Ben Yedder no se vende (3-0)

Sevilla FC-Krasnodar | Crónica

Dos latigazos del francés en diez minutos espantan el riesgo de eliminación que encerraba una atmósfera peligrosa en contra del palco

El sevillismo mostró su rechazo a los dueños del club

Las imágenes del Sevilla FC-Kranodar
Ben Yedder celebra uno de sus dos tantos. / Antonio Pizarro

Dentro de este complejo negocio llamado fútbol, hay situaciones que nunca van a cambiar. Una de ellas es que un ídolo sobre el césped tiene más fuerza para la grada que un puñado de acciones. La noche –o tarde-noche– que el sevillismo clamaba contra las familias que se han empeñado en enriquecerse a costa de unas ilusiones mamadas de generación en generación la aprovechó Wissam Ben Yedder para volver a poner su figura en el top de este equipo, para enterrar con dos latigazos en diez minutos de juego cualquier temor a que el avispero social en el que ha entrado el club fuera contra los intereses deportivos.

El equipo de Pablo Machín, como se esperaba del pentacampeón, metió su bola en el sorteo de los dieciseisavos de final de la UEFA Europa League como primero de grupo al derrotar al Krasnodar, el primer equipo que le metió el miedo en el cuerpo al Sevilla en esta competición en la que tendrá que mejorar mucho sus prestaciones lejos del Sánchez-Pizjuán si quiere llegar lejos y que, con 3-0 y diez jugadores sobre el campo, acabó entrando en la siguiente fase casi suplicando a su rival que levantase el pie del acelerador para no quedarse fuera por la diferencia de goles.

Al final ocurrió lo mejor que podía pasar, que los nervionenses finiquitaran el partido los más rápido posible para evitar que los nervios a flor de piel que ahora mismo reinan en el sentir de la masa social metieran al equipo en un callejón sin salida a base de ansiedad trasladada al terreno de juego y gritos a un tono más alto de la cuenta en contra del palco. Pero apareció Ben Yedder cuando aún resonaba en el Sánchez-Pizjuán el cántico unámime de "¡el Sevilla no se vende!" que explotó nada más acabar el himno de El Arrebato y que fue adornado con el lanzamiento en señal de protesta de las bufandas que el club había regalado a los asistentes. Éstas, anudadas, lucían en el suelo de lo que antes era el foso como símbolo de la repulsa que ahora mismo siente el sevillismo hacia los dueños de la sociedad.

Afortunadamente para unos y para otros, para los sevillistas de a pie y los de capital, el franco-tunecino cazó un mal despeje del portero ruso, puso el balón en la portería de Gol Norte y les quitaba a todos –posiblemente más a los segundos– un importante peso de encima. Habían pasado sólo cinco minutos y otros cinco tardaría en meter otro balón en la lata, esta vez un pelotazo largo de Sergi Gómez que retrató a Fjoluson, uno de los centrales del Krasnodar que no pudo frenar al astuto delantero sevillista.

Ben Yedder, artífice del 2-0 con que respiraba el sevillismo, es otro de los grandes patrimonios de este club cuyos gestores, los mismos que ya anunciaban a bombo y platillo en noviembre que van a pagar 39 millones de euros en junio por Andre Silva, quisieron vender el pasado verano. Ello no sucedió sólo y exclusivamente porque el Marsella no vino con 25 millones.

Pero, como arrancaba este mismo relato, todo eso está dentro de la complejidad que encierra este negocio –vaya guasa la palabrita– llamado fútbol y hoy Ben Yedder tiene metido al Sevilla en la siguiente ronda de la competición que le ha dado tanta gloria y tanto bombo mundial a un club al parecer codiciado hasta el punto de que se lo subastan los grandes grupos financieros interesados en invertir en el fútbol.

Promes recorta a un rival.
Promes recorta a un rival. / Antonio Pizarro

Volvamos al relato de lo ocurrido en Nervión aunque ya, ciertamente, había poco que contar. El Krasnodar llegó a temer por su clasificación en caso de que un triple empate lo convirtiese en el más perjudicado y casi suplicó un pacto de no agresión, aunque antes del descanso se estiró y puso a prueba la concentración de Vaclik en unas cuantas llegadas.

Pero el Sevilla salió tras el descanso con mejor brío, dispuesto a no repetir la pájara protagonizada en Turquía, donde también vencía por 0-2 y donde acabó pasando apuros. Y ahí que apareció otra vez Ben Yedder para apuntalar el resultado robando un balón cerca del área propia y montando un contraataque junto a Franco Vázquez que acabó con un cabezazo de Andre Silva que buscaba irremediablemente el fondo de la portería y que el ecuatoriano Ramírez evitaría cometiendo penalti y dejando al Krasnodar con uno menos. Banega transformó el penalti y el partido se terminó en su vertiente deportiva, ya que la que tiene que ver con el cabreo general por lo que tratan de hacer las familias que controlan el club siguió y aún sigue su camino.

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