Dicen que nunca se rendía (4-0)

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El Sevilla hace el enésimo ridículo de la Liga ante un Celta que lo goleó casi sin querer.

Reincidió en la inocencia arriba, los errores atrás y la inacción de Montella.

Las imágenes del Celta-Sevilla
Las imágenes del Celta-Sevilla / EFE
Juan Antonio Solís

07 de abril 2018 - 19:06

El fulgor de las estrellas de la Champions, que tantos puntos negros oculta mientras restalla, se puede apagar en Múnich para el Sevilla, ojalá que no. También la ilusión que brota de la final de Copa no oculta que la dificultad será extrema ante el Barça. Y ni siquiera la posibilidad histórica de plantarse en unas semifinales de la Liga de Campeones o de levantar la sexta Copa pueden distraer la vista ya del espantoso ridículo de Liga que está perpetrando el Sevilla. No es exagerado afirmar que la indignación de su gente pesa ya más que las expectativas, mayúsculas, vivas en las competiciones por eliminatorias. El Celta le hizo cuatro goles casi sin proponérselo.

El Sevilla claudicó demasiado pronto de la lucha por volver a la Liga de Campeones la próxima temporada. Perdió su pulso con el Valencia en Nervión y desde entonces ha sumado un punto de los últimos 12, lo que lo lleva a poner en serio riesgo ese premio menor de clasificarse para la Liga Europa. Le vale con ser séptimo, pues si este puesto no da derecho a viajar por Europa, será porque el propio Sevilla levanta la Copa. Pero su dinámica es pavorosa ante siete jornadas trufadas de espinas. A ver si en mes y medio queda quinto, sexto o séptimo. A ver.

Lo de Balaídos fue un deja vu en toda regla. El Sevilla reincidió en ese rosario de efectos que lo llevan a tener casi las mismas victorias, 14, que derrotas, 13, y una famélica cosecha de 39 goles a favor –sólo Iago Aspas acumula 19, casi la mitad– por 50 en contra. El balón puede ser suyo. Incluso el juego. Pero las áreas son del enemigo.

El balón echó a rodar y el partido empezó a darle constantes guiños al pasado más reciente. A la visita del Barcelona a Nervión del pasado Sábado Santo, para qué escarbar en la memoria. Los de rojo empezaron con buen son en la medular, donde Banega adelantó su posición para que Guido Pizarro actuara más cerca de N’Zonzi. La iniciativa fue sevillista ante un Celta frío, incómodo. La mayor chispa sevillista brotaba, sobre todo, cuando Sandro arrancaba en la izquierda y conectaba con Banega o con Ben Yedder. El francés ya se fraguó una contra en el minuto 4 mal resuelta por el argentino, que se resarció (8’) con una penetración que acabó con Sandro rematando a bocajarro al pecho del portero céltico, Sergio Álvarez.

Esa gran ocasión anticipó que el Sevilla de Montella iba a reincidir en sus pecados. Pocos más clementes que él ante la portería contraria. A los 19 minutos, Banega volvió a caracolear, conectó con Ben Yedder –y éste abrió a Layún, que chutó alto, en otro canto a la inocuidad. El lateral mexicano entró este sábado por Jesús Navas, Carriço por Lenglet, Arana por Escudero, Banega por Franco Vázquez y Sandro por Correa, que se había lesionado en el calentamiento previo en el prado de Balaídos. Montella planeaba cuatro cambios para este encuentro emparedado entre las dos batallas con el Bayern Múnich, pero fueron cinco.

Esta vez fue más lógica la estrategia del italiano para gestionar la alternancia de partidos tan exigentes. Pero otra vez se resintió demasiado el nivel colectivo con las rotaciones. Layún se desdobló y trató de paliar la tarde aciaga de Sarabia, pero nunca resolvió; Arana, a la siniestra, jamás expuso ni subió, se limitó a asegurar el pase y no aprovechó las eléctricas diagonales de Sandro, cuyo despliegue pudo ser más eficaz si el brasileño le hubiera acompañado.

Las imágenes del Celta-Sevilla
Las imágenes del Celta-Sevilla / EFE

Hasta Guido Pizarro, antes del primer rejón olívico, se animó con su parsimonioso trote a cruzar líneas y una vez, hasta provocó un fuego que el propio Banega, que no la zaga celeste, apagó con su blando y centrado tiro a las manos de Sergio Álvarez (35’). El primer conato de incendio en el área propia, la de David Soria, sí que acabó prendiendo. Como tantas y tantas veces en esta Liga. Jonny pisó área por la izquierda, buscó a Wass, que estaba en fuera de juego en el corazón del área pequeña, y Kjaer, en su afán de cortar, desvió a portería. David Soria rechazó como pudo, pero la pelota rebotó en Arana y se coló. Tercer gol seguido en propia puerta del Sevilla tras los dos ante el Bayern. Y además, Kjaer lesionado.

Tras el descanso, Montella no movió ficha. También esto supo a deja vu. Como el tiro centrado de Ben Yedder con todo a favor tras pase de Sarabia (48’). El italiano pudo prescindir de Pizarro y adelantar a Sandro, por ejemplo. Pero cuando Mudo Vázquez ingresó por el argentino, ya había hecho el 2-0 Iago Aspas en una pérdida de Sarabia muy atrás. El martillazo de la sentencia llegó a la hora de pleito con un grosero error de David Soria, al tratar de cortar un pase corrido a Iago Aspas y dejarle la portería vacía.

Ese 3-0 abrió una última media hora para el sonrojo, con la concatenación de errores en la planificación deportiva desnudando a un equipo que por perder, perdió hasta la dignidad. Castro tuvo que borrar de la grada de Nervión aquello de "Nervión no regala puntos" y el equipo, con su indolencia, deja en entredicho un verso sagrado en sevillista, el "dicen que nunca se rinde".

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