Todo el derecho a soñar (2-0)
Sevilla-Barcelona | Crónica
El Sevilla acudirá al test con Messi en el Camp Nou con una nítida renta que habrá que ver si le sirve para meterse en otras semifinales
Los blancos fueron superiores en la cita inicial
Sevilla/El Sevilla cumplió con su parte e irá al Camp Nou con una renta de dos goles para la vuelta de los cuartos de final de la Copa del Rey. Contra cualquier otro rival sería un resultado excelente, casi tener metida la bola en el sorteo de los cuatro últimos equipos clasificados, pero queda por conocer qué sucederá cuando Messi esté al frente de este Barcelona. Ésa es la incógnita, aunque nadie le podrá negar ya a la tropa de Pablo Machín que ha puesto todo de su parte para seguir adelante en esta competición que tanto ha hecho disfrutar a los sevillistas en el nuevo milenio.
Porque el Sevilla, con sus limitaciones, con sus lesionados, que también los tenía, con sus rotaciones, que fueron igualmente llamativas con la continuidad de Juan Soriano en la portería y con la suplencia de Andre Silva o Franco Vázquez, entre otros, fue capaz de conseguir un resultado que debería ser más que ilusionante para quienes están adscritos de por vida a la fe balompédica radicada en el barrio de Nervión.
Un dos a cero siempre es una ventaja más que considerable para ser defendida en el fútbol de estos tiempos. Y alguien podrá interpelar con rapidez que sí, que siempre que no esté Messi en el equipo adversario, y no le faltará razón a quien así piense, por supuesto que no. Pero igualmente el fútbol no está exento de sorpresas y el Sevilla ya fue capaz de aprovechar la última vez que conquistó la Copa del Rey que Pep Guardiola, entonces, tomó la misma decisión que Ernesto Valverde, ahora, y no alineó en la primera cita a la grandísima estrella argentina.
En fin, eso, de cualquier forma, pertenece al futuro por mucho que se dilucide en sólo una semana en el Camp Nou y sea casi más presente que futuro, en este relato se trata de analizar lo acaecido anoche en el Ramón Sánchez-Pizjuán, en ese estadio que todo el sevillismo fue capaz de calentar como si se tratara de una caldera para que los suyos le dieran una satisfacción más en un partido por eliminatorias.
Ni siquiera hubo el más mínimo mal rollo por las dos decepciones ligueras con las que venían los suyos, con las tres derrotas consecutivas si se contabiliza también la anécdota copera de la vuelta contra el Athletic, todo el sevillismo se aprestó a desgañitarse para que quienes vestían de blanco se sintieran siempre arropados y fueran capaces de tumbar al gigante azulgrana.
Y Machín aprovechó esos dos sinsabores y también, por qué no decirlo, el cansancio de algunas piezas fundamentales para retornar a sus raíces más recientes en el Girona. Sin Andre Silva y Franco Vázquez en el verde y con Promes y Amadou, respectivamente, en lugar de ellos, el Sevilla se puso en el campo con un dibujo mucho más parecido a ese 1-3-4-3 que era habitual en la última época del entrenador soriano por tierras gerundenses. Banega y Amadou estaban mucho más protegidos en la zona de creación y tanto Sarabia como Promes se encargaban de apoyar a Ben Yedder en las posiciones más adelantadas.
Era un Sevilla bastante equilibrado en su concepción, con todas las piezas muy cerquitas de las otras y con una capacidad para presionar que le dificultaba bastante las cosas al Barcelona a la hora de manejarse con la pelota. También es verdad que el actual líder de la Liga española había optado también por unas ideas parecidas y Valverde había acumulado al mismo tiempo a muchos hombres en el centro del campo para que circular por allí se hiciera bastante complicado para ambas escuadras.
La consecuencia se veía claramente con las imprecisiones, con las pérdidas, con balones que parecían francos y que acaban en los pies del adversario, pero el Sevilla, en ese hábitat, al menos se fue sintiendo fuerte conforme pasaban los minutos e iba recuperando autoestima con el transcurrir del juego. Hasta que se superó la media hora y fue evidente el paso adelante de unos anfitriones que ya sí comenzaron a acercarse hasta los dominios de Cillesen para darle algún susto, sobre todo tras una excepcional jugada de Ben Yedder en la que varios defensas acabaron por el suelo. Sería injusto, cierto, obviar la ocasión que tuvo Malcom, pero fueron los nervionenses quienes más coquetearon con el uno a cero antes de que arribase el intermedio.
El cero a cero, sin embargo, dejaba todo en el aire, pendiente del transcurrir de los acontecimientos tras esa pausa. Y lo que sucedió entonces fue que Promes, ya claramente por el perfil izquierdo, empezó a desequilibrar al Barcelona con sus conducciones, sobre todo ante un Piqué muchas veces fuera de sitio. Una jugada del holandés precisamente fue decisiva para que la balanza se inclinase a los sevillistas, pues a su magnífico centro no llegó Amadou de cabeza, pero sí lo hizo Sarabia para empalmar con la derecha.
El cuadro de Machín se había puesto por delante y desde ese momento dio una verdadera lección de cómo manejar la situación. Nada de volverse loco, nada de atacar sin sentido y sí aprovechar cualquier balón en el medio del campo para hacerle daño a unos barcelonistas a los que cada vez les costaba más bajar en su desesperación por tratar de buscar la igualada.
Fue en una salida así cuando se produjo el gol que situaría al Sevilla muy cerca de la gloria. Andre Silva, que ya había entrado ante la plaga de lesiones, aguantó la pelota, condujo y halló a Banega en la izquierda para que el centro-chut de éste, más chut que centro, se convirtiera en un pase de gol perfecto para Ben Yedder.
Dos a cero y el Sevilla tiene todo el derecho a soñar, al menos durante una semana hasta que tenga que pasar el test de Messi. Y, bueno, quién sabe si está la mitad del trabajo hecho o no. De momento, el Sevilla le ha ganado al Barcelona, algo tan simple y tan complicado. Así que a disfrutarlo y a ilusionarse, que ya llegará el momento decisivo en el Camp Nou.
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