Empujón de élite a Ben Yedder

sevilla - maribor | el otro partido

El 'hat-trick' del francés en la Champions lo confirma como goleador de un Sevilla argentinizado en las formas, con Franco Vázquez sublimando el '10'

Ben Yedder celebra sonriente el segundo de los tres goles que anotó y que lo convierten en el pichichi de la Liga de Campeones.
Ben Yedder celebra sonriente el segundo de los tres goles que anotó y que lo convierten en el pichichi de la Liga de Campeones. / Fotos: Juan Carlos Muñoz
Eduardo Florido

27 de septiembre 2017 - 02:45

Empujón de confianza para Wissam Ben Yedder. Empujón grande, en el escaparate de la Liga de Campeones, ese torneo tan anhelado y en el que el Sevilla ya se exhibe con total naturalidad, como algo rutinario. El delantero francés se confirma como ariete de élite con su hat-trick, un gol de empujarla con la derecha, otro gran gol con la izquierda y un tercero de penalti, fuerte y al hierro, con el interior, lo que muchos denominan la zona de seguridad. Ha marcado Ben Yedder en todos los partidos que ha jugado de la Champions, un torneo en el que el curso pasado anotó dos tantos y esta campaña ya lleva seis, dos al Basaksehir, allí y aquí, uno al Liverpool y tres al Maribor.

El propio futbolista reconoció al término del partido su enorme felicidad por el significado de este empujoncito, pese a que el rival no fuera gran cosa. Las estadísticas ya no las borra nadie y esa media docena de goles entre los anotados en los dos partidos del play off y los dos del grupo ya lo señalan como un matador de Champions. "Es un torneo que he jugado poco y es mi primer hat-trick", dijo humildemente a ras de césped, tras haber dejado el balón que se quedó a sus familiares en la grada. Ese hat-trick lo llenó de alegría, un rasgo que va con su forma de ser, la de un delantero que se da para el equipo, con sus desmarques, con su presión, con sus movimientos... Con todo eso que pedía Berizzo en la previa, la cacareada profundidad.

Evidentemente, Ben Yedder lo que hizo fue poner la guinda, el chapitel a la construcción piramidal de un Sevilla argentinizado en su forma de hablar sobre el césped, que parecía tener un corte alto, sudamericano, ante la parsimonia con la que Banega llevaba los ataques intentando menear el árbol esloveno.

El primero que hizo cimbrearse al tronco del rival, con un meneo en toda regla, fue Correa. Su eslalon evidenció, una vez más, que tiene algo distinto: esa manera de conducir en carrera evitando rivales apenas con sutiles movimientos de cadera. Así habilitó a Ben Yedder ya en el área, donde el francés supo darse la vuelta para acompañar al argentino y luego rematar a bocajarro con la derecha: 1-0. Más tuvo que hacer en el segundo.

Franco Vázquez, lanzador perfecto del ataque sevillista, fue el autor de un excepcional pase, tras otro no menos excelso control. El Mudo sublima esa posición de 10 que ocupa con calidad y presencia, contemporizando y lanzando con verticalidad y visión. Es el pico perfecto del triángulo de la medular sevillista. Habilitó más de una vez a Ben Yedder, que sabe leer su fútbol. En el segundo gol le ofreció el espacio en el otro flanco del área. La movilidad, siempre la movilidad. El pase del Mudo fue letal. El francés, en este caso, tuvo que tocarse lo justo el balón para ponérselo a tiro en la izquierda. Superó a Handanovic con un sutil tiro que llegó a tocar el meta.

Y por último, el penalti. Se lo debía el árbitro a Corchia desde la primera parte y se lo pagó en la segunda, cuando la grada pedía algo más de alegría y menos parsimonia en el césped para celebrar a lo grande esta gloria rutinaria de la Champions. Ben Yedder tomó el balón decidido. Lo quería para su familia y lo tiró a su zona de seguridad, o de confort. Fuerte y al hierro, decían los entrenadores clásicos. Muriel tomó nota.

La única tarjeta, a Escudero

En un partido con pocos sobresaltos para la defensa, que estuvo concentrada y supo frenar los tímidos arranques de rebeldía que tuvieron Tavares y Ahmedi cuando el partido estaba abierto, Escudero vio una tarjeta que puede darle algún disgusto más adelante. Sobre todo porque fue una amarilla evitable, con el 2-0 ya en el zurrón y en un ataque que parecía inocuo, un avance por la derecha de Ahmedi con la línea defensiva más o menos bien puesta. El vallisoletano, único lateral zurdo específico inscrito en la Champions por el Sevilla, agarró al mediapunta albano claramente y Kulbakov no tuvo más remedio que enseñarle la amarilla. Si ve otra, deberá cumplir un partido de sanción y podría perderse algún partido de más trascendencia que el del Maribor.

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