Jesús Alba
Cuando el reloj se pare
Sevilla FC | El análisis
“Se puede perder o jugar mal, pero lo que no toleramos es faltar al respecto a nuestra historia, a nuestro escudo y a nuestra camiseta”. Estas palabras las colgó en la red X el colectivo Biris Norte como desahogo tras el bochornoso partido que el Sevilla perpetró en el Emirates Stadium, pero las pudo suscribir cualquiera de los sevillistas que tuvo que soportar semejante despropósito.
La derrota ante el Arsenal en Londres entraba en las previsiones de cualquier seguidor cabal del club de Nervión. Incluso con los titulares habituales. Incluso con una trayectoria más boyante de su equipo en los últimos partidos oficiales. Sólo en Declan Rice, el fantástico medio procedente del West Ham, el Arsenal se gastó el pasado verano casi 120 millones de euros, protagonizando el traspaso más caro de un futbolista inglés en la historia de la Premier League. Su plantilla tiene un valor para transfermarkt.es, hoy, de 1.100 millones de euros, por los 187 millones en que es tasada la del Sevilla.
Pero fue tan indigno el papel del campeón de la Europa League, tan grosera su forma de inhibirse, que de repente la torpeza de Diego Alonso en la gestión de las rotaciones esta semana ha elevado varios grados más una atmósfera ya de por sí caldeada, casi irrespirable, como es la sevillista. Y con el peor visitante posible para que todo termine de estallar este domingo, el Real Betis Balompié.
Víctor Orta, que no concede entrevistas a los medios sevillanos pero sí a los británicos, se apresuró a airear su confianza en Diego Alonso tanto en The Guardian como en The Times, donde habló antes de que su equipo dimitiera en Londres. “Para que este club crezca, necesita estabilidad con el entrenador”, expresó el director deportivo. Y el club, más que crecer, mengua a pasos agigantados porque la estabilidad cada vez parece más utópica. Diego Alonso, por ahora, esparce gasolina en un polvorín.
No ha nacido el entrenador que mantenga su crédito si no gana. Y el técnico uruguayo, con la salvedad del insignificante asterisco en Quintanar, ante un equipo de aficionados, no ha sido capaz de ganar aún. En carne viva la sensibilidad del sevillista tras los ejercicios de tibia intensidad inicial y manifiesta fragilidad en Cádiz y Vigo, el personal no exigía una victoria en Londres, pero sí decoro, competitividad, dignidad. Ni un gramo de ello hubo y las críticas a Diego Alonso salpican, y mucho, a Orta, Castro y Del Nido Carrasco.
El pastiche de equipo que compuso el entrenador, descohesionado y sin la mínima calidad física para oponer resistencia al vigoroso equipo de Mikel Arteta, con Juanlu, Kike Salas, Joan Jordán, el actual Fernando o Lamela persiguiendo sombras, más el torpe manejo de los cambios en la segunda parte, ha terminado de encender las alarmas. Una buena respuesta deportiva podía calmar las aguas de la tormenta institucional ante la Junta, pero está sucediendo todo lo contrario.
Poco queda de la prometedora puesta en escena ante el Real Madrid. Parece que fue hace seis meses y ocurrió el sábado 21 de octubre, hace apenas tres semanas. Tras aceptar la inferioridad manifiesta ante el Arsenal en Nervión y los ejercicios de impotencia en Cádiz y Vigo, el escarnio del Emirates reflejó una dolorosa decadencia.
La mediocridad se ha empadronado en el vestuario: desde aquella eliminatoria a partido único en el Benito Villamarín, enero de 2022, un equipo que había sido cuarto con la gorra en las dos Ligas anteriores describe una trayectoria absolutamente ramplona: 32 victorias, 34 empates y 32 derrotas, dato de @pedritonumeros.
Pepe Castro y José María del Nido Carrasco, los mismos que renovaron a Mendilibar impelidos por el entorno para luego no tener la mínima paciencia con el veterano entrenador vasco, sabían que iban a ser enfocados en cuanto empezara a chirriar la apuesta de Orta por Diego Alonso. Y ya resuena ese molestísimo sonido en sus oídos. En el peor momento. Justo antes de un parón, con la bala del entrenador ya gastada y con la Junta de Accionistas del próximo 4 de diciembre tomando forma en lontananza: no sólo José María del Nido Benavente afila sus armas, también colectivos como Accionistas Unidos llegarán con ánimo de pedirle cuentas y limitarle los emolumentos a un consejo que tiñe de rojo lo único que el sevillista no quiere ver de rojo, el balance de las cuentas. Después de las pérdidas de 41 millones de euros en 2021 y 24 millones en 2022, la cúpula directiva presentará esta vez un déficit en el ejercicio 2023 de cerca de 20 millones de euros.
El grueso del accionariado no se va a contentar con un mero cambio en la presidencia. Sabe que el club necesita una catarsis íntegra. Un fuego, este sí, purificador.
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