europa, el hombre que falló la ocasión que le pudo dar otro gran título al Sevilla, el mismo que no pudo obtener su redención en San Mamés, levantó un obelisco en Nervión como lo levantaban los faraones para recordar sus grandes hitos en el Valle del Nilo. En-Nesyri trajo uno del Magreb para escribir otro episodio memorable que agranda la leyenda sevillista.
Como un Ramsés redivivo en Nervión, En-Nesyri, espigado hasta ser desgarbado y a veces descoordinado, marcó los dos goles de la remontada del Sevilla, uno con la zurda y otro con la derecha, ante un Krasnodar que sufrió la crudeza de la voracidad épica de un rival alimentado de héroes-villanos.
No es la primera vez que el Sevilla convierte, con su fidelidad a sus apotegmas identitarios, a un villano en héroe. Les pasó a De Jong y Diego Carlos en el gran triunfo de la Europa League. La temporada pasada el holandés era el pararrayos de las críticas. En la fase final del torneo, el brasileño se empeñó en poner piedrecitas en el camino de épica –parece que no conoce otro este equipo– haciendo penaltis en tres de los cuatro partidos finales, incluido el decisivo ante el Inter. Pero ambos terminaron como los salvadores, los hombres que pusieron la rúbrica a la constante revisión de los lemas de la casta y el coraje y el dicen que nunca se rinde. Ante el Krasnodar, los emuló En-Nesyri.
El Sevilla logró, ante los sorprendidos hombres de Murad Musaev, convertirse en el primer equipo en la historia de la Champions en remontar un resultado en contra, tras ir perdiendo en la primera mitad, con un jugador menos en la segunda mitad. Nadie lo había hecho antes y no se podrá apuntar que el atrevido equipo del joven técnico caucásico sea el peor que ha pasado por el Sánchez-Pizjuán durante la ya vastísima trayectoria continental de este equipo legendario. Hasta el final, el Krasnodar tuvo sus opciones, pero ya se había enrocado en su propia lealtad a sí mismo un Sevilla fiado a En-Nesyri y a la fe y la determinación de sus compañeros.
La roja a Jesús Navas, la segunda en la historia del palaciego –la primera fue ante el Lille, en la UEFA 2005-06, también en Nervión–, fue como el prólogo necesario para que En-Nesyri levantara su obelisco, cimentado también en los galones de Rakitic, autor del 1-2 y sacudidor del equipo en la segunda mitad con el brazalete de capitán. Y en Óscar, rebelde e inquieto en el arrebato sevillista tras el descanso. Y en Ocampos, urgente y pujante carrilero derecho tras la expulsión del palaciego. Y en Diego Carlos, un bastión de la resistencia. Y en Gudelj, salvador bajo los palos cuando todo parecía ya vencido. El marroquí puso la firma, pero como otras veces, fue un triunfo coral. Y como otras veces, el héroe antes fue villano.
Escudero y Koundé, los obligados antihéroes
No hay historia épica sin tragedia y en el caso del Sevilla-Krasnodar los antihéroes fueron Escudero y Koundé. El lateral volvía al equipo con la idea de reivindicarse, toda vez que Acuña le ha quitado el puesto como Reguilón se lo arrebató la temporada pasada. Arriesgó y casi cometió penalti en la jugada previa al que sí cometió Koundé, a quien ya no le perdonaría Lopetegui ese segundo yerro, tras la falta que dio lugar al 0-1. El enfado del vallisoletano fue tremendo. Quizá Lopetegui lo sacara del campo porque lo viera blando. O quizá porque con Acuña, ante la necesidad de remontar, ganara profundidad desde la izquierda el Sevilla. Lo cierto es que Escudero, uno de los capitanes, necesitará una explicación, porque lo de Koundé fue mucho más obvio. Queda labor psicológica ahí.
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