Jesús Alba
Cuando el reloj se pare
Borussia Dortmund - Sevilla
En Alemania comenzó a cimentar el Sevilla su senda de argéntea gloria en el siglo XXI y en Alemania escribió el último capítulo de una obra que parece incompleta y que hoy invita a uno de los episodios más épicos de ese ciclo germánico. En Colonia, a 70 kilómetros de Dortmund, Julen Lopetegui derramó lágrimas de alivio, de alegría, de rabia, de tantas cosas, después de que el Sevilla concretase la remontada ante el Inter y ganase la sexta Europa League. Y en Fráncfort, a 180 kilómetros al sur de Dortmund, Kanouté metió sus primeros goles europeos para el Sevilla, en aquella temporada que culminaría, tras dejar en la cuneta al enemigo acérrimo del Borussia Dortmund, el Schalke 04, con su primera Copa de la UEFA. Hoy el Sevilla tiene una nueva cita con su propia historia.
Se trata del reto más difícil quizá de los que ha acometido en la antigua Germania. Pero el aval de las proezas nervionenses por todo el Viejo Continente es tan amplio que dudar del milagro es casi una falta de respeto a la historia contemporánea de este club, de este equipo que suele encomendarse a sus lemas cantados en sus himnos.
Que Bono y Koundé se ejercitasen en la sesión previa en el Westfalenstadion es una buena noticia que alza el ánimo sevillista
La cita es para héroes, por varios factores: el 2-3 a favor del rival y que obliga a ganar por dos goles de ventaja o marcar al menos tres; la enjundia intrínseca del contrincante, un Borussia Dortmund que salió de su particular crisis con un partidazo en el Ramón Sánchez-Pizjuán; el momento de forma de Haaland, ese zagalón vikingo de 20 años, 1,94 metros y una agilidad impropia para un futbolista que se hace apodar el Búfalo; y el estado de ánimo de un Sevilla apeado de la forma más cruel de la final de la Copa del Rey que se disputará en La Cartuja y que en Elche no hizo sino hundirse aún más en su propia depresión.
Pero hasta Edin Terzic, el joven interino técnico del Dortmund, recordó que cuando arribó a Nervión su equipo el que estaba deprimido era el Borussia y el Sevilla sentía cómo las pajarillas de la euforia lo levantaban por encima incluso de sus posibilidades. El fútbol, luego, deparó una importantísima frustración, un jarro de agua fría que hoy tiene la oportunidad de devolver el Sevilla a ese joven y dinámico Dortmund que se atrevió a tirarle de sus barbas en su templo.
En el partido de ida era el Dortmund el que llegaba depresivo y vapuleó en la primera mitad al eufórico Sevilla
El escenario para tan alta cita es de elevadísima alcurnia, todo un coliseo del Viejo Continente, el mítico Westfalenstadion, un recinto que invita a las proezas y que ya vivió una hazaña de un Sevilla mucho menos fuerte que el actual, pese a que contaba aún con aquel hombre que inició aquella senda de gloria en 2005 con sus dos goles al Mainz 05.
El 29 de septiembre de 2010, en el que fue el debut oficial de Gregorio Manzano en el banquillo, un Sevilla deprimido por su eliminación en la previa de la Champions le dio un susto importante al Borussia Dortmund de Jürgen Klopp contra todo pronóstico. Aquel recordado gol de Cigarini queda lejísimos y no puede ser referencia para nada, si acaso para recordar que los pronósticos en el fútbol muchas veces sólo existen para ser contradichos. Y este Sevilla deprimido del momento está llamado a contradecir, una vez más, la ilógica lógica del fútbol remontando un 2-3 que ahora mismo parece una losa pesadísima e imposible de levantar ni un milímetro.
Mantenerse con opciones hasta el final implicará convertir el área propia en territorio sagrado sin renunciar a ser profundo
Respecto al partido de hace casi un mes hay alguna novedad. Han reaparecido Acuña y Ocampos, no es poca cosa. Y parece que Bono volverá a defender la portería del Sevilla para insuflar nuevos ánimos desde atrás, así como Koundé, que no viajó a Elche tras jugar con molestias en el Camp Nou. El central galo tratará de frenar a Haaland, ya con la lección aprendida del partido en Nervión.
En el Dortmund también hay algún cambio. Está descartado el mejor compañero de ataque del noruego, el joven británico Jadon Sancho, que fue un auténtico incordio con su conducción imprevisible y su verticalidad y rapidez para la zaga sevillista en la ida. Reus, en cambio, demostró en Münich el sábado que está en plenas condiciones para seguir conectando con Haaland.
No serán los únicos de los que deba preocuparse el equipo de Lopetegui, que encajó el primer gol por obcecarse con el noruego y olvidar a Dahoud. Lopetegui lo recordó ayer: el enemigo es el Borussia Dortmund y tumbarlo en su estadio es el grandioso reto.
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