El décimo título de Monchi rubrica una temporada de 10
Sevilla FC
El director deportivo del Sevilla enmarca con la decena de títulos en Nervión la gestión perfecta de un año tan revolucionario y tan complicado
Oración por los ausentes, la opinión de Francisco Correal
Volvió para una revolución, presentada como una transición para no cargar de presión su nuevo proyecto, y obró una gesta incomparable. Desde el alto honor que significa compartir página con el maestro Francisco Correal –y vaya maestro–, le tomo dos de sus conceptos con los que loa la hazaña del Sevilla de Monchi. Porque este Sevilla que Lopetegui ha devuelto a la gloria es una obra de ingeniería de Monchi, que arriesgó al máximo en su vuelta a Nervión tras su frustrada odisea romana.
En Colonia logró su décimo título como máximo responsable técnico. Antes de su marcha se quedó en nueve: cinco de UEFA Europa League, dos Copas del Rey y dos Supercopas, una de España y otra de Europa. El diez enmarca una gestión perfecta en uno de los años más complicados de la historia del Sevilla, el que más de este siglo tras el de la muerte de Puerta y la huida de Juande Ramos.
En la Città Eterna, el gestor isleño hizo su particular acto de contrición sevillista y tuvo un sueño de eternidad. El viernes, ante el Inter de Milán, rubricó con la sexta una temporada histórica, sólo comparable a la 06-07, previa a aquel nefasto inicio de la 07-08. Le puso el 10, la excelencia en las calificaciones académicas, a un año durísimo, complejísimo en la gestión diaria de una plantilla y un entrenador nuevos. Secretos tiene Monchi que prometió contar si ganaba el trofeo al Inter...
Lopetegui, apuesta de alto riesgo
Pero tras su vuelta de Roma Monchi se puso el mundo por montera y, después de observar las carencias del Sevilla desde que el 1 de abril de 2019 retomó su puesto, eligió a un hombre que parecía exiliado del fútbol: Julen Lopetegui. Su elección creó reticencias incluso en el seno del consejo de administración, no ya entre una afición que frunció el ceño y una prensa que puso las orejas tiesas.
Y después de anunciar al técnico de Asteasu, la gran bomba de Monchi en su vuelta a Nervión, se permitió el lujo de bromear con las referencias tuiteras a sus perritas Piña y Luna mientras confeccionaba una plantilla que necesitaba una enorme inversión y que tenía el lastre de un coste enorme por la anterior gestión.
La revolución requería eso, ponerse unas orejeras y confiar en su intuición y en su determinación para seleccionar a los protagonistas del nuevo proyecto, sin escuchar la opinión pública sevillista, tan inquieta en verano.
Lopetegui empezó a ganar partidos, colocando al Sevilla en la parrilla de la lucha por la Champions. Y aun así, surgió el debate de la delantera. La afición quería ver a Dabbur, que no tenía el perfil que buscaba Lopetegui, y afeaba el fichaje de De Jong. Ahí templó Monchi en un debate cada vez más cargado y solventó el problema en enero: traspasó a Chicharito y a Dabbur y fichó a En-Nesyri y a Suso. De pasó, incrementó en unos 40 millones de euros el coste en traspasos a la inversión de unos 125 en la docena de refuerzos de verano, con fichajes como el de Rony Lopes (23 millones) que incluían un alto riesgo que supo asumir.
Ahora nadie se acuerda de Rony Lopes, al que colocó cedido en el Niza justo antes de medirse a la Roma –vaya revancha–, demostrando los reflejos y el conocimiento del mercado que el club echó en falta durante su paréntesis romano. Incluso acertó con aquella última operación estival de la cesión de Sergio Rico al PSG y el fichaje como cedido de Bono.
La gestión del confinamiento y el ERTE
Asumiendo ese alto riesgo sobre sus hombros, y también sobre un carisma que se ganó con su gestión y con los nueve títulos previos a su marcha a la Serie A, Monchi aportó además algo que el Sevilla también echaba de menos: el apoyo diario a su entrenador y a su plantilla. La gestión del departamento de fútbol durante el confinamiento, durante esos tres meses sin competición, ha sido impresionante, con asuntos que capear como la barbacoa en casa de Banega o el PCR positivo de Gudelj antes de viajar a Alemania. Ahí, y no sólo en el apoyo a Lopetegui y sus jugadores cuando arreciaban las críticas, Monchi ha tenido un papel fundamental, poniendo al servicio del cuerpo técnico y el primer equipo todos los elementos necesarios para que la preparación siguiera su ritmo en pos de los más altos objetivos.
Al mismo tiempo, tuvo que mediar con la plantilla, al igual que Lopetegui, destapado como otro gran gestor de grupos, para llegar al acuerdo de la reducción de sueldo cuando el Sevilla solicitó el ERTE, como consecuencia de la rebaja de ingresos al suspenderse la temporada. Ahí también tuvo que capear el temporal Monchi, un hombre con un aura especial para los futbolistas. No fue fácil y el tira y afloja tuvo bastantes aristas. Pero todo quedó arreglado antes de que volviera la competición.
Así, el Sevilla salió del confinamiento como un cañón, se clasificó para la Champions con dos jornadas de antelación, igualado a puntos con el Atlético, y ganó la Europa League con nueve de sus fichajes en el equipo titular (salvo Jesús Navas y Banega) y Lopetegui convertido en un nuevo ídolo de la misma afición que tanto recelaba de él. Así logró Monchi el 10 a su gestión en un año tan largo y complicado. El décimo que compró José Castro con su vuelta no era de lotería, pero venía con premio gordo.
La persona, tanto como el gestor, pendiente del último detalle
Uno de los valores añadidos de Monchi como principal responsable técnico del Sevilla es su atención diaria y su apoyo constante al cuerpo técnico y a la plantilla. El gestor de San Fernando es famoso a nivel mundial por los éxitos deportivos que el Sevilla ha logrado con él. Dieciséis clasificaciones europeas y una sola una temporada fuera, la 12-13, siete clasificaciones para Champions, diez títulos ya en las vitrinas de Nervión... Y también por las grandes plusvalías y la gestión económica en la compraventa de futbolistas. Sin embargo, uno de los aspectos invisibles desde fuera es el apoyo que da al primer equipo de forma constante, tanto públicamente, en sus comparecencias, como internamente, hasta para la rutina más prosaica. En Colonia, hasta se preocupó de colocar a los futbolistas antes que Jesús Navas levantara el trofeo, aunque no pudo evitar que todos saltaran eufóricos y taparan al menudo capitán en el momento ansiado de alzarlo al cielo.
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