Tribuna Económica
Joaquín Aurioles
Inventarios de diciembre (4). Desigualdad
La crónica del Sevilla - Osasuna
El Sevilla es una roca durísima al calor de los suyos. El conjunto de Julen Lopetegui sumó su quinto triunfo consecutivo como local y lo hizo demostrando que su adaptación al medio está al mismo nivel que los hombres y los animales de la prehistoria. Cita desagradable, ‘saboría’ en andaluz puro como mejor definición posible, con un rival enfrente que no había perdido todavía lejos de El Sadar y que venía de igualar al Real Madrid en el Santiago Bernabéu, pero los blancos supieron amoldarse a todas las circunstancias para resolver incluso con cierta suficiencia, porque el final no pudo ser más cómodo a pesar de los pesares.
Dos a cero para este Sevilla que no permite ni siquiera que le provoquen un pequeño rayón en un mineral tan pétreo cuando se enfrenta al examen del Ramón Sánchez-Pizjuán y está obligado a dar el paso adelante en busca de su objetivo, ganar por supuesto, como siempre, desde el primer minuto hasta el último. Así se planteó esta tarde de perros en Sevilla por culpa de la lluvia, que no afecta apenas al juego, pero también por mor del viento, que fue un elemento decisivo en el transcurso del primer periodo.
Porque el Osasuna tuvo la habilidad y la suerte de elegir el cambio de campo para atacar primero a favor del aire, que nunca se sabe si éste puede variar en el transcurso de 95 minutos y virar hacia el otro lado. Esa circunstancia fue fundamental en el primer acto, pese a que los sevillistas partieron con un juego bastante convincente, raseando la pelota y con habilidad para buscarle las espaldas a los centrocampistas navarros para desde ahí otear el horizonte y bien buscar al futbolista de la banda que se incorporara o para hallar las percusiones del delantero centro.
Joan Jordán, sobre todo, que era más interior derecho que nunca con Delaney anclado por detrás en el día de descanso de Fernando, tuvo un par de incorporaciones por el perfil derecho para crear superioridad con los argentinos Montiel y Lamela, sobre todo el inspirado Lamela. En una de esas situaciones el catalán largó un gran centro que debió acabar de todas todas en el primer tanto de los sevillistas. Es curioso, pero pareció que el viento echó hacia atrás el testarazo de Rafa Mir y éste no llegó a convertirse en el uno a cero de manera incomprensible.
Fue el inicio de una fase en la que el equipo de Jagoba Arrasate también supo adaptarse a ese viento que le era favorable. Casi como si jugaran al golf, con continuos ‘approach’, la palabra que describe en este deporte los acercamientos en los que la bola flota en el aire para caer a plomo, los forasteros fueron incomodando sobremanera a un Sevilla que sufría para salir de la situación.
Lopetegui se desesperaba en la banda; Bono no sabía qué hacer, si sacar en largo o en corto; Koundé y Diego Carlos se veían agobiados con las marcas de Rubén García y Chimy Ávila, con la misión especial de impedir que los anfitriones salieran jugando desde atrás; y Rakitic no acudía a echar una mano a Delaney para crear superioridades en la construcción…
El Sevilla se veía hostigado por su adversario, pero siempre encuentra una salida en su solidez habitual. Primero debió marcar en un cabezazo de Joan Jordán viniendo desde atrás, pero éste se fue al poste. Fue el primer aviso. En el segundo, en una acción con la pelota parada, un simple saque de esquina. Rakitic repitió la acción de la pelota a al centrocampista catalán, pero desde el banderín de córner, también se aprovechó del aire para pegarle hacia dentro en la sapiencia de que el balón iría para atrás y Diego Carlos se desmarcó con habilidad para conectar un testarazo que entró por el sitio que estaba libre en la portería en el marcaje de los navarros y casi rompe la red por la violencia que llevaba la pelota al golpear contra ella.
Pese a todas las dificultades, el Sevilla se iba al intermedio con ventaja y conste que no había sido sencillo en absoluto. Pero este equipo tan bien fabricado es así y no se doblega con ningún contratiempo, sobre todo cuando lo hace en el estadio radicado en el sevillanísimo barrio de Nervión. Incluso tuvo un par de acciones más antes del intermedio para haber cantado el segundo gol, pero ni Delaney, en otro córner ensayado, ni Rafa Mir, en un balón tenso puesto por Acuña, pudieron conseguirlo.
Lógicamente, en la segunda mitad todo debía variar por el cambio en el manejo del viento. No es lo mismo tenerlo a favor que en contra y Osasuna lo sintió, igual que el Sevilla por supuesto. Aunque el litigio bajó muchos enteros en su nivel, ya todo estaba más volcado a favor de los locales y más aún cuando el lateral Areso y el guardameta Juan Pérez se pusieron nerviosos ante la presencia de Ocampos.
El argentino, por fin, aprovechó la dádiva para volver a cantar un gol y el Sevilla ya tenía dos de ventaja cuando todo alcanzaba la hora de juego. A partir de ese momento tampoco había necesidad de hacer más esfuerzos de la cuenta a la vista de todo lo que viene por detrás. Entre sustituciones y el aguacero que arreciaba, Ocampos debió marcar el segundo, pero estrelló el balón en el rostro del guardameta y poco más que contar, salvo resaltar que este equipo de Julen Lopetegui está fabricado con uno de los minerales más sólidos del planeta tierra, tanto que es más pétreo que el propio Osasuna, que ya es decir…
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